Tulancingo cultural tras los tules... Tulancingo, Hidalgo, México |
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Se firma Manifiesto de San Ildefonso o Manifiesto de Chantepec-Mangu
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27 de mayo de 2014. Planteamiento a la comunidad de San ldefonso, Tepeji del Río, y asistentes al 6to Festival Hñahñú" el 25 de mayo, por Cristina de la Concha: De las Lengua Originarias por Cristina de la Concha
Un día me desperté y me di cuenta de que en realidad no conozco a mi país por sus lenguas originarias. Un día, observé que a pesar de que muchos sonidos de las lenguas originarias de México me son familiares, sus significados no lo son. Ese día me di cuenta de que yo ignoraba que muchas palabras de uso diario provienen de nuestras lenguas originarias, principalmente del náhuatl. Un día, entendí que siendo mexicana gran parte de mi vida había ignorado que en mi país existen 67 lenguas originarias. Un día me di cuenta de que a pesar de haber nacido en México, no reconozco la esencia de sus nombres, de su toponimia, de una infinidad de vocablos de lenguas originarias incorporados a la lengua española. Un día, me di cuenta de que a pesar de que el español es la lengua oficial de mi país, el español no me dice nada del misterio que encierran sus zonas arqueológicas ni la esencia de los ritos de los pueblos originarios. Ese día, en que desperté, vislumbré que para comprender a México, la diversidad que somos culturalmente, necesitaba aprender un poco al menos de sus lenguas; que si bien representa una tarea monumental aprenderlas todas, al menos debía yo intentar conocer el origen de los vocablos que forman parte del español mexicano, que designan los lugares que más frecuento y los que están en nuestras comidas diarias. Ese día me di cuenta de que yo no sabía qué significa la palabra Pachuca, la capital de mi estado, y pocos hidalguenses lo saben; sí sabía de Tulancingo, mi tierra natal, pero observé que lo había aprendido ya pasada la adolescencia. Uno nace en este país pletórico de cultura y de una enorme diversidad y no nos enseñan en la primaria ni siquiera lo que significan los nombres importantes de nuestro país, más allá de Cuauhtémoc o Quetzalcóatl, cuando estamos rodeados de todos ellos, en los lugares que habitamos, en la alimentación, en nuestras tradiciones. ¡Qué forma tan absurda de negarnos a nosotros mismos! No hablo ninguna lengua originaria pero todos los días de mi vida, absolutamente todos los días que paso en este país, pronuncio al menos una palabra náhuatl o de alguna otra lengua originaria; nos sucede a todos los mexicanos, sólo por ser mexicanos, y nos pasa desapercibido, no nos percatamos. Sin embargo, la lucha por el reconocimiento de las lenguas originarias pareciera hoy día ser nueva, una nueva batalla como si las lenguas fueran nuevas, cuando nunca debieron haber sido puestas al olvido, como si fueran extranjeras y se estuviera luchando por un absurdo. El rescate de las lenguas originarias es tan importante como el estudio de nuestra historia porque forman parte de ella, y nuestra historia es la explicación de lo que somos ahora. Soy traductora de profesión, del inglés, egresé de la carrera en 1984. Como traductora, aprendí que para poder comprender una lengua es necesario conocer la cultura de los hablantes de dicha lengua, que los conceptos de las palabras varían de acuerdo con ello. En una ocasión, tuve oportunidad de escuchar al connotado filólogo, traductor del griego y el latín, Valentín García Yebra, por ahí del año 83, y él decía que el concepto de “bosque” en su país, España, era diferente del que se tiene en Francia o en México, pues los bosques españoles no son como los franceses o mexicanos, sino que son áridos, así que cuando un español piensa en un bosque, su mente evoca un paisaje muy distinto del que evocamos los mexicanos, entonces, el concepto es otro, por tanto, la sensación es otra, por tanto, las inferencias que hacemos de un texto que contiene la palabra “bosque” son otras. Y está, por ejemplo, el hecho de que los esquimales tienen más de cien formas de llamar a la nieve porque viven en ella, nosotros no, muchos ni siquiera la conocemos, y, además, le dan muchos usos, como el iglú, palabra para la que no tenemos traducción en español. Porque la lengua es la forma que le damos a las ideas, es la forma en que trasladamos las ideas y las ideas se generan de lo que vivimos, de dónde vivimos, el medio ambiente, el paisaje, el clima, la vegetación y de nuestras necesidades; todo esto da origen a las costumbres, a las creencias y, a su vez, todo incide en la lengua, en la formación de nuevas palabras, en la estructura del habla. Así, los hablantes tenemos pensados nuestros conceptos, nuestra vida, nuestra verdad, en nuestra lengua materna, porque la ligamos a nuestras primeras ideas, aquellas de la niñez, y en la adquisición de una segunda lengua se hace difícil que el pensamiento se logre en ella, es una tarea de titanes, a menos que ambas lenguas se adquieran simultáneamente, entonces, se puede cambiar el pensamiento de una lengua a otra, pero siempre una de ellas llevará el mayor peso. El que las lenguas indígenas no sean oficiales en el país no libra a sus hablantes de este hecho, tampoco los hace más eficientes en la adquisición de otra lengua -aunque yo los admiro cuando los oigo cambiar de una lengua a otra con facilidad y rapidez un sinnúmero de veces a lo largo del día, a lo cual han sido obligados por la sociedad, esto es un gran mérito de los pueblos originarios-. Todo lo contrario, esto implica necesariamente que México fue pensado, concebido, sentido, asimilado en primer término en sus lenguas originarias, es decir, cada cultura mexicana pensó sus campos, sus montañas y lagunas, sus especies, en su propia lengua, los concibió así y no en la que llegó y se impuso. Por todo lo anterior, se hace necesario que las lenguas indígenas sean consideradas en nuestro país en los diferentes ámbitos no sólo para que los mexicanos podamos concebir la enorme carga cultural que tienen sobre nosotros y alcancemos una mayor comprensión de quiénes somos, sino también en cuestiones legales con el solo fin de que sus hablantes tengan la certeza de que su decir y su punto de vista son tomados en cuenta cabalmente, y de que comprenden perfectamente los procesos.
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Felicidades por este 6º Festival Hñàhñú. Muchas gracias por su atención, Cristina de la Concha
Agradeciendo a la Madre Tierra |
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