misterio, nos hemos preguntado el porqué de su
existencia a lo largo de la historia. Han sido
interpretados como mensajes de los dioses, profecías que
abrían una ventana al futuro y, en el afán humano de
encontrar algo que nos uniese a lo que consideramos
sagrado, hasta se erigieron templos cuya razón de ser
era recibir estos divinos mensajes. Tratando de
encontrar explicaciones lógicas al fenómeno, podemos
recorrer la historia entera de la humanidad, pasar por
interminables razones y, al tener cada vez más
conciencia de que somos nosotros quienes forjamos
nuestro destino sin intervención divina, hacer una
primera parada el 4 de noviembre de 1899. La publicación
del libro La interpretación de los sueños, de Sigmund
Freud, padre de la psicología, nos abrió un nuevo
horizonte en el estudio de los sueños. Freud atribuía un
componente de personalidad a lo que soñamos y los
interpretaba como deseos reprimidos encajados en lo más
profundo de nuestro ser, el inconsciente. Esta
explicación pareció más razonable y todavía es
ampliamente aceptada en la comunidad psicológica.
Hoy en día hay muchos estudios sobre el origen, la función y los componentes
de los sueños. Entre ellos destacan los realizados desde el punto de vista
de la neurociencia. Al contar con nuevos instrumentos de medición, como la
electroencefalografía, tomografía por emisión de positrones y resonancia
magnética, entre otros, podemos echar un vistazo a lo que ocurre en el
cerebro mientras soñamos.
Dos de los pioneros en tratar de explicar los sueños como habilidad
proveniente del cerebro, Humphrey y Zangwill, recopilaron estudios de casos
en los que se reportaba pérdida de la habilidad de soñar después de lesiones
cerebrales en diferentes lóbulos.
Citan a Charcot, quien reportó uno de estos casos en 1883; a Russell Brain,
su maestro, quien atribuye la ausencia de sueños a síndromes de agnosia
visual en 1941, y a Adler, quien sugiere una relación entre las imágenes
visuales de los sueños con la agnosia visual severa en uno de sus pacientes
en 1944. Humphrey y Zangwill retoman a los pacientes del doctor Russell
Brain y concluyen que es muy probable que los que tienen lesiones parietales
posteriores dejen de soñar. En ese momento de la historia de la neurociencia
se empieza a atribuir el sueño a áreas cerebrales. Sin embargo, en todos
estos casos se reportan pérdidas de otras habilidades cognitivas y motrices,
y la extensión de las lesiones es considerable, por lo que no se pudo
localizar la habilidad de soñar en un área cerebral específica con certeza.
Más adelante se empezaron a estudiar los componentes neurológicos del sueño.
Hasta 1953, el sueño se consideraba dentro de un todo que ocurría en las
horas en las que el cuerpo dormía. Fue en la universidad de Chicago donde
Nathaniel Kleitman y Eugene Aserinsky descubrieron los mor
(movimientos oculares rápidos), mejor conocidos por sus siglas en inglés
como sueño rem. Describieron etapas en el sueño y observaron que
soñamos solo durante la fase mor, que ocurre aproximadamente 90 minutos
después de empezar a dormir. Desde entonces se han realizado un sinfín de
investigaciones y se habla del sueño como un proceso complejo que se compone
de fases que varían en profundidad, en el tipo de ondas cerebrales que
predominan en cada etapa y en las sustancias que se segregan con diferentes
fines, como, por ejemplo, paralizar el cuerpo mientras soñamos.
Investigación tras investigación ha atribuido al sueño diferentes funciones,
desde el crecimiento hasta el aprendizaje. El panorama de la investigación
del sueño es prometedor y fascinante. Queda mucho por aprender y explicar.
En los estudios realizados, las hipótesis han oscilado entre lo psicológico
y lo neurobiológico. Lo más interesante de los sueños es que hasta ahora no
se ha podido descartar el fuerte componente emocional que conllevan. El año
pasado, una publicación de Walker et al. explica la relevancia de los sueños
en la descarga del estrés emocional. No cabe duda de que los sueños siguen
siendo un misterio en muchos sentidos, pero cada vez nos acercamos más al
entendimiento de sus múltiples funciones e importancia en nuestra vida y de
que sus misterios seguirán atrayendo nuestra atención por mucho tiempo más.