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14.Jun.21

 
     
 

 

 

La poesía como formación

de compromiso

Silvia León Trueba

Y donde el humano suele enmudecer en su tormento, un

dios me concedió el don de decir cuánto sufro

TORQUATO TASSO

 

 

Escribimos para retener el presente, para intentar comprender la existencia, el mundo (“externo”) racionalmente, para utilizar sus fuerzas y recursos en nuestro beneficio, pero también para procesar afectivamente el impacto que causa en nuestra subjetividad (“mundo interno”). Diría Kant, “lo sublime”. La belleza de lo oculto. Que da placer, que solo puede devenir del displacer, de lo ominoso freudiano, la formación del síntoma o la sublimación. Lo sublime obliga a la humanidad a expresarse mediante la palabra escrita. He aquí la conexión profunda entre psicología y literatura, de la representación palabra y la representación cosa que se enuncia a sí misma en figuras literarias, porque la pura representación palabra no alcanza para enunciar lo existente, y mucho menos su impacto en lo psíquico. Se requiere aludir implícitamente al enigma, como señala Aristóteles, con el uso de la metáfora, para “poner la cosa ante los ojos”. Ante la conciencia.

 

Psicoanálisis y poesía

Dada la vastedad tanto de las explicaciones psicológicas como de los géneros literarios, me concentrare en el psicoanálisis por la fascinación y profundidad con la que Freud se refirió a la literatura —que le valió ser galardonado con el premio Goethe—, y en la poesía, género literario más cargado de afecto.

 

Síntomas poéticos

La poesía como formación de compromiso es un proceso primario, el yo inconsciente utiliza el teclado, es un sonambulismo, un estado hipnótico. Un irrumpir del conflicto en el lenguaje, una comunicación de la “conciencia pensar secundaria” en el preconsciente al que Freud se refiere.

La poesía como formación de compromiso es un sueño diurno, con contenido latente pero no manifiesto para el poeta mismo ni para el lector, es un proceso terapéutico sin analista, una comunicación inconsciente. El poeta presta sus palabras, más que sus palabras, sus símbolos, sus imágenes.

El poema es un sueño lleno de imágenes trasformadas en palabras empeñadas, que serán pagadas con la moneda de la conciencia o devueltas a su acreedor en la represión. “Eso es algo que ha sido experimentado, pero aun no ha sido simbolizado”; en la visión de Bollas ese puede ser el origen de donde provienen los poemas (Bartoli, 2019).

La poesía como formación de compromiso. La poesía en este sentido es una falla en la represión diurna, un orificio estético de las sombras, un grito de acomodo, una compasión involuntaria llena de empatía proveniente de las cavernas y también de las luces de los más preciados deseos. Sublimación. Al final, una formación de compromiso con buena recepción cultural, con tolerancia en el contrato social para un poco de locura, de pasiones, de reclamos, de humanidad de otra manera arrinconada, encarcelada, aprisionada.

La poesía pitonisa recelosa, que predice, pero no alerta al poeta de su propia advertencia, a diferencia del psicoanálisis. No hay otro yo con su atención flotante que remita las palabras al hablante, al escribano. El yo del poeta está hipnotizado, tomado. Podría comparar la dependencia de la pluma del poeta, con la dependencia del analista.

El poeta es un pescador de representaciones, llega al mercado con sus redes atiborradas, ofreciendo los frutos de las profundidades a quienes no saben pescar, “nos soborna por medio de una ganancia de placer puramente formal, es decir, estética [...] Posibilita con ella el desprendimiento de un placer mayor, proveniente de fuentes psíquicas situadas a mayor profundidad” (Freud). “La literatura rebasa al psicoanálisis”, decía Freud.

El poema da permiso para el cumplimiento de los deseos del lector a través de la fantasía. “[…] la principal función pragmática de la literatura es una función ritual, ceremonial, en la que el receptor halla, filtrada a través de la impresión estética que produce el texto, una profunda experiencia del mundo que se le comunica […]” (Beristain, 1998).

Un mundo que permanecía sin procesar, indigesto, con hechos en bruto, el arte del poeta permite incorporarlo, que haga cuerpo, experiencia en subjetividad… similar al artífice del psicoanálisis.

 

 

silvialeonpsy@hotma

 

 

 

 
 

 

             

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