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10.Dic.20

 
     
 

 

Freud y su interpretación

Alex Palacios G.

 

 

 

Hablar de sueños nos remite de inmediato a la necesidad de comprender el fenómeno en el soñante —desde la Antigüedad, en todas las etapas de evolución del ser humano y hasta la actualidad— y, por ende, a la práctica de su interpretación, la cual ha estado presente en diferentes momentos y culturas, y ha quedado de manifiesto en escritos que al respecto se han acuñado.

Es posible encontrar vasta bibliografía en la historia de la literatura universal; sin embargo, podemos considerar La interpretación de los sueños, texto de Sigmund Freud publicado en 1900, como la obra cumbre en cuanto a la explicación y desentrañamiento del profundo y complejo fenómeno psicológico que es el soñar. A propósito del universo literario preexistente, merece la pena recordar a un personaje histórico que influyó en la revisión personal de Freud: Artemidoro de Daldis (siglo II a.C.), reputado como la máxima autoridad en interpretación con fines científicos y didácticos en la Antigüedad tardía, del que destaca su obra Oneirocrítica.

Freud desarrolló los principios fundantes del psicoanálisis, y su obra de interpretación onírica fue, en sus palabras, “el más valioso de los descubrimientos que tuve la fortuna de hacer”. Con esta aseveración inicial, se aventura a plantear la existencia de una técnica psicológica que permite la interpretación de los sueños; un procedimiento que ayuda a dar sentido y asignar un puesto determinado a ese producto psíquico inconexo y ajetreado que guarda relación con el estado emocional durante la vigilia. Es posible ubicar el origen del libro en el periodo posterior a la muerte de su padre, acontecida en 1896, y que ocasionó en el autor una profunda confusión que lo llevó a un estado de ánimo depresivo por el duelo. Decidió entonces llevar a cabo un autoanálisis a través de sus sueños y la asociación libre, aplicando el tratamiento interpretativo a su propio material inconsciente, tal como lo haría con sus pacientes.

Si bien la obra propone un modelo de la mente preponderantemente psicológico, también desentraña, a manera de introducción, los enfoques que históricamente se han dado del fenómeno del soñar, haciendo un recorrido por los diversos tratados que le han dedicado la religión, la filosofía y, ya de lado de la ciencia moderna, la neurología.

Desde el punto de vista histórico, Freud parte de cuestionar la concepción del sueño y la influencia que tuvo en las instituciones de los pueblos primitivos, así como en su mundo externo y en sus almas; liga esto con la apreciación y el entendimiento generalizado que tuvo en la época clásica, en la que se impusieron dos corrientes opuestas en la valoración de la vida onírica. Por una parte, desde la perspectiva religiosa se acentuó la idea de que el sueño era producto de la inspiración de los dioses, y había el convencimiento de que, por regla general, anunciaba, a quien lo soñaba, el porvenir. En contraposición, a partir de Aristóteles el sueño se convierte en objeto de la psicología, tema que trata en dos de sus escritos: De divinatione per somnum III, y De somniis, III (De los sueños y su interpretación), y convierte el paradigma de la naturaleza divina de su contenido por uno de índole demoniaca, esto es, que “el sueño no surge de una revelación sobrenatural, sino que obedece a las leyes del espíritu humano… el sueño es definido como la actividad anímica del durmiente en cuanto duerme”.

Si bien del tratamiento que Freud hace del tema en su obra resulta una profunda teorización, su aplicación en la clínica tiene una importante vigencia, como da cuenta la advertencia que el autor plantea al inicio acerca de la necesidad de saber explicarse el origen de las imágenes oníricas en el ejercicio de la clínica terapéutica y en su relación con otros contenidos inconscientes sintomáticos, tales como fobias e ideas obsesivas y delirantes, pues para ejercer sobre ellas una influencia curativa, los sueños se constituyen, como clásicamente se ha aceptado, en “la vía regia a la interpretación del inconsciente”, afirmación que Freud pudo hacer luego de valerse del autoanálisis de las intimidades de su vida psíquica en tanto explorador de la naturaleza humana y sus enigmas.

Tal ha sido el alcance de La interpretación de los sueños que, tras más de un siglo, no ha perdido vigencia como obra de referencia en el estudio y comprensión del sueño. El libro, que contó con la colaboración editorial de Otto Rank, tiene gran relevancia, y en ulteriores ediciones se incluyeron ensayos de este último. Sus alcances se ampliaron notablemente al ser traducido al inglés en 1913 por el doctor A. A. Brill, al húngaro por S. Ferenczi y S. Hollos (1918), al castellano por Luis López Ballesteros y de Torres (1922), al francés (1926), al sueco (1927), así como al ruso (1913), al japonés (1930) y al checo (1938).

 

 

 

 

 
 

 

             

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