CAMINOS DE
TULANCINGO
Por Gloria Valencia Vargas
“Los caminos de la vida, no son como yo pensaba,
como los imaginaba, no son como yo creía…
los caminos de la vida son difíciles de andarlos…”
Tulancingo es una región de
tránsito, desde épocas prehispánicas, hoy, con las modernas carreteras, se puede
llegar pronto a lugares del norte del estado, a ciudades importantes como
Veracruz, Querétaro, la CDDMX, al estado de México, Puebla Tampico.
Antiguamente los caminos a
Tulancingo eran peligrosos y molestos como lo atestiguan distinguidos viajeros
en el siglo XIX:
“Viaje muy molesto, como todos
los que se efectuaban a cualquier punto de la República era hasta hace un año el
que se emprendía a Tulancingo… Antes de que por los Llanos de Apan cruzaran las
cintas de acero del ferrocarril mexicano, para ir desde México a Pachuca a
Tulancingo, había que arreglar todos los negocios, se disponía un coche con
buenas mulas, o se tomaba con anticipación, después del año desde 1841, el
boleto en la casa de las diligencias, fijado también con mucha anterioridad el
día de la marcha. Levantábase el viajero muy de madrugada para gozar de la
frescura de la mañana, con traje de dril y sombrero de bejuco. En ese viaje se
gozaba mucho: las mañanas son muy agradables en el Valle de México, mucho más a
la salida del sol, cuando las elevadas montañas que cortan ese Valle por la
parte oriental, se dibujan teñidas de púrpura en un fondo azul; poco a poco el
paisaje toma un nuevo aspecto no menos interesante; después el calor comienza a
sentirse y cuando se atraviesa el llano salitroso conocido con el nombre del
Salado incomoda mucho.
Ya muy cerca de la noche se
llegaba al lugarejo llamado Venta de Cruz donde en un mal mesón se pasaba peor
noche; el huésped daba la llave de un cuarto húmedo, con goteras que rociaban al
caminante si por su desgracia llovía, y con un banco de cama molestísimo, de
manera de que si los pasajeros no llevaban sus catres y si no procuraban
acomodarse del mejor modo, de seguro no dormían a pesar del cansancio y el deseo
de reposo… En la estación estival se ponía el camino tan fangoso que había que
caminar con mucha lentitud y de seguro llovía en las tardes convirtiéndose la
vía en intransitable pantano, y no pocas veces les era preciso a los viajeros
bajarse del coche viéndose obligados a andar entre los más barrosos lodazales,
cayendo y levantando, resbalándose en cada paso en el atolladero y había de
continuar el camino a Pachuca o Tulancingo como Dios daba a entender, a caballo,
o a pie o en un vehículo cualquiera tirado por bueyes…”
Hasta aquí la narración de 1883 por el Maestro Manuel Rivera y Cambas. Al
que parece que no le fue tan mal fue a Maximiliano de Habsburgo:
”A las seis de la mañana del treinta y acompañados por una gran comitiva,
que nos dejó hasta muy lejos de la ciudad emprendimos nuestra caminata
para Tulancingo, donde
llegamos a las cuatro de la tarde…” José Luis Blasio.
¡Imagínense transitar por el camino de Ecatepec, Tizayuca a Pachuca en época de
lluvias ¡cuánto tiempo se hacía! En el siglo XX, ya se transportaban los viajeros
por el ferrocarril, después en los camiones de pasajeros. |

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En los años 60, había tres líneas
de pasajeros los Guajoloteros, los de Segunda o verdes y los rojos o de
Primera. Se hacían tres horas o hasta cuatro había paradas en; San
Cristóbal Ecatepec, Ozumbilla, Tizayuca, tres paradas en Pachuca y por fin se
llegaba a Tulancingo.
Las nuevas vías han sido de beneficio para los distintos municipios, no en estas
épocas que se construyen para saquear nuestros recursos.