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27 de julio de 2014 a la(s)
22:29
Cristina de la
Concha, Eroticum, coedición Culturalcingo-Morvoz,
www.tulancingocultural.cc,
http://morvoz.blogspot.com,
México, 2012. Reseña de Carlos Santibáñez Andonegui, 27 de julio
2014
La
persuasión tiene extraños caminos; algunos almacenados en los pozos
sin fondo del temperamento femenino. Cristina de la Concha sabe algo
de esto. Eroticum es más que doce cuentos, un par de
divertimentos y un ensayo, como ella lo define, un camino capaz de
transportar al lector sin defraudarlo, hacia un lugar seguro. La
sensación de llegar a buen puerto después de un viaje es, para el
lector, un categorema confiable del arte de la palabra, sea cual sea
su manifestación oficial: novela, poesía, cuento.
[...]
No
eludir la búsqueda de significado, no evitar encontrarse con una
vieja amiga a veces medio mal querida de la literatura pero que para
desgracia de muchos, sabe de mil y una formas de aparecerse y
retoñar, una señora llamada dignidad, que a pesar de todo, ¿qué
creen?, existe y tiene que ver con un señor llamado valor, que es el
que hace que las cosas merezcan existir. Nada más. Creo que lo hecho
por Cristina en la obra que nos ocupa, son cuentos. Encajan en la
definición de cuento como ardid de palabras que nos hacen cambiar el
Plan Nuestro de Cada Día. Y que no tiene que ser precisamente de
tema sobrenatural. Cristina de la Concha persigue un estilo que no
es exactamente el laconismo ni el manejo de la brevedad como lo
vemos resurgir recientemente en la Minificción. Es un estilo propio
que incorpora, de una parte, un excelente manejo del tiempo, yo no
diría de la brevedad como si tuviéramos que quedar bien con alguien
que nos persigue o que se va a enojar si escribimos o hablamos de más,
sino con darle a cada cosa el tiempo justo para ser abarcada y
comprendida, dejando para otro momento las que no quepan en una
solución de continuidad lacónica, atravesado además por un
afortunado flamazo erótico. A cada momento sentimos que hay algo que
se nos puede escapar dentro del relato, por eso tenemos que regresar
una y otra vez a descubrir si no es algo distinto a lo leído, si lo
que se quiso contar o transmitir era muy parecido a lo que nos
estábamos imaginando mas en el fondo no vaya a ser totalmente
distinto, y esto es una virtud indiscutible del narrador. Trae la
sorpresa como sello distintivo, factor sorpresa como resorte de lo
narrado, no con el dejo poético estetizante al que aludía Apolinaire
en sus Meditaciones estéticas: “El espíritu nuevo reside en
la sorpresa”, sino por estricta fidelidad a lo narrado, y
esta renuncia a manejar la sorpresa como recurso estético, la libra
de todo amarillismo, abonando a su destreza narrativa, dado que en
cada caso, la sorpresa corona lo real.
[...]
A
veces, el factor sorpresa se resuelve a través del lenguaje que
revela algo hasta entonces desconocido, [...]. O acude al encanto de
cambiar una forma que ya nos habíamos imaginado,
[...].
En
ocasiones se confunde, en literatura, lo erótico con lo obvio.
Cristina de la Concha da el mentís a diversos prejuicios de la
pseudo narrativa de hoy. Si algún referente acompaña el
erotismo en estos lúcidos cuentos de Cristina de la Concha, es
justamente lo sobrenatural, [...].
Y
para terminar, ¿qué es nuestro cuerpo? Un acumulado de ángulos. Dice
Cristina: “Captar un ángulo, una sombra, un vértice para plasmarlo
en el lienzo, en el barro o la lámina conlleva la maestría del poeta
que nos ofrece una metáfora, la del optometrista que da luz a unos
ojos o del cardiólogo que hace latir un corazón, conlleva arte
porque eso es el arte: maestría, y eso es la moral en el arte,
alcanzar la maestría en su ejecución.” Alude a un hecho poco citado
últimamente en relación con lo erótico y no deja de ser curioso en
pleno siglo XXI: “La naturaleza ha hecho que nuestros cuerpos, se
sirvan de mente y espíritu para procrear y subsistir, subsistir por
encima del dolor inherente a esta vida de breves momentos de goce…”
El
llamado del libro Eroticum, que se deja leer y releer como
una fresca noche de verano, es al enfoque trascendente del erotismo,
algo inolvidable e irrepetible: recuperar “la importancia de
nuestros cuerpos como recipientes de nuestro ser”.
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