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5.Ago.20
El escritor y el pueblo: Pasado y
presente
3ª parte
por
Roberto López Moreno
El escritor, como el resto de los artistas, en su
mayoría productos de clase media, se encuentra de pronto
ante tres frentes: una realidad de medianía a la que
aspira superar trastocando los valores inconmovibles
para el resto de la población; un Estado que no cumple
plenamente con la obligación de proporcionar los
satisfactores culturales indispensables a la población y
que se encuentra inclinado a prodigar favores a un grupo
de nombres a los que incluso llega a colocar entre los
deslumbrantes candiles internacionales, en detrimento de
una auténtica labor de culturización, y las imposiciones
de corrientes y decisiones que vienen de fuera para
servir a su vez a los intereses imperialistas
preocupados en desculturizar al máximo a los pueblos del
tercer mundo.
En este punto la iniciativa privada (capital
reaccionario) es más aliada del imperialismo que de la
otra cabeza que remata el cuerpo de dragón del que forma
parte y entonces el sector de protegidos empieza a gozar
su vida de privilegios más allá de las fronteras
estableciendo contacto con otros grupos que se
encuentran en similares condiciones en las metrópolis
imperialistas.
Las transnacionales entran en escena y lanzan su propio
anzuelo al río revuelto de la corrupción, participando
con un bien elaborado sistema de becas, con un
satisfactorio programa de traducciones, con un atrayente
plan publicitario extrafronteras; los “artistas
oficiales” y los protegidos de la Iniciativa privada
(IP) tienen en esa forma un nuevo giro que los hace
reafirmarse en su empantanada conducta. Termina por
formarse una “aristocracia” de “artistas oficiales” de
todos los países con fuertes ligas de intereses
inmediatos entre ellos.
La Unesco publicó un voluminoso libro con ensayos acerca
de la literatura de América Latina, siglo XXI, 1980;
estos ensayos fueron encargados a escritores y críticos
también, “representativos” de sus países. En el grueso
libro, que consta de 494 páginas, letra de ocho puntos,
se mencionan los nombres de literatos destacados de la
región. Respecto a México, en los sesudos trabajos
aparecen con prodigalidad los nombres que se manejan
siempre frente a una colectividad desinformada. En las
494 páginas se cita una sola vez, como lamentable
descuido, el nombre de José Revueltas, artista
independiente del Estado y de la iniciativa privada,
quien con Juan Rulfo, constituye una de las dos más
altas torres de la literatura mexicana contemporánea.
El escritor no congraciado con la clase en el poder
sufre la angustia de ver coartada su libertad de
expresión; su angustia es la del que puede ver, pero se
le amordaza para que no pueda decir. Producto de una
cultura que surge del choque de dos mundos, después de
una realidad en la que se produce un nuevo choque, el de
clases, vive en su quehacer cotidiano uno tercero y
brutal, el de ser un sujeto de la comunicación
incomunicado por el terror y la vesania en el poder. El
escritor independiente es un pretendido silencio a voces
que no es silencio. Es una voz pretendida en silencio
que en todo momento es más voz que nunca.
Los medios
El primero de enero de 1722 vio la luz pública La Gaceta
de México, el primer periódico que se editó en el país,
a cargo de Juan Ignacio María de Castorena Ursúa y
Goyeneche, rector de la Real y Pontificia Universidad,
calificador de la Santa Inquisición y Obispo de Yucatán.
En las páginas de esta publicación mensual se ofrecían
informaciones religiosas, comerciales y marítimas. El
poder contaba así con su primer vocero formal, en
gestación desde La hoja volante, que imprimía en 1541
Juan Pablos, oficial de la primera imprenta introducida
al territorio por Fray Juan de Zumárraga.
A partir de ese momento fueron apareciendo muchas
publicaciones que representaban a diferentes bandos en
pugna, unos estaban por la prolongación de la Colonia,
otros por una decisión independentista, pero en todo
caso, se trataba de pugnas entre españoles y criollos,
gente que detentaba diversas expresiones de
poder. Durante el periodo de la Reforma no hay cambios
sustanciales en cuanto a los poseedores de los medios de
comunicación, ellos eran los mismos pero ahora con otros
nombres: conservadores y liberales. Es de citar que la
prensa marginal siempre la hubo y que en los albores de
la Revolución –léase,
Ricardo Flores Magón–,
y en la Revolución misma tuvo mayor auge aún, pero ante
la realidad de un pueblo desorganizado, siempre estuvo
luchando más que contra sus enemigos, contra el fantasma
de su desaparición, muchas veces no por persecución
política, como en el caso de las publicaciones
anarquistas, sino por falta de medios para sostenerse.
Por otro lado la prensa obrera: La Carabina de Ambrosio,
La Internacional, El Socialista, etcétera, nunca
llegaron a tener influencia nacional ni siquiera dentro
de su propio sector.
Esta trayectoria, al desembocar en nuestros días, nos da
como presente un periodismo producido por grandes
empresas privadas, porque ante un pueblo desorganizado
que no puede crear sus propios medios de comunicación,
los capitales privados se adueñan de tan importante
fuerza social para someterla y lograr la benefactoría de
sus muy particulares intereses. Esa gran prensa nacional
manipulada por el poder de la moneda, presiona al Estado
poseedor del poder político y es cuando el público,
siempre mal informado cree en un periodismo de izquierda
y crea ídolos que por su parte siempre han defendido los
capitales empresariales y no otra cosa. Cuando se llegan
a presentar crisis internas en algún órgano de la prensa
burguesa, el grupo más hábil hace creer que es echado
por el otro grupo debido a que representa los intereses
populares y al fundar un nuevo órgano difusor burgués lo
hace ya con la aureola de “salvador” de la dignidad del
periodismo nacional. En este sentido esa prensa
engañadora, que se hace pasar por democrática y en donde
participan claro, los oportunistas escritores
privilegiados, es más nefasta por su poder de engaño que
la prensa que tradicionalmente se conoce como corrupta y
de la que ya se saben sus dimensiones reales.
En lo que respecta a la radio y la televisión hay que
mencionar en un principio que el capital industrial que
le dio origen fue de procedencia extranjera. El 9 de
octubre de 1921, en condiciones que ahora hicieran
sonreír piadosamente a más de alguno, el ingeniero
Constantino de Tárnaba Jr., realizó la primera emisión
radiofónica en la ciudad de Monterrey y para 1922 ya se
había fundado la Liga Nacional de Radio, con el fin de
que un grupo de aficionados a la radiodifusión pudiera
efectuar un intercambio de experiencias e ideas en su
torno.
En ese mismo año Raúl Azcárraga Vidaurreta se trasladó a
la ciudad de Houston, en donde recibió instrucciones
técnicas para instalar en México una radiodifusora. Al
siguiente año se fundó lo que pasando el tiempo iba a
ser la XEB, y en 1930 quedó instalada la XEW. La
industria radiodifusora estaba ya en marcha y los
instrumentos para la comunicación social en manos de
comerciantes y sus intereses relacionados íntimamente
con intereses extranjeros, la National Broadcasting
Corporation.
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