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20.Septiembre.22
Novelar en Ciudad Neza por
Pterocles Arenarius y la novela Regueiras
del autor Sergio García Díaz
Regueiras es el
reciente libro de Sergio García Díaz con el sello de la editorial Eterno
Femenino Ediciones, publicado en 2019, para cuya presentación Pterocles
Arenarius escribió la siguiente reseña.
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Novelar en Ciudad Neza
Pterocles Arenarius
Texto leído en la
presentación de la novela Regueiras I, en Casa Maha, Ciudad
Neza.
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Regueiras. Sergio
García Díaz. Eterno Femenino Ediciones, 2019.
Déjame leer los cuentos
policiacos que se escriben
en tu país y te diré la clase
de sociedad en que vives.
Masiek Wisneki
Para conocer el espíritu de
una nación más que estudiar su historia, más que leer acuciosamente los
tratados sociológicos que en el seno de tal nación se han creado, incluso
más que conversando con la gente, pues se necesitaría charlar con miles y
con los más representativos, la mejor manera es leer su literatura, su
narrativa, indudablemente su poesía.
Los pueblos que no han creado
su propia literatura no existen. La antropología, la historia, han llevado
este apotegma hasta un extremo, de alguna manera, terrible: los pueblos que
no crearon lenguaje escrito no son pueblos históricos, sino prehistóricos.
Porque al crear el lenguaje escrito, indefectiblemente, se plasma la
literatura, la poesía de los pueblos. La literatura es consustancial al
lenguaje y, quién nos puede decir si no es incluso previa a este. En todo
caso, la literatura es simultánea a la razón, al pensamiento, pues el
lenguaje es su manifestación.
La existencia del fenómeno
literario es uno de los más brutales actos contranatura.
La madre naturaleza
simplemente transcurre, no sabemos ni tenemos idea si tiene un sentido. Ni
siquiera lo sabemos porque nosotros, siendo una consciencia que ella creó,
ignoramos si nuestra existencia tenga un sentido. Eso que lo resuelva la
filosofía, si es que puede. Pero por lo pronto, al hacer literatura le
estamos dando sentido al devenir de la existencia. Sin importar si lo tiene
o no lo tiene. Esa es, humildemente, la trascendencia de la literatura.
Bueno, del arte en general. Y digo que es contranatura porque el padre
Cronos lo devora todo, infatigable, insaciable e implacable. Pero la obra de
arte desafía al tiempo. Todos los que estamos aquí hemos de morir. Y todo lo
que hayamos hecho será borrado por el despiadado Cronos. Sin embargo,
aquello que alcance los territorios divinos de la obra de arte, se burlará,
aunque sea por unos cuantos milenios o más tiempo, quién puede saberlo, de
ese insaciable devorador de sus propios hijos, el tiempo.
Por semejantes razones es
tremendamente importante que haya un detective privado que viva y que
trabaje en Ciudad Nezahualcóyotl. Yo no sé si haya habido o esté trabajando
en estos momentos un detective privado en Ciudad Neza. Pero ya lo hay en su
literatura. Por si nunca lo hubo y por si no llegue a haberlo, ya existe y
se llama Regueiras.
Es un hombre que camina por
las calles de esta ciudad, conoce sus calles, sus costumbres, sus dolores y
sus maneras de amarse o de simplemente coger, para qué amar si con coger es
más que suficiente, dice uno de los filósofos necenses, el que, como todos
saben, con su Regueiras, nos ha convocado a este acto.
Regueiras es una novela que
cumple el primer —y me atrevo a llamarlo así— dogma de la obra literaria
(aunque acá entre nos conspiremos que el único dogma admisible es el de que
“Los dogmas no existen ni se respetan”): digo el primer dogma es que la obra
debe, antes que nada, entretener, divertir a su lector. Una vez cumplido
semejante deber, puede hacer lo que quiera. Lo que sea. Con la consciencia
de que satisface, como lo dijo el maestro Jaime Torres Bodet: “… la
responsabilidad insobornable (del escritor), la responsabilidad de su
libertad”.
Así, la novela en cuestión,
además de ser divertida, nos retrata la heroica Ciudad Nezahualcóyotl, nos
exhibe a sus no poco entrañables habitantes, a los ilustrados de tal ciudad,
es decir, al círculo de amigos de Regueiras, ese detective privado que
reivindica a su ciudad y que, denodado, heroico, se enfrenta, como un
Quijote de la Mancha, a algunos de los más espantosos crímenes que ocurren
—por fortuna, aunque lentamente, cada vez menos— en muchos sitios de nuestro
adolorido país: el feminicidio.
Regueiras, la novela, de
muchas maneras pone en alto a Ciudad Neza. A un grupo grande de mexicanos
venidos de todos los rincones de la nación, los que en alguna época —los
años 70— fueron llamados como “El campo de concentración más grande del
mundo”. Neza es hoy muy otra cosa, una gran ciudad, por más que siga
padeciendo de algunos de los gravísimos y dolorosos problemas de todo
México. Pero, el hecho de que haya una excelente novela de un héroe necense
(no otra cosa es ese detective apellidado Regueiras) coloca a esa ciudad en
muy otra tesitura. Es decir, allí se hace arte, se crea civilización y,
necesariamente, hace su colaboración para que este mundo sea más asequible,
menos rudo. Se vuelva entrañable.
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