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Miguel Ángel Aguilar Huerta: Presentación de la Antología Reencontrarnos.
Cuando la pandemia nos distanció
de la Unión Latinoamericana de Escritores ULatE
Quién iba a imaginar que la primera novela de la
historia escrita en Japón en el siglo XI, La historia
de Genji, narrara la vida y los amoríos del príncipe
Genji en la corte de Kioto durante el siglo X. O más
atrás, en China, en el año tres mil antes de la era
cristiana, que el emperador Tchang-Ki imaginara las
letras llamadas tsiang, descubrimiento que daría
lugar a la escritura; o que un texto, sea poema o cuento
pudiera tener repercusión mundial, o mejor aún, contar
con un público lector mundial y/o oyente, en directo,
como sucede actualmente con el streaming.
Tampoco
se pensó que aparecería Ted Sardos (director de
contenidos de Netflix) erigiéndose como un personaje de
cambio, y “amenazando” los espacios del cine, el teatro,
la danza y otros modos de expresión artística; mucho
menos que los hiciera recapitular, para que en un futuro
casi inmediato, comenzaran a usar las plataformas para
mostrar su trabajo artístico, como ya viene sucediendo.
Por
otro lado, este segundo año de la Pandemia, también fue
de la consolidación del ya mencionado streaming,
vehículo ideal para clases, talleres y charlas a
distancia. Así (y si una mala conexión o falta de luz no
lo impidieron), se realizaron y realizan “acercamientos
virtuales” de alumnos de todo tipo de escolaridad, de
escritores, cineastas, encuentros de danza, de
talleristas y músicos tanto a nivel nacional como
internacional. La Aldea Global en su máxima expresión.
Estamos
en el inicio de una nueva forma social de comportamiento
vía imagen y voz, porque, independientemente de la
necesidad del interactuar con el público, del sentir su
reacción ante el trabajo artístico in situ, esta
nueva forma parece encaminarse a ser la más útil por su
poder de penetración. Además de que el SARS-CoV-2 parece
no tener fin, y las mutaciones amenazan con alterar
indefinidamente la convivencia social como hasta hace
dos años era conocida.
Reencontrarnos, cuando la pandemia nos distanció
En la
presentación del libro, la escritora Cristina de la
Concha teje amplio lienzo del catastrófico panorama
mundial ocasionado por el invasor virus SARS-CoV-2,
habla de las ausencias, tanto físicas, como
intelectuales; de esa pérdida de los espacios y de
cuánto afecta a esto el apartamiento de la vida social y
al trato humano, además de subrayar el temor constante a
la muerte, hoy más cercana que nunca.
Nos
dice que desde marzo que se agudizó la pandemia, la
Unión Latinoamericana de Escritores (ULatE), se
concentró en recoger la opinión de los destacados
intelectuales que la conforman.
Nace
así, la antología: REENCONTRARNOS, cuando la pandemia
nos distanció. Editada por la Unión Latinoamericana
de Escritores (ULAtE), compilada por Cristina de la
Concha, con un diseño de portada en colaboración por la
compiladora y Xiluén Zenker, diseño de interiores de
Eric Marváz, e impresa en los talleres Exlibris.
Y qué
mejor inicio de la misma que con la pluma, tecla, voz...
del destacadísimo poeta Roberto López Moreno, quien,
como Virgilio, toma de la mano al compositor Dmitri
Dmítrievich Shostakóvich y a nosotros los lectores, y
nos conduce por calles y costumbres; evadiendo tiempos y
circunstancias, entre paisajes sonoros de recuerdos
varios…
Los
demás escritores de esta obra, abordan el tema de modo
magistral, sin embargo, en esta ocasión sólo
escucharemos de manera presencial a cinco de los 15 que
la conforman.
Comenzaremos con “Cuando nos volvamos a ver”, de María
Encarnación Ríos Collazo; el texto está inscrito en el
mejor estilo del Realismo Mágico, una narración circular
dentro de la mejor representación de cuento clásico (sin
serlo realmente, pues la construcción del tiempo y el
espacio es claramente del cuento posmoderno); sus
personajes son arquetípicos en una línea que nos conduce
a un desenlace muy alejado de la epifanía, porque ésta
permea todo el relato, es parte y protagonista del
mismo.
A
continuación, la poeta-pintora- artista, María Helena
Leal Lucas con su poema-metáfora-grito de advertencia
por esa a vasta región de la parte horizontal y
septentrional de América del Sur la Amazonia. Su poema:
Golpeada Amazonia, nos muestra el dolor por la
devastación en ese pulmón del mundo (como ella dice) y
también la pobreza y los fallecidos por el fuego
deforestador, la amenaza del virus cegando vidas... y
tanta, y tanta desesperación de sus habitantes, en esa
parte del Cono Sur. El poema tiene un hilo narrativo de
vaivenes musicalmente coloridos, espirales de dolor y
rabia y denuncia lo texturizan, y desemboca en un
llamado a la unidad, quizás uno de los mejores antídotos
contra la destrucción del ser humano.
El
poeta Eduardo Izcóatl Morales Sánchez, en “RECUERDOS”,
nos ofrece un fuerte y detallado relato sobre una (¿o
muchas?) muertes por COVID, un segundo de vida o miles
de horas de una vida que se apaga sola rodeada de
instantes de la infancia. Y si bien para Kierkegaard la
raíz de la angustia es la existencia como posibilidad,
en “RECUERDOS” el personaje deambula entre
posibilidades, porque (volviendo a citar a Kierkegaard:
la posibilidad es la dimensión del futuro, aquí no tan
prometedor), dimensión craqueada en el mundo del
personaje que libra una batalla de antemano perdida
contra el virus. Hilos de recuerdo, a los que el
personaje se aferra para no caer en el abismo, luego el
remordimiento antes de… un final que el lector puede
terminar o ser sólo testigo del momento.
El
escritor Uriel Rivas En “ El Portón”, de manera
magistral usa una puerta como personaje principal. El
Portón es eje donde la narración gira parsimoniosa y
geriátricamente. Atrapa al lector desde su primera
frase. Nos va llevando por los vericuetos intemporales
de una narración sacada de un pasillo de soledades; de
la oscura reclusión de dos cautivos del purgatorio, tal
vez víctimas del SARS-CoV-2 que no saben o no quieren
salir de a ahí. La narración ofrece principio de unidad
de impresión y “existencia” (como dijera Lauro Zavala en
su modelo de estudio del cuento), y subraya el principio
de compasión, éstos, son componentes del esqueleto de
donde se sostienen las bisagras de madera de ese Portón
que impide que los personajes salgan de ese tiempo en
suspenso. Es un espejo donde pasado y futuro se
encuentra, pero no puede “verse” porque la llave del
Portón pertenece al presente de los personajes que lo
cierran.
El
maestro Luis Alberto Ambroggio, nos recuerda al peruano
César Vallejo y su poema: Los Heraldos Negros. Su
epígrafe dice “… Hay golpes en la vida tan fuertes… Yo
no sé”, frase del inicio del poema de Vallejo. Esos
mismos heraldos ahora vuelven convertidos en un virus
que nos manda la muerte en este tercer milenio…
Pasando
al poema, “Los Heraldos negros del siglo XXI” pinta ese
vacío creado por la pandemia, nos hace asomarnos al
abismo donde yacen tantos muertos, y otros tantos más de
“golpeados” (como él dice) donde un único dios está muy
lejos y ya no nos escucha. El poema cuestiona las
consecuencias del aislamiento, política y socialmente…
no puede haber fuga, nos dice.
En otro
poema “Estamos Unidos” encuentra la esperanza y con ella
conversa viendo su barrio y amigos, a su familia frente
a la computadora en esa “mesa del momento” como se lee,
para después brindarnos la posibilidad, mostrándonos
como aves, que entornarán el vuelo para reencontrarse y
cito: “con abrazos y besos sin máscaras, saboreando
tragos en la esquina del deseo”.
Su
poema El Crepúsculo de los meses, es un poema en
cautiverio, es celda en casa, silenciosa y oscura, no
hay vida en esa vida montada en grano del tiempo
detenido, desde donde nos narra lo que sucede.
“Tres
puntitos” es un juego y puerta donde se esconde la
esperanza, mesa de fiestas, citas y todo lo que los
puntos suspensivos más allá de indicar temor, duda o
algo inesperado y extraño encierran.
Por
último, “El poema es un paisaje” donde dos se encuentran
se abrazan, cantan al unísono fundiéndose en ese
infinito y sonoro instante.
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