Sueños, entre la adivinación y
la ciencia
por Christian Ascencio
…de sueños, que bien pueden ser
reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra
J. L. Borges
Perdidos en la inmensidad de
un mundo enigmático, los seres humanos han buscado conocer y controlar su
futuro desde tiempos inmemoriales. Un camino recurrente ha sido el de la
oniromancia, entendida como el arte de interpretar los augurios que, se
piensa, están encriptados en los sueños. Tal interpretación requiere un
adecuado ritual de purificación y la mirada experta del intérprete, quien
pretende fundir el pasado, el presente y el futuro mediante una adecuada
revisión de los símbolos expresados, tanto en su carácter inmutable como en
las posibilidades humanas para modificar el tejido fatídico. Hasta nuestros
días, lo onírico inquieta a los seres humanos y los sueños suelen concebirse
como advertencias y presagios, favorables y adversos.
El sueño ha sido entendido
también como un acervo de sabiduría que se expresa a través de imágenes
simbólicas. Lo onírico irrumpe entonces como un camino inexplorado y
envuelto por saberes ancestrales que muestran lo que debe seguirse o
evitarse. El acceso, sin embargo, es tortuoso, pues los recuerdos del sueño
son rápidamente destruidos por las espadas de los guardianes oníricos y los
fragmentos se diluyen velozmente en la memoria. El sueño lúcido pierde
detalles rápidamente, pero hay estrategias que permiten inducir al sueño
estable a través de la hipnosis o el uso de sustancias psicodélicas. El
trance y el sueño, es decir, la desconexión del mundo es también la conexión
con otras dimensiones y frecuencias.
El sueño anuncia fortunas y
desgracias. Tres veces soñó el Capitán con una casa en El Cairo, una higuera
y una fuente, mensaje que fue asumido por otro, un hombre desatinado y
crédulo, pero enriquecido al seguir su sueño. Sueños que son también
revelaciones, los ángeles hacen sonar su voz de trompeta en la noche
constelada de un rápido parpadeo. En los sueños se presentan paralelamente
la compensación psicológica y los dientes arrancados que anuncian muerte. Es
posible pensar en capas de sueños, anuncios ilegibles soñados y una
temporalidad alterada, pues los sueños son breves instantes que contienen
eternidad.
Pero los sueños pueden ser
también pesadillas, pasadizos secretos a nuestros más profundos temores y a
los recuerdos más angustiantes. No hay temor más grande que despertar de una
pesadilla y estar en otra. La pesadilla es la expresión de miedos
arquetípicos y también el vaticinio de sufrimiento y desesperanza. En las
pesadillas, muchas veces se experimenta la verdadera vulnerabilidad.
La aproximación psicológica no
ha sido ajena a la impresión viva que produce el simbolismo onírico. En el
caso específico de Freud, los sueños pueden ser comprendidos,
científicamente, como una “composición” fragmentaria y simbolizada de
aquello que en el mundo sensorial hemos experimentado tanto interna como
externamente. Lo onírico pierde su componente enigmático y pasa a ser la
materialización de lo vivido, de donde ha tomado sus componentes y de este
modo pierde el atributo de una independiente capacidad productiva. El sueño
se convierte en un camino para acceder a recuerdos que son privados a la
vida despierta, y deja de ser un acceso a experiencias extrasensoriales. El
sueño expresa el acervo colectivo de conocimiento humano y, en ese sentido,
se convierte en un acceso privilegiado a los intersticios entre consciente e
inconsciente. Tiene también una función compensatoria, permite ordenar los
mandalas de nuestra mente y puede convertirse en una fuente privilegiada en
el equilibrio psíquico.
Como sea, los sueños son la
llama encendida que fascina a los seres humanos y los sumerge en aguas
míticas y simbólicas; los convierte en traductores de imágenes y palabras
que parecen incongruentes, pero de las que se esperan mensajes y designios.
Sueños que permiten volar y conversar naturalmente con nuestros muertos.
Sueños misteriosos, fascinantes e inquietantes. Pesadillas y terrores
incontrolables o recuerdos dolorosos escondidos en las grutas irregulares
del inconsciente.