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más de José Antonio Durand
Academia de Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura FES
Zaragoza, UNAM,
en Tulancingo cultural
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Cándida, la esposa de Filemón, preocupada por la
tardanza de su marido, tomó el
teléfono
y llamó a los lugares que el señor
frecuentaba
en busca de placer,
descanso
o sano esparcimiento. |
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La señora se comunicó con la última de
las amantes de su esposo, pero esa noche "File"
-como le decían de cariño tanto esposa como
amantes- no se encontraba en el lecho de la
gratificante amante, "llámale a casa de sus
novias", aconsejó la amante a la esposa de
Filemón. |
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File, sin embargo, tampoco se encontraba
con alguna de sus novias. |
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Cada vez más preocupada, Cándida trató de
localizarlo en el bar, en la cafetería, en el
billar y en el cabaret, todo ello sin éxito. |
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Por fin, en la madrugada, Filemón llegó a
casa y con todo lujo de detalles refirió a su
comprensiva, fiel y solidaria esposa el motivo
de su tardanza. "Qué bueno que entre nosotros
secretos no haiga" comentó la señora
(porque así hablaba ella), agradecida por la
confianza que su marido le depositaba. |
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Resulta pues que tras el agotador juego
de dominó, File acudió a la acostumbrada
cafetería con el habitual propósito de "ligar",
y ahí conoció a una bella joven llamada Selene
de la cual se enamoró en el acto. Ambos
simpatizaron y saliendo de la cafetería fueron a
bailar a romántico salón. La esposa de Filemón
lo escuchaba atenta y respetuosamente como
siempre, compartiendo con entusiasmo la
desbordante emoción que el simpático de su
marido expresaba en el relato. |
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En el baile, según refirió don File, sus
mejillas (de él y de Selene) se unieron, y
cerrando ambos los ojos en fugaz ensoñación se
trasladaron al país de la alegría: ése que todos
los enamorados conocen. |
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La esposa le preguntó a File que si le
había pedido a la chica que fuera su novia, a lo
que contestó que no: "no me atreví" –dijo-, con
la mirada en el piso. La conocida timidez de don
File le había impedido declarar su tierno,
reciente pero inmenso amor a la deslumbrante y
descomunal Selene. |
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Esa noche ni Filemón ni su esposa
durmieron; él pensando en los azules ojazos de
la hermosa Selene, mientras que su trabajadora
esposa no cerró los ojos en toda la noche por
atender sus funciones de esposa fiel, tales como
la obligación de lavar el mejor pantalón de su
marido, plancharle la camisa gris de puntitos
verdes y asearle los zapatos negros de charol,
los de fiestas, para que Filemón acudiera
impecablemente vestido -y calzado- a la cita de
amor que con Selene había pactado para la mañana
siguiente. |
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Lentas, casi con pereza, las horas
pasaron y fue así que el radiante sol iluminó
con sus dorados rayos la fresca mañana del día
de la cita, que entre trinos de avecillas y el
gracioso volar de multicolores mariposas,
anunciaba ya el arribo de un nuevo día en la
esplendorosa primavera, ¡ta ta tiu ta ta tiuuu! |
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Cuando Filemón abrió los ojos al nuevo y
prometedor amanecer, un suculento desayuno,
producto de las habilidosas y callosas manos de
su hacendosa esposa, ya lo aguardaba en el lecho
cual era la costumbre de ese matrimonio decente
y funcional. |
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Cándida poseía una serie de cualidades:
era una eficiente lavandera, recamarera,
albañil, costurera, mesera, decoradora,
mecánica, enfermera, planchadora, amante,
radiotécnica, educadora (de los niños de
Filemón)... Pero ante todo Cándida era una
excelente cocinera. Nadie como ella para hacer
los "chiles en nogada", las albóndigas con
chilpotle (o "chipocle", como ella decía) y
otros grandes guisos de la cocina internacional
-especialmente francesa y marroquí- que no sé
cómo se llamen ni cómo se escriban. |
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La esposa del héroe de esta tierna
historia, desde muy temprana hora, acarreó de la
lejana toma de agua pública que se encontraba a
siete calles de distancia y de subida, el no
reducido
número de baldes con el vital líquido que
requería el galán para disfrutar del calientito
baño matutino que la ocasión tan especial
imponía. Buena esposa sin duda esta Cándida. |
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Después, con ternura, la señora colocó
una a una las pantuflas en cada uno de los dos
pies de Filemón, le envolvió cariñosamente en la
bata de terciopelo guinda, que durante meses
había tejido para él, y le pidió permiso para
que los niños se acercaran a su padre con la
finalidad de felicitarlo por la nueva y acertada
conquista.
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"Pero mujer -espetó don File-, todavía
ignoro si la bella Selene me aceptará como su
novio, ya ves que son muy poco serias las chicas
de hoy en día (y peor de noche), tanto así que
prefieren el amor libre al compromiso formal del
noviazgo". Sin embargo, los muchos ruegos de la
esposa animaron a Filemón y se conjuró esa
apesadumbrada concepción tan fatalista respecto
a las "chicas de hoy en día". |
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Corriendo y brincando de gusto, como
corresponde a los niños, los tres lindos hijitos
entraron a la recámara llenando de alharaca y
risotadas la límpida mañana que convertida en
luz multicolor se filtraba por los grandes
ventanales. Con el desbordante ímpetu infantil a
cuestas, los niños felicitaron a su padre, quien
envuelto en la genuina alegría de los pequeños
no pudo menos que prometerles tres medios
hermanos que, según juró, provendrían del bien
proporcionado vientre de la que por nombre
llevaba el del satélite nocturno, es decir,
Selene. |
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Antes de partir hacia el lugar de la cita
amorosa el buen padre, ejemplar marido y gran
señor de su casa -don Filemón para más señas-,
recibió de las artríticas y deformadas manos de
su abnegada, compartida, fiel, no envidiosa,
altruista, desinteresada y etcétera esposa, un
delicioso dulce de natas de leche de cabra
descremada (la leche, no la cabra), que con
licor de café, pasas, canela y media cucharadita
de vainilla de Papantla marca "Azteca Plus",
había preparado la señora para homenajear a la
señorita amiga de su señor esposo, a quien le
pidió que entregara el dulce de natas como
insignificante, efímero, pero sentido homenaje a
la bella y dichosa criatura recién enamorada por
su marido. ¡Ay ay ay ay ay! |
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Ese sabroso postre formaba parte de un
bien trazado plan de conquista que había ideado,
con cierto trabajo, la no muy inteligente pero
sí sacrosanta esposa que -justo es decirlo-
hacía honor a su nombre. Dicho dulce de natas de
leche de cabra descremada era un refuerzo a la
estrategia de cortejo, que la señora emprendía
como manifestación de solidaridad con su
querendón marido. |
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Como el anterior, muchos fueron los actos
de magnanimidad y comprensión demostrados por la
no muy talentosa, pero sí habilidosa, esposa de
don File. Actos de atención y de deferencia
(Cándida diría "diferiencia") hacia la
sublime Selene: reina de todos los astros; flor
de todas las flores; virgen de todas las
vírgenes... |
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En realidad eso y más que eso ¡no faltaba
más! se merecía Selene por ser hermosa y punto.
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Durante tres semanas, las más felices de
su vida, Filemón y Selene pasearon en calandria,
correteáronse en el bosque, se besaron en el
parque, fueron al cine y al teatro, a bailar se
fueron, rieron a bordo de la canoa que con
fortaleza y pujando remaba don File, dieron de
comer a los animalitos del zoológico, degustaron
platillos en elegantes restaurantes, encontraron
la sonrisa escondida en el fondo de la copa de
champaña, compartieron risa y emociones en el
espacio íntimo y original de los enamorados...Y
todos los gastos que esto produjo los financió
la familia: Cándida con sus ahorritos, que bien
vistos no eran poquitos, ganados lavando ropa
ajena, y sus hijitos se cooperaron con lo que
ganaron de limosna cantando en el metro. |
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En cierta ocasión y ante los ruegos de
Cándida, don File llevó a cenar a casa a la
preciosa Selene, sobre todo para congratular a
la rogona de su esposa quien ardía en deseos de
conocer y poder servir al encanto de mujer
recién descubierta por su marido. |
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La noche de la cena Cándida se esmeró en
atenciones hacia la angelical novia de Filemón,
el gran señor. Selene fue colmada de múltiples
distinciones; uno a uno los mejores platillos de
alta repostería, producto de las manos de una
excelente cocinera, fueron degustados con
condescendencia, gracia y elegancia como
correspondía a una verdadera dama. |
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Por su parte, los niños se comportaron
como educados caballeritos, pues sabían que
estaban obligados a causar "una muy buena
impresión a la invitada especial", según les
había dicho su madre (de los niños). Y es que en
tal ocasión Filemón había decidido pedirle a su
novia casarse con él. |
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Filemón se declaró; la novia dijo "yes"
(porque también hablaba inglés), y los
preparativos de la boda no se hicieron esperar. |
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La esposa de Filemón, la comprensiva y
maternal Cándida, hizo nuevamente gala de sus
artes como costurera: diseñó, cortó, cosió y
bordó con encaje blanco el vestido de novia de
la ahora más bella que nunca Selene Gómez
Sánchez (la cual tendría que cambiar de
apellidos por algunos extranjeros, desde luego
europeos, quizá suizos, para que éstos fueran
acordes a su hermosura). |
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La boda llegó. Los hijos de Cándida y
Filemón alzaban la cola (del vestido) de la
novia; las cuatro amantes de File fungieron como
"damas de honor"; la esposa Cándida fue nombrada
"madrina de ramo", pero no pudo asistir porque
tuvo que cambiar la cama matrimonial por una
king size y como no había camión de mudanzas
ella tuvo que cargar los muebles, haciendo dos
viajes: primero llevó el box spring y luego el
colchonzote. |
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Ya
ante el altar la encantadora Selene Smakovich
Trenszki parecía una muñequita de rococó… Y
cuando todos pensaban que esta historia
terminaría con la frase aquella de "...y
vivieron felices por siempre", resulta que al
mes siguiente de su segundo matrimonio el bueno
de don Filemón conoció a Aurora, otra hermosa
joven pero muchísimo más bella que Selene Gómez,
que diga Selene Smakovich... Y la historia se
repitió. Y un año después de su tercera boda el
agradable, simpático e inagotable de File
entabló
nuevas relaciones ahora con una joven
llamada Brisa y apellidada Matinal del Manantial
y etcétera, etcétera, etcétera.
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