Yo
vi por los ojos del ave
a ese animal epidérmico,
parásito de hermoso cuerpo
hecho de minúsculas bocas
y de millones de córneas vacías,
que comen roces de tapicerías
y sorben la luz de las copas,
las arañas y la platería.
Un animal sin dolor ni sonrisa
cuyo éxtasis perenne encandila.
Una cáscara adornada
con fluorescencias tomadas
de sustancias químicas de objetos.
Tiene la existencia válida de los cuerpos
condenados a la inmortalidad,
pues come de lo que siempre habrá
para las almas que se cansan
de resistir también adentro,
donde el alimento escasea a menudo.
Tiene la existencia válida de los cuerpos
que proveen belleza vítrea al mundo.
Por eso, no hay antídoto alguno
ni cura a lo que se ha vuelto hueco.
Podrás penetrar y sólo oirás tus ecos;
te enamorarás de tu alma sola,
y creerás que es otra.
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