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Trastornos del sueño
Daniel Medina Reyes
“Una de las obras más
importantes del siglo pasado vería la luz al inicio del nuevo milenio, a
pesar de haber sido escrito algunos años antes, en 1899, y tras el retraso
de su publicación para marcar la importancia de dicho texto que nos
anticipaba la relevancia de su contenido.
Innumerables escritos a favor
y en contra surgieron a raíz de lo descrito por Freud en La interpretación
de los sueños. Sus aportaciones nos orillan a concebir la psique humana y
sus pasiones en formas completamente distintas y poco convencionales para su
época. El contenido de los sueños resultaba intrigante, y más aún aquellas
afecciones que implicaban el ciclo del sueño, donde lo cotidiano se
complicaba. La medicina y la psiquiatría clásica tratan los trastornos del
sueño como una dolencia física, y su solución se logra de la misma manera,
lo que impide abarcar la totalidad del trastorno. En las cartas que Freud
dirigió al doctor Víctor von Weiszaecker, neurólogo de la Universidad de
Heidelberg, hacía hincapié en la complejidad de las afecciones físicas y su
diagnóstico, pues podía resultar sencillo, pero incompleto, atribuirlas a
meras situaciones orgánicas, dependiendo de la visión médica que tanto
psiquiatras como practicantes de psicoanálisis poseyeran debido a su
formación, por lo que la narración de las afecciones y sus semejanzas con
los signos orgánicos podían pasar inadvertidas.
Los abordajes sobre las
afecciones del sueño nos orientan sobre las dificultades orgánicas en cada
caso; sin embargo, las afecciones psíquicas resultan diversas. La función
del sueño es mantenernos en reposo durante las horas de descanso, pero el
contenido de los sueños resulta perturbador en ocasiones. Todo sueño es un
lenguaje, y muestra en imágenes lo que sucede en nuestro inconsciente; los
deseos insatisfechos se presentan sin claridad y solo pueden ser apreciados
mediante su relato en un espacio analítico. El cuerpo en psicoanálisis no se
concibe como una dualidad, donde lo orgánico y lo psíquico se encuentran
divididos; incluso la psicología clásica o la psiquiatría no lo conciben
así. En los estudios de Charcot con mujeres histéricas, que llevaron a Freud
a desarrollar sus teorías, se aprecian los efectos de la palabra en el
cuerpo.
Tras los procesos orgánicos
que conducen al bloqueo de las acciones de vigilia, como el habla o el
movimiento, el inconsciente toma los elementos del día a día para continuar
con los procesos psíquicos. Freud plantea que dicha actividad nunca cesa,
por lo que aquello que nos aqueja o nos satisface continuará a nivel
inconsciente mostrando los deseos insatisfechos. Dicha información se
encontrará codificada debido a la represión, pero como esta algunas veces
falla, puede suceder que el estado de reposo no se inicie o sea interrumpido
por diversas razones. Usualmente, los sueños no son recordados en su mayoría
o en su totalidad; en otros casos, son olvidados, dependiendo del contenido,
del estado anímico y de la particularidad de cada soñante.
Los trastornos del sueño
vienen acompañados, por lo general, de momentos de angustia en el estado de
vigilia. La falta de sueño altera el estado anímico y se convierte así en un
ciclo donde uno afecta al otro, lo que genera que el efecto se aprecie en el
cuerpo, en la alteración del sueño y en el modo en que este se desempeña. La
raíz puede quedar velada por diversos factores físicos; sin embargo, el que
se encuentre presente en el estado de sueño torna el padecimiento en algo
particular, cuyo abordaje dependerá del tratamiento que se decida
proporcionar. En dichos casos, los efectos no solo serán notorios al momento
de dormir, también lo serán en la vida cotidiana del sujeto que lo padece y
los actos inconscientes se harán presentes: equívocos, accidentes, así como
cansancio y poca atención a las labores cotidianas son algunos ejemplos de
las alteraciones vividas.
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