en el empedrado vacío
en los morros
en la floresta
en los desperdicios de la noche.
A las siete
por sobre el infierno de las chicharras
comienza el tañer de las campañas
mansas
vibrantes
claman en el viento.
Bronces melacólicos
que contemplan por siglos
la bahía a lo lejos
los techos enmohecidos
y los hombres insistentes
esperanzados
arrastrando su piedra
pulida por un sol profano
y vuelta a caer
y a rodar más abajo todavía.
Candeciosas tañen
una canción antigua
que retorna cada domingo
y las gentes van trepando la cuesta
la ilusión bajo el brazo
las penas en el zapato.
No cesan las campanas
en su única danza
predican la resistencia
la voluntad
la dignidad
los han visto nacer y morir
y rezar en vano.
Son amigas de los gallos
de las palomas tontas
de los loros banales
rompen su mutismo
cada amanecer de domingo
entonces la inquietud entre mis sábanas
tiene un respiro
va sigueindo en vilo el repicar
de una iglesia a otra
los remordimientos comienzan a alejarse
como pájaros negros
melodiosas las campanas
cantan milenarias para mí
anuncian un domingo nuevo
aquí cerca del mar
se mecen sedientas
de la libertad de las palmeras.