Esculpir los monstruos internos:
la escultura como herramienta
terapéutica
Martín Ferreyra
La
escultura no consiste en el simple labrado
de la
forma de una cosa, sino en el labrado de su efecto.
JOHN RUSKIN
Raspar
la madera, tallar el mármol, desbastar la arcilla y quitar lo que no
hace falta, lo que sobra, lo que no nos deja ver la forma que tenemos en
mente. En el proceso de construcción de una pieza escultórica algunos
ejercicios nos permiten adentrarnos en los problemas que se nos
presentan en el ahora para encontrar esa imagen escondida en nuestro
interior, de la cual vamos descubriendo pequeños destellos de luz.
Buscar la forma correcta en la escultura es un camino por transitar, un
sendero donde se encuentra la magia en los detalles, desde trabajar la
superficie hasta llegar a lo imaginado, o por lo menos a lo más cercano
a lo que buscamos, adaptándonos a los errores, a las faltas, y valorando
el esfuerzo puesto en ello.
Estos ejercicios durante la creación son parte esencial al construir una
pieza escultórica. Al mismo tiempo, y de modo metafórico, son caminos
por los que se transita en el proceso terapéutico y en la elaboración de
la angustia.
En la experiencia terapéutica, al igual que en el proceso creativo,
debemos limpiar la mesa de trabajo y estar abiertos a los percances que
se nos presentan para observarlos con cierto distanciamiento y
tranquilidad. Debemos raspar y tallar sobre la memoria, sobre esos
recuerdos engorrosos que no nos dejan ver la figura esencial de nuestro
deseo. Debemos desbastar eso que ya no sirve para encontrar otra forma
más adecuada. Debemos adentrarnos en el pasado, pulir y limpiar todos
los cajones del tiempo para reencontrarnos renovados con una nueva
forma, similar a la anterior pero diferente.
El arte puede funcionar como guía y camino para metaforizar las etapas
que el alma y nuestras emociones transitan por los senderos de la vida.
Puede ser una herramienta perfecta para acercarnos a nuestros monstruos
internos y contemplarlos con la distancia justa. Nos permite jugar con
ellos, adentrarnos en nuestra mitología personal para encontrar un
sinfín de caminos posibles. Nos ayuda a expresar nuestras emociones y a
depositarlas afuera, a dejarlas allí en un papel o en una pieza
escultórica, para observarlas con distancia y dejarlas respirar.
Esculpir nos ensena a entender que nuestras emociones y nuestros
recuerdos no siempre hacen daño, que están allí para hacernos sentir
vivos, para descubrirnos en el presente y acompañarnos, día a día, en
este camino que llamamos vida.
holamartinferreyra@gmail.com