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Sergio Alarcón

 

 

 

 

 

 

 

 

     

17.Oct.2025

 

 

De la poesía de Sergio Alarcón: ANTISUICIDA

 

 

 

 

 

Soy un antisuicida en potencia,

viviré hasta las últimas consecuencias

mi adicción por la vida.

Defenderé con sangre,

mi derecho a la utopía,

la vocación por la ebriedad

y la locura.

Llevaré muy en alto,

tatuados en la frente,

los sueños indeclinables

de la revolución.

Iré todos los domingos

y días festivos

a la catedral más próxima

a mis pies, para ayudar

a Jesucristo, a bajar de la cruz,

para beber con él en la taberna,

el vino consagrado en el altar,

para brindar y emborracharnos hasta perdernos en parábolas,

para arrancar de las vírgenes,

sus vestiduras de abstinencia,

hasta hacer una orgía de amor

con Venus, Afrodita y Magdalena, con Safo de Lesbos

y Marilyn Monroe

y la madre Teresa de Calcuta,

y todas las mujeres santas y non santas que, ofertan placer,

en Jerusalén, el Vaticano

y la siempre concurrida Meca.

Así, entre la arquitectura sensual

de todas ellas y los pechos

al viento y sus piernas abiertas,

como los portones

de las grandilocuentes catedrales,

ofrendando, las ardientes rosas

de su cuerpo, frente a la frenética pasión y el deseo irrefrenable

de Jesús, Buda, Aristóteles y yo.

Bebiendo de la piel de ellas

y ellas de la dermis nuestra,

degustando del cuerpo,

las delicias placenteras,

hasta ser testigos del orgasmo multitudinario de la piedra

que vio resucitar a Jesucristo.

Llevaré al Jesús resucitado

por las calles más oscuras

y perversas de la ciudad,

aun, con las sangrantes heridas

de los clavos y la corona del deseo

entre el fuego erecto de sus piernas.

 

Entraremos a los burdeles

para beber de la miseria

y la desdicha de la carne,

que, por míseros pesos,

se oferta, entre sorbos

de vino adulterado,

raciones generosas de amargura, copas de melancolía y lúpulo

y negras hostias de tristeza,

entre el olor nauseabundo

de los orines y las matronas cucarachas, adaptadas al ritual perverso de los siglos

y la lujuria y el morbo adyacente

de las bestias.

Un día de tantos,

un día no como cualquiera,

un día de esos que se esperan

y se esparcen, entre la algarabía

y las mejores vestimentas,

como un día de fiesta patronal,

esos días que, como gaviotas llueven desde un cielo de diamantes

y fastuosa pirotecnia,

un día, de esos que se extienden

por las estancias de un glorioso

fin de semana, entre la sonata

y la pasión revolucionaria de los amigos hacinados

en el puño de la complicidad,

un día, justo como esos,

llevaré al maestro a paladear

los excesos del club

de los veintisiete, lo iniciaremos

en medio de la soledad

atronadora de la fama, conviviremos, hasta los confines

de la carne y la locura

y la abundancia

de una última cena,

junto a Jimi Hendrix,

Janis Joplin, Jim Morrison,

Amy Winehouse, Kurt Cobain,

Brian Jones, entre el blues,

el alcohol y los poetas malditos,

entre un vasto bufete

de selectas adicciones,

entre un solo interminable

de guitarras y una partitura fantástica de alucinaciones.

Así; en un día de emociones largas, de placeres romanos

y el llanto de la luna en un concierto de Metálica,

entre célebres canciones de Beatles, Imagina. El Blues de la cabaña.

Con las puertas abiertas del alma

y el corazón henchido de ternura

y hermandad, entre la sonrisa

y las rastas de Bob Marly,

comulgaremos las blanquísimas hostias de la coca,

el verdor de la paz

en un jardín esbelto de cannabis

y alucinantes esporas

cultivadas por María Sabina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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