Presenta Jorge Borja Abuela
Sonia
La escuela del dolor
por Jorge Borja
Abuela Sonia.
Griselda Gómez-Mariana Romito.
Narvaja Editor.
Córdoba, Argentina, 2014.
El viernes 26 de marzo de 1976 al filo de las seis de la tarde, Silvina
Mónica Parodi de Orozco, de veinte años de edad, quien estaba embarazada
de seis meses, y su esposo Daniel Francisco Orozco que tenía veintidós
años, fueron secuestrados por un comando de entre ocho y nueve hombres
armados, que sin orden de aprehensión allanaron la casa de esta pareja
de recién casados, en el barrio Alta Córdoba, para golpearlos y
llevárselos con rumbo desconocido.
Este hecho, debidamente registrado en los anales de la
ignominia, dio origen a la búsqueda incansable de Sonia Torres, madre de
Silvina y suegra de Daniel; a la conformación de dos organismos de
Derechos Humanos, Madres de Plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo, y
a la escritura de un libro estremecedor pero cargado de esperanza.
Abuela Sonia
es un relato testimonial que a la luz de la situación de nuestro país
cobra una terrible actualidad para nosotros los mexicanos que en el
curso de ocho años hemos visto cómo, con la complicidad del crimen
organizado, la desaparición forzada se ha convertido en una política de
Estado, que los representantes oficiales han tratado de encubrir,
desmentir o minimizar en foros internacionales, pero que ya rebasó la
cifra de 22 mil connacionales y migrantes desparecidos.
Abuela Sonia,
cuenta por medio de conversaciones, crónicas, cartas, fotografías y
poemas la historia de una familia y de la conversión de una madre
sencilla en una luchadora social que no se arredra ante un amafiado
aparato de justicia que se dedica a ponerle traspiés en la búsqueda de
su hija y su yerno. Es una ventana a la intimidad de una familia y a la
voluntad indoblegable de una persona en la que se gesta la historia más
reciente de la República Argentina.
“Los mismos (secuestradores) procedieron a atarles las manos hacia atrás
a Silvina y a Daniel, quienes tras ser sacados a la vereda fueron
obligados a subir a alguno de los vehículos que fueron usados por los
secuestradores. A Silvina la habían cubierto con una frazada para tapar
el embarazo. Inmediatamente fueron trasladados desde la casa hasta el
centro clandestino de detención y tortura La Perla, dependiente del
Tercer Cuerpo de Ejército, a cuyo mando estaba el general Luciano
Benjamín Menéndez.
En tanto en la casa de Alta Córdoba se encontró un certificado firmado
por el médico de apellido Ruli que había atendido a Silvina el 26 de
marzo, es decir el día de su secuestro, y que daba cuenta que el
nacimiento del bebé sería en los últimos días de junio o primeros de
julio de ese año.”
(Abuela Sonia,
p...)
No se entra en esta lectura, al morbo ni al sistemático dolor de los
campos de tortura, que ya han sido descritos con profusión en otros
textos. Sin embargo da cuenta puntual de los hechos, llamando a las
cosas por su nombre y sin ocultar a los verdugos.
“Todo indicaría que luego de estar secuestrados en La Perla durante el
mes de abril de 1976, Daniel podría haber sido «trasladado», es decir
sacado de las instalaciones del centro clandestino de detención y
tortura para luego ser asesinado en ese predio del Tercer Cuerpo de
Ejército. Desde entonces está desaparecido pues sus restos nunca fueron
encontrados.
Silvina Parodi, embarazada, habría sido llevada a la cárcel de mujeres
del Buen Pastor, ubicada en calle Hipólito Yrigoyen del barrio de Nueva
Córdoba, en la ciudad de Córdoba. Su hijo nació sin que hubiera ningún
registro, personal militar habría sustraído al bebé, como en tantos
otros casos, desconociéndose hasta el día el paradero de aquella
criatura arrancada a su madre asesinada por la dictadura y cuyos restos
aún no fueron encontrados.” (Abuela Sonia, p...)
Como si platicáramos con esta familia, con sus amigos, con sus
compañeros de escuela y de lucha, como si nos invitaran a mirar su
álbum, leer sus cartas, a beber un mate y comer dulces en el patio de la
casa solariega de Sonia, nos vamos enterando de las atrocidades de un
régimen que supuso que instaurando una política de terror podría
sojuzgar a los ciudadanos sin saber que la experiencia de la tragedia
los hizo organizarse para cambiar al gobierno y establecer la
importancia del respeto a los Derechos Humanos.
“Hice muchísimas gestiones para averiguar el paradero de mi hija y viajé
muchas veces a Buenos Aires, donde pensé que podía hacer más
averiguaciones. Viajaba corrientemente y me encontraba con las madres de
otros desaparecidos que iban al Ministerio del Interior, cuarteles, Casa
Cuna, y entre nosotras conversábamos. A veces nos reuníamos en bares
porque había estado de sitio y no se podían reunir más de tres personas.
O en bancos de Plaza de Mayo, pero como éramos más de tres, los policías
nos decían: «marchen, marchen». Entonces se nos ocurrió marchar
alrededor de la plaza y así nació Madres de Plaza de Mayo.”
Abuela Sonia,
p 69.
Asimismo Abuela Sonia nos da cuenta de la fuerza de una mujer que
por más de 38 años ha buscado a un nieto al que no conoce pero siente en
lo más hondo del alma, el porvenir –como dice Miguel Hernández- de sus
huesos y de su amor. Así lo expresa en la carta que le envió al Papa
Francisco:
“Ya tengo 83 años, y cada día me levanto con la esperanza de encontrar a
mi nieto. De que él llame a mi puerta y me diga: «Hola abuela, ¡aquí
estoy!».
No quisiera partir sin poder ver su cara. Sin poder recrear en sus
gestos los de sus padres, mis hijos, que, desde esas fotos en blanco y
negro que las Abuelas llevamos siempre en nuestras marchas, nos miran.
Porque, suspendidas en el tiempo, sus miradas son un ruego, al igual que
nuestro andar sin descanso.” Abuela Sonia, p 69. |