¿Por qué reír? porque la risa cura, alivia, sana. ¿A carcajadas? Si se puede, mejor, ¿no han observado lo bien que se siente el cuerpo después de reír o carcajearse, ese relajamiento de músculos, de la mente, de la tensión, la prisa, ese desvanecimiento del desencanto, la preocupación? Y si no hay nada de qué reír, rían solos, de lo que se les ocurra o simplemente simulen una risa, sin chistes ni cosquillas, y aumenten poco a poco a carcajadas, al final, terminarán riendo de verdad.

         ¿Por qué reír sin chistes ni cosquillas? porque, por una parte, el organismo no detecta si la risa es espontánea o forzada, sólo, al emitirse, permite que sucedan sus estímulos, y, por otra, porque ¿quién nos va a hacer cosquillas o nos va a contar un buen chiste justo en el momento en que lo necesitamos? y ¿si el chiste no nos hace gracia o si las cosquillas no tienen efecto en ese preciso momento porque resulta ser que la falta de espontaneidad puede hacer perder el sentido del chiste o de la cosquilla? Entonces, riamos sin nada de por medio.

¿Es tan difícil reír? No, inténtelo así nomás. Un viejo amigo de la adolescencia, Juan Alberto Fernández, nos ponía a carcajearnos con su juego de la risa: sólo emitiendo una simple carcajada, los demás no pueden evitar reírse al oírla y, por contagio, quien la emitió sin deseo, automáticamente ríe con ganas.

Reír suaviza ese momento de tensión en que estamos a punto de explotar o de llorar o de salir corriendo. Reímos y en un chasquido retomamos la rienda de nuestro quehacer. Reímos y las endorfinas se estimulan, dan paso a la serotonina, entonces, y las neuronas comienzan a actuar con toda normalidad inhibiendo las secreciones de los momentos de tensión. Les invito una buena carcajada todas las mañanas.