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Las Leticias que el
Decálogo lleva dentro.
Cuando un autor-autora desarrolla una edición
propia de su propuesta, suele suceder que la obra motivo del
trabajo propiamente dicho sea llevada a un más allá de sí
misma, a veces para bien, en otras no tanto. Desconozco la
primera edición de este Decálogo de la envidia, realizado
por la misma autora apenas ayer, en 2021, y esta segunda
edición, de 2022, abre los ojos de mi atención desde la
portada, donde Leheral presenta un sugerente dibujo de
rostro femenino joven de finales del siglo pasado en el
centro, abajo del crédito autoral y por arriba del
atractivo, contundente y prometedor título de lo
literariamente editado: Decálogo de la envidia. El gráfico
con el rostro es una sorpresa. La firma Leheral parece ser
de Leticia Herrera Álvarez, lo cual querría decir que la
firmante del Decálogo… es la misma y nos presume,
enriqueciendo la edición, su capacidad creadora plástica con
cinco Dibujos… niñas que jugaban en el kiosco de Santa María
la Rivera y…compañeras de la clase…
El corpus cuentístico, conformado por un más
allá del portón y veinticuatro relatos bajo la denominación
del título, nos desvela el tropo propuesto por quien escribe
y edita. En términos rigoristas se señala que el Decálogo…
no es tal y tendría que titularse como un vigesimocuatrólogo
y sí, de la envidia. ¿Pero esto es un engaño? No. ya dije
que es un tropo, con seguridad un tropo de ironía, donde se
prometen diez, tal vez para que el lector no se sienta
apabullado antes de iniciar, para dejar a la capacidad
provocadora de catarsis el seguirse después de llegar a la
decena prometida en el titulado. Ya verá quien inicie la
aventura de lector que no únicamente cuestionará que el
supuesto Decálogo… no esta tal, sino que después del cuento
número veinticuatro, le reclamará a la responsable por no
incluir más que los veinticuatro.
Proyectando un análisis a mayor profundidad,
tal vez no exista mentira al contar diez, medida del
titulado, quizá, y esto es solo hipótesis de trabajo
posterior, son diez si concatenamos y unimos varios de los
veinticuatro en grupos de envidias. En realidad diferentes
envidias son causa de varias narraciones presentadas
disgregadamente desde la perspectiva de una creadora madura,
profunda, memoriosa, imaginativa y sensible; sobre todo
exquisitamente sensible, que con el dominio de su oficio es
capaz de conducir sensibilidades de lectores, escuchas,
creadores de imágenes ambos por un delicioso juego de
emotividades de aconteceres a un personaje que viaja desde
las estalactitas que humedecen o anegan el pañal en el que
debiera supuestamente descansar, hasta las sensaciones del
primer beso de amor. Un viaje por la vida desde la cuna
hasta el momento de iniciar la racionalización de los
aconteceres de la existencia.
Ahora bien ¿quién es ese narrador? Capaz de
abrirnos la puerta o prologar literariamente a la propuesta
del supuesto Decálogo, aspecto atractivo e interesante. El
narrador nunca es nombrado, o sea que no se desvela a sí
mismo, lo que evidencia o sugiere evidenciar a Leticia
Herrera Álvarez, la autora, como una propositora
autobiográfica; y en verdad es una posibilidad, aunque no la
única pues estas propuestas son ejercicios de memoria
revueltos, con cucharón de sabiduría (eso que le dicen
talento) literaria, en materia prima de imaginación para
realizar un discurso. Es Leticia quien firma, pero la autora
imaginó, ecualizó emociones, disparó a sensibilidades otras
e inventó exactitudes artísticas; por tanto, el personaje
narrador puede ser ella, una niña que conoció, un invento de
su imaginación o el deseo de lo que pudo sucederle a ella u
otra a la que Leticia Herrera Álvarez le dio voz.
Si usted gusta continuamos o, con alguien
diferente, continúa usted esta plática posteriormente a que
lea el Decálogo… compuesta de veinticuatro unidades
antecedidas por un Más allá del portón que introduce o abre
para prologar.
Galván Rodríguez
7 de septiembre de 2022
San Francisco, Calif. |
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