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       Por el Día Internacional de la Mujer

8.Mar.09

     
     
 

Tere Ponce

 
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     

 

 
     
     
 

LECTURA DE “UN CUARTO PROPIO” DE VIRGINIA WOOLF

Por Tere Ponce

 

 

 
 

La célebre escritora inglesa fue invitada a dar una serie de conferencias a las estudiantes de literatura inglesa en una gran universidad de su país, sobre “Las mujeres y la novela”. El producto de esas charlas fue el ensayo “Un cuarto propio”, el cual revolucionará la historia de las ideas sobre la mujer y su emancipación. Las conferencias se programaron en 1928. Ella publicó este célebre ensayo un año después.

 
 

¿Cómo vislumbra a la mujer Virginia Woolf “dentro de cien años”?

 

 
 

En 1929 escribe en Un cuarto propio:

 
 

“En cien años, pensé al llegar a mi puerta, las mujeres ya no serán el sexo protegido. Participarán en todas las actividades y esfuerzos que les están vedados ahora. La niñera hombreará carbón. La tendera conducirá una locomotora. Todas las conclusiones derivadas del hecho de que la mujer es el sexo protegido caducarán –por ejemplo (aquí un pelotón de soldados atravesó la calle) la conclusión de que las mujeres y los curas y los jardineros viven más que otra gente. Quiten esa protección, expóngalas a los mismos esfuerzos y actividades, háganlas soldados y marineros y maquinistas, y trabajadores de puerto, y las mujeres morirán tan jóvenes y tan pronto que se dirá : “hoy  he visto una mujer” como antes se decía: “hoy he visto un aeroplano”. Todo puede suceder cuando la feminidad ya no sea una ocupación protegida, pensé al abrir la puerta (Cap. II 37).

 

 

 
 

Virginia Wolf parte de la premisa:  “para escribir novelas: una mujer debe tener dinero y un cuarto propio; y eso, como ustedes verán, deja sin resolver el magno problema de la verdadera naturaleza de la mujer y de la verdadera naturaleza de la novela.” (p. 7. Woolf Virginia, Un cuarto propio, Ed. Colofón, México 1998).

 
 

A su llegada a la Universidad Oxbridge (unión de Oxford y Cambridge, las dos principales universidades británicas) Wolf construye la conferencia como un relato de ficción: “aprovechando las licencias del novelista, les contaré la historia de los dos días que precedieron a mi llegada”...“Allí estaba yo, díganme Mary Beton, o el nombre que se les antoje”.

 
 

La escritora camina por el prado agobiada por el tema de la conferencia (Las mujeres y la novela) y llega a la puerta de la Biblioteca de la universidad.

 
 

Debo de haberla abierto, porque inmediatamente surgió como un ángel guardián, vedando el camino, con una agitación de ropaje negro en lugar de alas blancas, un caballero suplicante, plateado y bondadoso, que deploró en voz baja, al despedirme, que la entrada a la biblioteca solo fuera permitida a señoras acompañadas por un profesor del colegio o provistas de una carta de presentación”  (p. 11).

 
 

Se queda viendo el parque, el universo masculino de maestros, alumnos que entran y salen, hasta que llegó el almuerzo. Y allí interpola una percepción sobre las novelas de los varones: forma parte de la convención novelística no hablar de sopa ni de salmón ni de patos, como si la sopa y el salmón y los patos carecieran de toda importancia y entonces desafiante, la Woolf relata lo que comió en ese almuerzo con sus ensaladas, salsas, budines  y cigarrillos...Luego les describe un día de octubre y como no queriendo, va subrayando los poemas que cantaban las mujeres y los que cantaban los hombres en durante la guerra del 14...La opulencia de la mesa le recordó a las mujeres que tuvieron que hacer rifas y pedir dinero para editar en 1860 una revista: La Saturday Review consiguiendo, después de una larga lucha, treinta mil libras.

 
 

Virginia se pregunta entonces ¿Por qué un sexo (los hombres) era tan adinerado y el otro (las mujeres) era tan pobre? Para responder a esta pregunta comenta que hace sesenta años, “era imposible que las mujeres ganaran dinero, y en segundo, aunque hubiera sido posible, las ley les negaba el derecho de poseer el dinero que pudieran ganar.  Sólo hace cuarenta y ocho años que Mrs. Seton tienen un centavo, Porque en todos los años anteriores hubiera sido propiedad de su marido....”

 
 

Pensando en la influencia que ejerce la pobreza sobre la literatura y cuáles son las condiciones que requiere la creación de obras de arte, fue al Museo Británico donde encontró miles de libros de hombres que hablaban de mujeres, pero no encontró libros de mujeres que hablaran sobre los hombres y volvió a preguntarse ¿Por qué son pobres las mujeres?

 
 

Entonces Virginia transcribe con gran ironía, lo que piensan los sabios de las mujeres:

 
 

Pope: “La mayoría de las mujeres carece de todo carácter”.

 
 

La Bruyère: “Las mujeres son extremas: son mejores o peores que los hombres”. Todos los libros que leyó los resume en la tesis del profesor “Von X:” : “La inferioridad Mental, Moral y Física del Sexo Femenino”. Piensa que esos volúmenes exaltando la inferioridad de las mujeres están escritos con ira. Los deja. Sale a comer. En el restaurante hojea un periódico y reflexiona al ver noticias sólo de hombres.

 
 

A la hora del almuerzo piensa que los varones necesitan ver inferiores a las mujeres ¡a la mitad del género humano!!, para poder conservar ellos su poder, ir a la guerra, o escribir novelas...Y reflexiona: hace siglos que las mujeres han servido de espejos dotados de la virtud mágica y deliciosa de reflejar la figura del hombre, dos veces agrandada. (p.33) Esto explica lo necesarias que son las mujeres para los hombres.

 
 

Luego confiesa a su audiencia que ella heredó dinero de una tía por el solo hecho de llevar su nombre: 500 libras al año de por vida, el mismo día en que se dio el voto a la mujer. Y del voto al dinero, ella se alegró más por el dinero porque le dio su libertad.

 

 
 

OCUPACIONES DE LA MUJER EN 1918

 
     
 

Antes (de recibir la herencia) me había ganado la vida pescando tareas raras en los diarios, haciendo la crónica de una exposición de burros por aquí, de una boda por allá; había ganado unas pocas libras dirigiendo sobres, leyendo en voz alta a señoras viejas, haciendo flores artificiales, enseñando el abecedario a chiquilines en un jardín de infantes. Tales eran las principales ocupaciones accesibles a la mujer antes de 1918.

 
 

Virginia entra ya en el campo de la historia de la literatura rastreando la presencia femenina en las letras inglesas en el capítulo III de su célebre ensayo.

 
 

Sigue buscando  por qué las mujeres son más pobres que los hombres y cuál era la condición de la mujer en la época Isabelina, en la que no hubo mujer que escribiera una línea de esa extraordinaria literatura.

 
 

Recurre nuevamente a la Biblioteca y encontró lo siguiente: “golpear a la esposa era un derecho reconocido del hombre y ejercido sin recato por humildes y poderosos. La hija que rehusaba casarse con el caballero elegido por sus padres, se hacía acreedora a que la encerraran, la golpearan y la tiraran por el suelo, sin que la opinión pública se conmoviera.”

 
 

         Si la mujer no tuviera más existencia que la revelada por las novelas que los hombres escriben, uno se la imaginaría como un ser de la mayor importancia; muy cambiante; heroica y mezquina, espléndida y sórdida; infinitamente hermosa y horrible en extremo; tan grande como un hombre, tal vez mayo” (p. 40).

 
 

        En la vida real  las mujeres apenas sabían leer, deletrear y eran propiedad del marido. La escritora se duele de que nada se sepa de las mujeres antes del siglo XVIII. E ironiza sobre la opinión de un venerable obispo que afirmó: “los gatos no van al cielo, las mujeres no pueden componer las piezas de Shakespeare”.

 
 

Woolf vuelve a fantasear suponiéndole a Shakespeare una hermana, a la que llama Judith, quien no tiene la oportunidad de William de ir a la escuela. Judith se escapa de la casa familiar cuando quieren casarla contra su voluntad, va a Londres, quiere ser actriz pero nadie la deja, escribe a escondidas, queda encinta y se mata una noche de invierno.

 
 

Reflexiona: El mundo no pide a las personas que escriban poemas y novelas e historias, no lo precisa.

 
 

Comenta más opiniones doctas sobre de las mujeres:

 
 

 Gregg: “lo fundamental en las mujeres es que las mantienen los hombres y que ellas los sirven”. Y concluye: había una enorme masa de opinión masculina de que nada podía esperarse de las mujeres intelectualmente.

 
 

En el siglo XIX la mujer carecía de todo estímulo si quería ser artista. “La historia de la oposición de las hombres a la emancipación de las mujeres es quizás más interesante que la historia misma de esa emancipación”.

 
 

Recuerda a dos poetas del siglo XVII. Una de ellas, Lady Winchilsea (1661) escribe versos indignados contra el atraso de las mujeres por educación, es escritora de versos melancólicos como los que dicen: “denigrados mis versos y mi tarea juzgada locura inútil o vanidosa falta...” La otra, Margarita New Castle, escribió “las mujeres viven como murciélagos o lechuzas, trabajan como bestias y mueren como gusanos”, entre otras mujeres poetas de la nobleza británica y se refiere a la gran actividad intelectual de las mujeres  a fines del siglo XVIII, para concluir que ésta se debió a que “las mujeres podían hacer dinero escribiendo”. “El dinero, afirma, da valor a lo que impago es frívolo”.

 
 

A fines del siglo XVIII, la mujer de la clase media empezó a escribir, hecho que considera más importante que las Cruzadas o las Guerras de las Rosas. Sin esas precursoras, Jane Austen, las Brontë (Emily y Charlotte) y George Elliot no hubieran escrito. Finalmente recomienda: “Ganen con su talento quinientas libras esterlinas al año”.

 
 

Llega el siglo XIX. Las mujeres comienzan a escribir, se vuelcan en la poesía, no en las novelas. Las cuatro novelistas (Austen, las Brontë y George Elliot) pertenecieron a la clase media. En el s. XIX, si una mujer escribía tenía que hacerlo en la sala común. Jane Austen así redactó sus novelas. Escondía sus manuscritos y los tapaba con papel secante.

 
 

El estilo y la estructura de las novelas hechas por mujeres le interesa, pues no hay tradición que guíe a las escritoras. Ellas tienen que inventar su tradición con mayor o menor dificultad.

 
 

 En el tiempo presente, nos dice en sus conferencias de 1928,  hay tantos libros escritos por hombres como por mujeres y sobre todos los temas. Virginia encontró en un libro reciente de la escritora Mary Carmichael una frase sobre la que borda su discurso: “A Chloe le gustaba Olivia”, para concluir que sería una pena que las mujeres escribieran como los hombres, o vivieran como los hombres, proponiendo que las mujeres escriban como mujeres y capturen el mundo femenino con otros ojos.“Hay que registrar todas esas vidas (de las mujeres) infinitamente oscuras”, recomienda.

 
 

 A partir de la visión de una pareja (hombre y mujer) que se sube a un taxi, Wolf especula con la idea de que los dos sexos deben fusionarse armónicamente en el cuerpo de una persona., partiendo de un pensamiento de Coleridge : “una gran inteligencia es andrógina” y explica: (Coleridge) quería decir tal vez, que la inteligencia andrógina es resonante y porosa; que trasmite sin dificultad la emoción; que es naturalmente creadora, indivisa e incandescente. Shakespeare es el modelo de inteligencia andrógina. Propone a sus oyentes, como escritoras no tener una mente sólo de mujeres, sino deben tener una mente “viril-mujeril”. (“Es fatal para el que escribe pensar en su sexo. Es fatal ser un hombre o una mujer pura y simplemente”).

 
 

Insiste en que la independencia intelectual depende de las cosas materiales. Y las mujeres han sido siempre pobres. “Las mujeres han tenido menos libertad intelectual que los hijos de los esclavos atenienses”. Las mujeres, por consiguiente no han tenido la menor oportunidad de escribir poesía. “He insistido tanto por eso de tener dinero y un cuarto propio”.Habla de las nuevas oportunidades de la mujer, hace una recapitulación de lo dicho y alienta a las jóvenes a ser ellas mismas, a escribir siempre lo que se desean escribir, a conocer y descubrir la realidad para apresarla en las redes de la escritura.

 
     

 

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