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Tulancingo, Hgo., México

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  ¡Chilitos!    
       
 

Esta cámara se encontró unos chilitos en el patio de doña Lina de la Concha. La mente de inmediato evocó, después de tantos años, aquellos domingos de la infancia en que, en su compañía, los tíos, los abuelos y mis hermanos, solíamos ir al campo en los alrededores de Tulancingo, a cortar flores o ¡chilitos! Era una aventura, con puntas de pencas de maguey los extraíamos de su biznaga con dificultad, las púas nos pinchaban los dedos y muchas de las veces salía sólo un pequeño trozo que hacía imposible sacar el resto.

   
       
 

   
       
       
 
       
     
  Estos minúsculos frutos comestibles que guardan la forma del chile son de un sabor agridulce  con los que se prepara agua o se comen solos.  
 

 
     
  Al final, el nombre de este fruto se toma de  una planta cactácea llamada así, que da frutos similares a éstos, incluso de sabor, y que llevan el mismo nombre, garambullo. Existen muchas diferentes cactáceas que dan este fruto.  
     
     
   
   
   
 
     
     
     
     
  Éstos vendrían a ser los "garambullos", aun cuando el nombre también corresponde a una planta cactácea, según contaba el maestro Felipe Garrido muy conocido por sus cuentos como "cuentero" pues se las arreglaba para hacer sonar sus historias tan fantasiosas y generalmente cómicas que yo sólo reía y no le creía absolutamente nada, hasta que en una de aquellas reuniones "traductoriles" y editoriales que acostumbrábamos un grupo de amigos en el D.F., comenté sobre los "chilitos" de mi tierra. Entonces, él exclamó "¡esos son los garambullos! los garambullos que te causan tanta gracia".  
     
 
   

 

 
   
   
   
   
   
  Jorgito de la Tejera nos muestra la maceta.
   
   
 
       

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