GAZA
(a la nación palestina,
a los
judíos e israelíes
pacifistas)
Es otra esa lejana carne que duele
Con un sufrir que tal vez nos espera
O que en un quizás sin fecha alguna
Un bicho apegado a la tierra al escarbar
Entre hierbas hojas bayas y raíces
resurrectas
Decubrió.
Las noticias de ese
redolido dolor
Muestran las reiteradas ruinas
Y sus fibras de humo sangriento
Las llagas renovadas en arterias de ceniza
Los idiomas sagrados mintiendo con sus
lenguas negras.
Los cantores ya hicieron alabanza
Del estrecho desierto amarillo
De la verde sal acumulada entre las
piedras
De la sombra que el cernícalo hacer arder
en el crepúsculo
De la ácida señal de los chacales
Del perdido caminar de los asnos salvajes
De la frágil paloma y la dientuda langosta
Y el usado cordero de los holocaustos.
Pero ningún cantor ha dicho
De la carne agobiada por un dolor distinto
Como un ajeno sufrir en carne de otros.
Porque no hay flauta ni cítara ni atabaque
ni vihuela
Que entreguen ninguna melodía en dirección
De la bermeja polvareda que las exactas
bombas desatan
Con su fuego purulento.
Habrá quienes rechacen el dolor de lo más
íntimo animal:
El que congela médulas y
endurece flemas y lágrimas
El que no acepta las razones de esa
especie
Buscadora de una razón para extender el
extermino.
Habrá quienes clamen que todo ese sufrir
es un pretexto
para quemar las banderas de Sión.
Los cantores deben tejer sus verdades de
aire
Encontrar el verbo más para sí
Que tal vez los niegue o contradiga.
Es que no hay verdad que logre su visceral
verdad
Sin un cántico abriéndose
Al hueso carcomido por el fósforo blanco
Al hilo umbilical entre madre huérfana y
feto claudicante.
Porque otra carne debe doler
En la aérea salivación de los recitadores
En el hálito de quien no pudo enviar sus
misiles absurdos.
Y nosotros en medio de las voces los
truenos el hedor atroz
De un
ínfimo martirio universal
Aún sabemos que no existen sábanas que no
se manchen
Ni existen soberbios
poderes que un viento cualquiera
No destruya.
Montevideo, enero 2009
LAS VIEJAS GUERRAS
(para Robert Fisk)
Tú el escuchante de esta tinta enmudecida
¿has pasado también por “las viejas
guerras”?
¿O hay solamente insípidas guerrillas
en la crónica de tu amable respiración
y sus grises resonancias?
¿Pasas o no pasas por ancianas degollinas
por matazones entre un barro
de lombrices profundas
por espacios forjados con médulas de arena
por ramajes de calcio desfibrado
por gastados patíbulos y rejas sin sueño
por uniformes de toda
color
que rasparon polillas de fuego
por cartas a medio escribir
con frágiles tragedias y fotos corroídas
por caballos empapados en petróleo
por balones desinflados a plomo
y muñecas sin himen y sin rostro?
¿Has pasado por esos territorios
de vero papel de vero lienzo
de vera pantalla de
cristal
por esa gran cáscara de
esqueletos
siempre aplastándose
siempre apócrifa o sea oculta perdida
archivada
para que las narices no se
estremezcan
para que los buenos modales sean
consagrados
para que la inmundicia confirme sus
poderes
para que las gozadas digestiones y cópulas
jamás se interrumpan?
Intenta sí pasar por las antiguas guerras:
cruza esta calle o entra
en tu recámara:
el primer paso será
la mitad de todos tus pasos.
¿Qué sangre encontrarás que sea
solamente la tuya?
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