Las puertas perceptuales: vivir el sueño despierta
Mar*
Somos interconexión de causalidades neuronales, pura electricidad
encontrándose a sí misma. Somos campos de posibilidad para la creación,
jarritos donde se vierte y se moldea la experiencia humana.
Las fases y capas de realidad son múltiples y simultáneas. Según la
física cuántica, los místicos, sabios y exploradores de la conciencia en
general, el tiempo no es lineal. Es posible viajar en el tiempo para
modificar el pasado e incluso el futuro. Esto nos coloca en la
excelentísima ironía de que somos creadores de la realidad, existimos en
una infinidad de posibilidades.
Nuestra plasticidad moldea la percepción para acomodar y consensar lo
que vivimos como real y distinguirlo de lo que soñamos como irreal. Lo
que quiero sintetizar con lo dicho es que somos conciencia viajando y
experimentado la vida humana. Despertar a la creación requiere de
atención.
De alguna manera, en el contexto sociocultural de Occidente (entiéndase
como cuna del pensamiento separatista y en extremo racional) hemos
creado, y sobre todo creído, que la vida es absolutamente real, que lo
que vivimos “despiertos” se distingue de lo que vivimos cuando estamos
“dormidos”.
Hemos dejado de poner atención, cuidado y, sobre todo, conciencia a una
buena parte de nuestra vida. Nos adormecemos sumergidos en la
incapacidad de atender el mundo interno, aquel en el que se gesta y
desde donde nace la luz de la conciencia, conocida también como el Gran
Misterio.
Las puertas del ensueño nos esperan para descubrir grandes campos de
posibilidades, tan reales como lo que consideramos real dentro de la
percepción habitual. Sin embargo, atravesarlas requiere de mucha energía
que desgastamos de diferentes formas.
Este cuestionamiento de la realidad proviene de experiencias que me
sucedían recurrentemente al irme a dormir. En cierto momento, comencé a
percibir sensaciones de estar inmóvil, “parálisis del sueño”, acompañada
de un sonido en extremo intenso que, al parecer, venía desde el interior
de mi cerebro. La sensación de inmovilidad me daba pánico, pues
claramente apreciaba cómo me iba separando de mi cuerpo físico y me
encontraba en uno más ligero, menos denso.
Mi percepción de lo físico se deformaba cuando el sonido aumentaba, y
con este, la sensación de salirme de mi propio cuerpo. Era terrorífico y
al mismo tiempo fascinante. Sentía que tocaba puertas dimensionales
hacia otros espacios de conciencia, tan reales como lo que consideraba
real en esos momentos de mi vida.
Estar en ese espacio, aespacial, era terrible, pues sentía la conciencia
atrapada en un limbo de realidades. Con el tiempo aprendí a soltarme y
permitir la experiencia completa. Desde entonces, en muchas ocasiones el
sonido se volvía más profundo, con tonos y matices distintos. A veces
lograba salirme del todo y veía un mar de estrellas pasando a mi lado,
era como pasear por el cosmos y volver de pronto al cuerpo. Tan real
como cualquier otra sensación cuando me encontraba por completo
“despierta” dentro de mí.
Comencé una especie de investigación informal en la que exploré el campo
de la realidad en ese estado de conciencia (he de aclarar que este
estado lo viví desde niña y siempre fue en plena lucidez y sobriedad).
El ejercicio de despertar dentro del sueño permite ver hacia dentro,
conocernos con mayor profundidad, experimentarnos como viajeros de la
conciencia, navegar en nuestros miedos y sanarlos. El camino para
despertar en el sueño es largo y arduo, requiere de un acecho constante
y está lleno de trampas egocentristas que nos hacen creer que estamos
despertando del letargo al que nos hemos acomodado humanamente. Aun con
trampas, me parece más entretenido vivir de esta manera la realidad,
cuestionándola y desdibujando los límites entre el soñar despierta y
despertar soñando.
Cada experiencia en este tránsito del ir y venir del cuerpo físico ha
sido distinta. Algunas veces he podido decidir si entrar o no por esas
puertas. He encontrado en la investigación que, cuando hay resistencia,
el proceso se vuelve mucho más dificultoso, pues la conciencia se queda
atrapada en el sonido estridente, sin dirección, estancada. En cambio,
cuando se permite el flujo de la fuerza, se llega a lugares de mucho
aprendizaje, de mucho misterio, a realidades grandiosas que me empoderan.