Sentía que
había algo
profundamente
placentero
en ese
cansancio y leve sudor que tenía.
Sentía que le
lavaban el peso de la guerra
en las
heridas que sanaban,
que le
borraban algo en la nunca, pensaba;
que la
llenaban de un vacío que
la hacía
suspirar como si
durmiera sin
sueños,
pero se
sentía en nacimiento
como si
recién hubiese despertado.
Por qué se me
insinúa
lo
intraducible como
susurro
inalcanzable
que no halla
palabra
en mi voz.
Jugarreta
malévola de
ninfas.
Dejadme el
silencio pues,
amigas mías,
beso
del paraíso,
y no
la mordaza
del grito