De la poesía de Clara Luz Montoya Lagarda
BARCO DE VELA PARA CUALQUIER OCÉANO
Tú: la quilla que nos sostiene.
Te buscamos con astilla en los ojos,
zarpamos en muelles equívocos.
Ensenada de yates,
máquinas marinas
encalladas en corales de dudas y espejismos.
Llenamos cuadernos de bitácoras
describiendo el ciego camino para encontrarte.
Gira las cubillas del timón,
ayúdanos a mantener el curso recto de la barca.
Amaina el temperamento,
suelta las amarras.
Aléjanos de esos grandes barcos de vapor
anclados en lagos pequeños,
animales de acero,
tiernos suspiros polinesios encallados en arrecifes del
ego.
Intermitente el viento,
cruje en alaridos surgidos de pequeñas jarcias.
El tifón juega con nosotros.
El azul mueve al barco más que el mar.
Intento del blanco en el poema;
PAZ, barco de vela para cualquier océano.
FRENTE A LA CASA
Una lámpara llora su dolor estático,
llora su dolor de lámpara
que a nadie importa.
No se oye el croar de los sapos.
Los sapos no copulan.
Diminutos seres alados y el sol
aún no hacen el día;
Morfeo despierta,
- habíase quedado dormido-
Improvisa -apresurado-
un marmoleado en el lienzo celeste:
un presente
al amanecer.
El universo comparte sus recientes notas
en silbidos de pájaros y cafeteras.
La lámpara
deja de llorar.
OTRA VEZ OCTUBRE
La selva de metal ruge al alba.
El mar arremete
con toda su fuerza.
Consume inmisericorde
el río de tiernas aguas.
Los muertos crecen
al ritmo de la lluvia
y las calles lucen
maquillaje escurrido.
La manecilla del reloj se rompe,
rota la esperanza.
Sombras juveniles dibujan desencanto,
sacan de sus bolsillos patriotismo
y lo arrojan en la acera.
Ciega la conciencia
de nuevo octubre
en el sórdido rumor de la tierra.
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