Desnudándome voy,
emprendiendo vuelo con los
caiquenes,
ellos a tierras cálidas,
yo tras tus ángulos y
rincones
a cosechar versos,
a tatuar algo de merecida
felicidad
en cada milímetro de piel.
Por el eco que resuena
en tus palabras,
tu lenguaje se vuelve sol
en mi Patagonia.
En este frío confín
tu imagen se convierte en
estío,
la certeza de una pronta
cercanía
inunda rincones,
fabrica puentes para saltar
charcos
y otras locuras
a las que mi condición de
bardo
recurre con frecuencia,
cuando tu eterna seducción
se hace presente,
imperiosa,
arrebatando lo que hay
ante mis sentidos
y la dejo hacer conmigo
lo que repetiré para ti,
luego.
Siento extraño
como se han ido llenando
mis espacios viscerales y
cerebrales
al conjuro de tu nombre,
al recuerdo de tu
mansedumbre,
del tenue rocío de tus ojos
resbalando en mi pecho.
Estando mi alma extraviada
entre dos siglos de búsqueda,
la luminosidad que irradia tu
mirada
cuando la cruzo,
atenúa mis impulsos,
aplaca mis demonios siempre
al acecho;
pero vendrá la distancia
inexorable
a cobrar su precio,
condenándome a la nostalgia,
a la virtualidad,
sin ser exactamente un
virtuoso
en materias del corazón;
me cuestiono atravesar tu
puerta
que se abre generosa
a esta ternura imprevista e
ignorada
que me asalta y desnuda.
Has jugueteado el día entero
retozando entre mis cosas
cotidianas,
te asomas y te escondes
velando mis pesares y
torpezas;
el recuerdo de tu aliento
suaviza todo,
de tu risa franca,
de tu desverguenza y soltura,
allí estás...
abreviando distancias y
saudades,
avanzando lenta
hacia la imprescindibilidad;
cuando siento mis manos
llenas de ti,
de las redondeces rotundas
que recorrieran,
con la codicia de querer
hacerlas
mías nada más,
el recuerdo de tu abandono
mezclando nuestras humedades,
arrebatando el paraíso
terrenal
a Adán y Eva,
repartiéndonos la manzana
prohibida
en dos, no me abandona.
De
LOS
ÁNGELES NO TIENEN SEXO, PERO... YO SÍ |