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El libro está dedicado a Margarita, su esposa. Nos dice el poeta, “No
soy de los que deciden/ el rumbo de los días, los dejo pasar,/ confío en
que serán siempre favorables./ No me asusto ni hay asombro/ cuando me
equivoco.” Desde este primer poema, presenta el tema del tiempo, los
días y la forma de enfrentar el destino como un maestro Zen, el hacer
sin hacer, porque equivocarse no es equivocarse y acertar no es acertar,
todo va más allá de lo que podemos ver o pensar. Hay una suerte de
perfección en los sucesos pues no pueden ser de otro modo, son perfectos
así, por eso confía el poeta.
El rumbo, los senderos, la noche, el día, la mirada y los recuerdos, el
emigrante, los lugares, son constantes en su poética. Waldo es un poeta
que se mueve sin moverse, no sólo viaja en tiempo lineal del pasado
hacia el futuro, sino que lo hace hacia cualquier dirección que le
apetezca, incluso las posibilidades. El habitar como fantasma en un
mundo paralelo donde se brinda un trago de ron a los ausentes.
“¿Alguien me vio partir?/ ¿Alguien me espera?/ en la memoria del
porvenir / Yo seré el que regresa” “Cae lenta la lluvia de invierno/ sin
sospechar que moja/ el último diciembre de este siglo.” “Ella nunca supo
que yo existía,/ y temblaba a su paso/ y me masturbaba en su honor/ en
las húmedas letrinas de los cines del barrio./ No quiero rescatarla
entre las piernas/ de esta mujer que pasa/ y para la que sólo soy un
extranjero.” Cada poeta camina en su voz como por un laberinto que le
seduce y encanta, Waldo, entre una sensualidad metafísica y una
prodigiosa visión del tiempo y los espacios, logra cargar los
significados de las palabras de ingravidez, quiero decir, que la
densidad y profundidad de los poemas se transforma en musicalidad que se
respira, que flota como un perfume que envuelve los oídos. Su discurso
es aparentemente sencillo, pero no, es mucho más elevado, en sus aguas
claras el fondo parece verse, mas nunca se conoce. Una palabra le sigue
a la otra como si no hubiese otra forma que la suave brisa que nos lleva
de recuerdo en recuerdo, sean estos del futuro, o de otro universo
paralelo.
Nuestro poeta, en su poema “Ptolemaicas” nos habla del descubrimiento de
la palabra “infinito” y de lo que provocó en los sabios, de cómo Claudio
Ptolomeo nos protegió de esa angustia. ¿Qué otro pensador podría ser
citado en este poemario? Recuerdo mi asombro al encontrar la semejanza
entre Octavio Paz y Ptolomeo en el poema Hermandad, por un lado,
Ptolomeo escribió: “Sé que soy mortal, y que he nacido para durar un
día, pero cuando sigo, la compacta multitud de las estrellas en su curso
circular, mis pies no tocan ya la tierra y asciendo hasta el mismo Zeus
para regalarme con ambrosía, el alimento de los dioses.” A su vez
Octavio Paz escribe: “Soy hombre: duro poco/ y es enorme la noche./ Pero
miro hacia arriba:/ las estrellas escriben./ Sin entender comprendo:/
también soy escritura/ y en este mismo instante/ alguien me deletrea.”
En el caso de Leyva, se hermana en esta dilatada tradición, que retoma
esa reflexión en torno a todo cuanto es y ¿qué más puede ser que el
mismo infinito y la sensación que nos produce al interiorizarla? Waldo
no trata de asombrarnos, simplemente dice las cosas que le suceden al
ser humano, lo más íntimo y profundo.
Escuchamos con cuidado, reconocemos un grito en el tumulto que nos
cerca. Ese grito es el del poeta Waldo Leyva. Un poeta que está en los
lugares que nunca estuvo, que nació cuando aún no nacían sus padres y
que habita los imposibles.
Cuando el cristal no reproduce el rostro es
uno de los libros que más he disfrutado en los últimos días. Es
tremendamente honesto y es, en lo particular, lo que busco en la poesía.
De por sí somos máscaras, lo que busco es lo que hay debajo y en los
poemas de este hermoso libro es lo que existe, encuentro el rostro que
no reproducen los cristales, el rostro que no se ve con los ojos.
El libro tiene poemas ya clásicos en el repertorio de Waldo Leyva, que
también son ineludibles de la tradición en lengua española: “Las
Hortensias azules”, “Rapsodia”, “Definitivamente jueves”, etc. “A modo
de elegía”, es un poema que escuché del poeta, en un evento del foro
José María Heredia, del cual es muy amigo. En aquella ocasión, lo leyó y
vi entre el público derramar lágrimas, sin duda, los versos entraron en
alguna zona insondable de los asistentes y sacó a la superficie antiguas
memorias de amigos y esperanzas. “Ayer, mientras descorchaba mi añejo de
reserva/ para brindar por la llegada de otro año/ supe, sin duda
alguna,/ que debía mojar un rincón de la casa […] Los muertos beben
solos, me repito,/ pero voy con la botella,/ hasta el rincón más íntimo
de la casa.” Los 39 poemas aquí publicados son un viaje por la
espléndida carrera de un poeta fundamental del español, en él
encontramos los destinos que nos dejaron y a los que vamos, un espejo,
no de cristal, sino de versos que nos muestran el rostro que a veces no
vemos. |
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