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“Vanalidades” II
(Banalidades II)
Mi computadora de cursor saltarín
Cristina de la Concha
Entre las peripecias que debo hacer para escribir en computadora está la
de atrapar a mi cursor saltarín que apareció un buen día que regresaba
de una visita con el técnico, porque yo tenía un cursor normal pero esa
tarde dejó de ser el mismo.
Me sorprendí, aquella tarde, después de unos minutos de escribir a toda
prisa, al volver la cara a mirar la pantalla, ¡el texto era
completamente incomprensible! Pero ¿qué escribí? ¿qué pasó?
El cursor no estaba donde debía. Al deslizar el documento hacia arriba,
con perplejidad fui comprobando que las palabras no eran las que había
escrito, el texto no era.
Claro, lo primero que se piensa es ¡un hacker! ¡se me metió un hacker al
Word! Bueno, no, me dije. Cavilé por unos segundos. Las palabras, sin
significado alguno, lucían más largas, y unas exageradamente largas, me
dio la sensación de haber escrito en alemán cuando desconozco esa lengua
y pensé, qué magia es ésta que me concede el conocimiento de la lengua
que divide mi relación con mi hija, quizás para acercarme más a ella…
Sentí la impotencia que suelen provocar estos aparatejos. ¿Será un
castigo? ¿por mi “vanalidad” respecto al uso de la lengua? ¿o tantas
groserías que digo?... Rápidamente, empecé a darle clic a “deshacer”,
una y otra vez, para tratar de entender qué había pasado, pero el
resultado fue el mismo, ni idea. Entonces, me puse a teclear de nuevo y
allí lo descubrí: mi nuevo cursor es uno saltarín, ¡un cursor saltarín!
¿mágico? ¿de qué familia? ¿de qué país? ¿un regalo del técnico?
A mi técnico le agradezco mucho, la verdad, es un santo, me tiene mucha
paciencia con todos los detalles que le pido, es, además, un buenazo
para su oficio, y uuuf ¡un cursor saltarín! se me hace espléndido. Pero
ahora tengo que vérmelas con palabras destruidas y remendadas con otras,
y andar tras el cursor que brinca de un lado a otro, y correr por todo
el monitor, sí, el monitor, porque cuando veo ya abrió una ventana y
está iluminando una carpeta… uuoow… perder de vista mi documento y
valiosos minutos en reubicar la “concentrancia”. Ahora es como un
chiquillo travieso y, a veces, mal educado que, a regañadientes, hago
regresar a su lugar. Lo peor de todo es que acostumbro escribir sin
mirar el monitor ni el teclado para no perder la inspiración, luego
reviso, y ahora el pequeño saltarín no me lo permite.
curmprolabsor nueoestnabíaba doarande debíleradameejida Aqul el
texeápidibato haciaaarr, con penalirpansultaced fui cobaonocindo q las
ps no eranalagern las e ha estxtoo, l tormtalle o deslizacerccrrovoiar…
¡Aaaaaaaaaaaaaaaaggghhhh! ¡Chamaquito! ¡... de nuevo haciendo de las
suyas! Ustedes perdonen.
Ay, a mi técnico lo tengo en un pedestal con veladoras, porque me
aguanta mis pequeños exabruptitos, y es muy eficiente…
-¡aiiissh
esta terca manía del procesador de corregir! yo pretendí escribir el
vocablo “exabruptito” y, cuando avancé creyendo que así había quedado,
un renglón adelante, me di cuenta de que lo sustituyó quitándole el
diminutivo que también significa “de cariño”, y lo tuve que poner de nuevo, caray, por qué se empeña en decir una verdad (“exabrupto”), cuando yo
quiero decir una mentirita: “exabruptito” (¡ay, otra vez! quise decir
“mentirita” y lo modificó por “mentirilla” que ya tuve que cambiar yo, de aquí mis
quejas amargas, debo estar corrigiendo al "corrector" pues, aun cuando
ya arreglé todas las opciones posibles en “herramientas”, este
procesador insiste en su falta de criterio… En ocasiones, ¡extraño tanto
mi vieja máquina!)-.
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