(El otro Gianni - 2005)
Un
vuelo de campanas habita mis rincones. ¿Qué causa salvaguarda mis
fragilidades? ¿Qué fortaleza fui poblando en desacuerdo con los
gladiadores? Quizás deba desdoblar la memoria y asumir
culpabilidades. Hacer una hoguera con mi pasado para esperarte, sin
embargo, tomo los atajos, aunque no comprenda muy bien la
cartografía de los misterios.
Ha
resucitado mi asombro y ladrillo por ladrillo se restituyen las
utopías para comulgar entre tus brazos mí extenuado desarraigo.
Sobre la mesa dejé las llaves de mi conciencia.
Nos
volveremos a ver no sé qué día, trepando por esas avenidas
enmendadas de tardanzas... El olor de los refrescos que embelesaron
mi curiosidad de niño. Te hallaré por la faz imperceptible del
regreso de tantos universos inhóspitos que se sucedieron entre
nosotros. Tu recuerdo es un obstinado huésped que aguarda mientras
permanezco cautivo de otros horizontes que me habitan. Síntesis
manifestada de la razón y las pasiones. Una oración sin velo en lo
alto de la noche. Enigmas que porfían y recorren las cuencas que se
abrieron al abandonar tu cause.
Nos volveremos a ver, quizás más viejos, en medio de esa tarde que
nos dio un portazo, sin decir una palabra.
Usted
no doctora... Usted que parece inmune a la muerte y resguarda su
temor con ironías... Usted que en sus trazos ilegibles oculta la
verdad de hombres convertidos en estatuas... Usted que fue capaz de
extirpar esos monstruos con escamas, que por descuido nos
usurparon... Usted que devanó las epidemias del desamparo en ese
hospital de muñecas rasuradas... Consagrada a sus dogmas para
redimirnos.
Al
fin... la huidiza suspicacia se reseca en fragmentos... y su mirada
erguida... ¿también es llanto?...
No, doctora, tal vez sea lícito que a veces nos clausuren la vida…
Cuando acabe el día, una voz amada dirá su nombre y volverá a ser
madre y mujer... entonces, cierre la puerta, haciendo resbalar
súbitamente estos garabatos de corazón afligido.
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