De la poesía de Maya Lima
NÁYADE
Y SU CANTO MAÑANERO
Con escamas y
canto
y la melena
revuelta,
así
amanecemos las sirenas.
Una mañana
aspiré borbotones de agua
los valles,
las calles y las noches,
pintadas de
azul
crecieron en
mis labios
que, hablando
en términos estrictos,
debieron
causar mi muerte,
pero la
gracia de un viejo dios marino
invocado por
las vírgenes de los
patios
traseros de cualquier vecindad del mundo,
bendijo mi
nuevo cuerpo.
Mi madre
gritaba: ¡cúbrete los pechos!
yo
resplandecí abriendo el plexo
provocando el
primer amanecer
en la calle
abandonada de mi barrio.
Así fue como
mi sangre
enfrió la
cola tornasol
que corona el
final de mi raza.
Llevo una
flor marina, delicada
sobre rizos
verdes.
Y mi voz
produce los
cantos más gloriosos,
pues en ella
viven
los deseos de
las mujeres
que no gustan
de la sal de los mares.
Los llantos
de las que no
aprendieron a nadar
por miedo a
mostrar su carne.
La locura
de las que
fueron sirenas
y decidieron
regresar sobre sus dos piernas
para sortear
las olas enfurecidas
que les
arrastran a una desolada roca.
Mi voz
también aloja
los silencios
de un anciano
que pasa las
tardes escribiendo poemas
a niñas que
no existen,
los
pestañazos de la oficinista
que no olvida
el primer
beso de un tritón,
el que
desapareció sumergido
en las vías
del metro hidalgo.
Y dos o tres
odios
de aquellas
que no
soportan
el atributo
de la mujer impura
que frente al
espejo
peina por
horas una larga caballera.
Mi cola no es
el emblema de promiscuidad;
yo amamanto a
los héroes abandonados,
transporto
sus almas
hasta el
inframundo de alguna cantina
que ofrezca
botana,
ellos
estrellan sus
naves en mis acantilados
y pocas
veces,
según sea el
caso,
los trago
abandonando sus huesos
en la orilla
de la banqueta.
Hoy amanecí
sirena
y mis
lágrimas no son perlas,
Hoy amanecí
sirena
y las escamas
de mi cuerpo
se desprenden
fácilmente.
Por eso canto
despierto y
canto.
|