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18.Sept.13

     
   

 

De Nicaragua

la escritora Vidaluz Meneses

 

 

 

La mona Panchita

cuento

 

La mona Panchita vivía en casa de un veterinario en la carretera sur de Managua,  encaramada en un hermoso árbol de chilamate, amarrada por una larga cuerda que concluía en un bonito collar. La cuerda era tan larga que le permitía  colgarse y mecerse a su antojo, así como salir corriendo a coger bananos, maní y toda clase de chucherías que los vecinos y pasantes del lugar le regalaban.

Un día el hermano del veterinario que iba a instalar un pequeño zoológico en el hotel que tiene en Las Segovias, le pidió a la Panchita y éste se la cedió tomando en consideración que iba a estar más alegre en compañía de otros animales.

La Panchita rápidamente hizo amistades entre los huéspedes del hotel.  Un Comisionado de la Policía que vivió unos meses allí con toda su familia, mientras se trasladaba a la casa donde iba a residir, pudo apreciar lo divertido que pasaban sus niños  jugando con la Panchita.

Extranjeros y nacionales, todos se detenían a observar las mil piruetas que hacía, lanzándose de un árbol a otro en el jardín-zoológico donde ahora habitaba.

Un día, una muchacha le dio un vaso de refresco que al cogerlo la Panchita, derramó un poco, la muchacha hizo el intento de ayudarla, pero la Panchita muy brava, creyendo que le iba a quitar el vaso, la mordió.  La muchacha fue llevada de inmediato al Centro de Salud donde, además de curarla, le preguntaron dónde estaba la mona que la mordió, ella contestó que en el hotel, y de inmediato mandaron a un enfermero a observar a la Panchita, tomando luego la decisión de matarla porque lo más seguro es que tenía rabia y esta enfermedad se pasa al ser humano y provoca la muerte.

Inmediatamente se regó la noticia entre los huéspedes y el vecindario, toda la gente conmovida por la decisión de eliminar a la Panchita, sólo que unos, temerosos por la rabia aceptaban la medida resignados, pero otros alegaban que no era necesario ni justo.  Del Centro de Salud enviaron dos personas sucesivamente con un rifle 22, que apuntaban a la Panchita y ésta creyendo que era juego, se ponía más graciosa, brincaba, se colgaba de las ramas, reía, mientras el resto de los animales observaban y sus agresores no tenían el valor de disparar.  Intentaron finalmente darle un banano al que le pusieron veneno, pero la astuta Panchita lo rechazó.

Para mientras, el dueño desesperado, había llamado a su hermano veterinario pidiéndole la constancia de las vacunas que le había puesto a la Panchita, las que además debían ir certificadas por el Ministerio de Salud, explicándole que había una sentencia de muerte sobre ella. Éste apresuradamente fue hacer las diligencias que no lograron concluir tan rápido porque había días festivos de por medio y no estaban funcionado todas las oficinas.

Dado que nadie del personal del Centro de Salud pudo cumplir la ingrata misión de acabar con la Panchita, le pidieron al Comisionado que enviara un policía a ejecutarla, pero entonces, saltaron los niños del Comisionado que ya estaban enterados, se le colgaron de los pantalones y le suplicaron:  Noo papá, que no maten a la Panchita!

Felizmente, llegó la constancia del Ministerio de Salud que la llevó un ayudante del bus igualmente enterado del asunto y que además relató la historia a los pasajeros que, como la población se dividieron, unos a favor de la vida de la Panchita y otros aprobando la medida por el peligro de que la muchacha mordida fuera a morir de rabia.  

La muchacha mordida estaba muy triste por la Panchita, ella confiaba que no le iba a pasar nada, que no era rabia, simplemente que la monita amiga era muy mimada y pensó que le iba a quitar el refresco que le había regalado.

Finalmente en el Centro de Salud recibieron la constancia que llevó apresurado el dueño del hotel y suspendieron la orden.

¡La Panchita se dio la gran salvada de un riesgo del que no se enteró pues más que nunca estuvo visitada por montones de gente! 

 

   
   

 

 

 

   
     
 

 

 
     
   

 

 

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