Defensa y rescate desde la raíz

 

 

Los sistemas de gobierno en fase de prueba que la humanidad ha ido soportando a través de los siglos no han tenido el éxito que se esperaba bajo la premisa de un mundo mejor, o quizá si lo hayan tenido, pero bajo la premisa de un mundo en opresión. Todo depende de bajo qué premisa haya sido ideado el sistema implementado en cada etapa de la historia de nuestro mundo. Sin embargo, debemos de seguir luchando, como lo han hecho algunos de nuestros antecesores, para mantener intactas nuestras raíces. Nuestras raíces es lo más sagrado que tenemos y todos debemos salvaguardarlas en beneficio de nuestra cultura real, imperecedera e inmaterial, porque ellas hablan de lo que somos, de por qué somos y de por qué seguiremos siendo. Nosotros, todos, cada uno desde sus raíces, somos seres maravillosos con capacidades extraordinarias a quienes nos ha sido despojada nuestra verdadera identidad ante el asombro de lo nuevo y desconocido y el miedo inherente que nos fue imbuido. Antes no conocíamos el miedo y hoy, el miedo es inmanencia de nuestro ser, corre por nuestras venas como la sangre, y por nuestra mente, y nos envenena el alma, y no nos permite avanzar en la construcción de una nueva conciencia del ser. Una conciencia nueva que podría decirse empiece de cero, pero no, no debemos olvidar nuestras raíces, porque de ellas emanamos. Y de esas raíces rescato hoy en palabras, la bondad, la solidaridad, la empatía, el valor, la fortaleza, la sinceridad, el humanismo, palabras que se contienen y se sostienen en una sola: amor. Rescatemos el amor desde su acepción más profunda, que es el amor a nuestro prójimo, a nuestra raza, a la humanidad entera y a nosotros mismos. No nos quedemos así, estáticos, asustados, egoístas, no, luchemos porque resurja el espíritu que nos contiene desde lo profundo de nuestra esencia. Rescatémonos desde nuestras más profundas raíces con el poder del amor. Defendamos el inalienable derecho a amar.