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14.Dic.2017
“Corrosivo y agudo, en este libro Graciela Ferrari comprime y revela los alcances absurdos de nuestra vida cotidiana. Sin que sepamos cómo, se sienta a nuestro lado para compartir con calidez su mirada del mundo.  Es en ese momento cuando se diluyen nuestras certezas y nuestras educadas máscaras sociales se resquebrajan, puestas en evidencia.” Javier Swedzky

 

 

 

 

 

 

Graciela Ferrari Feiguin

 

 

 

VEINTE CUADRAS

por Graciela Ferrari Feiguin

 

Del libro LA VOLUNTAD DE LAS OVEJAS, "LOS NÚMEROS, EL TIEMPO"

 

 

 

-Caminó veinte cuadras con alegría para llegar a donde nadie lo esperaba, ni siquiera él mismo. Es que no todo el mundo espera ser esperado. Es que no todo el mundo merece ser esperado. Y, en rigor, veinte cuadras son más bien pocas tratándose, como en este caso, de una situación trascendente. Le digo más: de indiscutible trascendencia.

                ¿Que cómo puedo afirmarlo con tanto desparpajo? ¿Que para constatar “indiscutible trascendencia” se hace necesario presentar pruebas? Cómo no, verifíquelo por su propia cuenta. Pruebe a caminar veinte cuadras sin detenerse en ningún caso, a un ritmo parejo, sin caer en distracciones. Llegue al lugar donde espera ser esperado. Por usted. No, por nadie más, esperado por usted, de eso se trata. No se encuentra, no está por ninguna parte. No hay manera de reunirse con usted mismo. ¿Qué hace? ¿Llora, se desespera, se somete a una espera indefinida, busca ayuda, pide auxilio? Se quedó sin respuesta, aún lo ignora. Lo sé, no es fácil discernir, una situación trascendente no es cualquiera, hablamos de palabras mayores.

                Ahora bien, mientras recapacita permítame formularle una última pregunta: después de experimentar los hechos en la carne y los huesos de su propia persona: ¿qué duda o cuál certidumbre le agita la conciencia? Concretamente: ¿pudo asumir que veinte cuadras son pocas para una situación de indiscutible trascendencia?

                Ya veo. No, no fue capaz. Escúcheme: ¿y si prueba con  más cuadras, digamos treinta o treinta y cinco? ¿O incluso unas cuarenta y cinco cuadras? Fíjese que cuarenta y cinco representa más del doble de veinte. Toda una cifra. Una verdadera performance. ¿Qué me dice? Quedaría así:

                Y en rigor, cuarenta y cinco cuadras son más bien pocas tratándose, como en este caso, de una situación trascendente. Le digo más: de indiscutible trascendencia.

                A mí me convence, suena bien. Equilibrado, maduro. ¿Qué opina? ¿Que cuarenta y cinco son un exceso de cuadras? Algo de razón tiene. Quizá se nos fue la mano. Cuatro kilómetros y medio a pie para encontrarse con uno mismo… A  mitad de camino ya se perdió el interés. También depende del trayecto, si es cuesta arriba, si la temperatura pisa los cuarenta grados o bja de cero todo se dificulta. ¿Lo dejamos en veinte cuadras? No, de acuerdo, con veinte ya probó y no quedó convencido. ¿Cómo dice? ¿Diez cuadras? ¿Me está diciendo que lo dejamos en diez cuadras? ¡Ah, no! Sabrá perdonarme pero no se lo puedo aceptar. Diez cuadras es de aquí hasta allá, un salto, nada no significa nada. ¿Qué quiere probar con esas diez? Pruebe, para eso estamos, no podrá después sentarme en el banquillo de los acusados y vociferar señalándome con dureza: ¡obstinado! ¡Intolerante! ¿Ya probó? Bien, mire el desastre que resulta, una ridiculez, mira:

                Caminó diez cuadras con alegría para llegar a donde nadie lo esperaba, ni siquiera él mismo.

                ¿Vio? Me da la razón, esa pequeña cifra, diez, en este caso suena ridícula. ¿Entonces? Ah, que todo el asunto es ridículo. Ya veo, usted no tiene ningún interés en caminar ni una sola cuadra para encontrarse con usted mismo. Hubiera empezado por ahí. No, ningún problema. Es su punto de vista. Pero permítame: no le acepto ese concepto, “todo el asunto es ridículo”. Que usted carezca de interés no significa que la situación carezca de interés para el resto del mundo. Yo me he comportado con corrección, he atendido a sus dudas, a sus sugerencias. Su actitud en cambio, al hacer uso de esas palabras torpes, no está a la altura. Le ruego que retire lo dicho. Sí, esa parte, “todo el asunto es ridículo”. (…) Está bien. Sí, era eso. Gracias. Totalmente, estamos en paz. ¿yo? No ahora mismo, me siento un poco cansado, tanta discusión, tanta controversia. Pero en cualquier momento voy a volver a mis veinte cuadras del comienzo. Sí, sigo pensando que son más bien pocas, pero así están las cosas. Sobre todo tratándose de una situación trascendente. Y le digo más: de indiscutible trascendencia.

 

           
               

 

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