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PANTEÓN DEL HUERTO
Por
Gloria Valencia Vargas
El
panteón es sinónimo de paz, tranquilidad, belleza, arte y respeto; cementerios
con bellos nombres referentes a su función, como “Panteón Jardín”, “Panteón de
Dolores”, “Belén”, “Jardines del Recuerdo”, “Panteón de San Fernando”, el famoso
“Panteón Ingles”, “el Panteón del Huerto”. Unos situados en la ciudad de México
y Guadalajara y otros en Hidalgo, éstos albergan los restos de personajes
significativos en la historia de México convirtiéndose en importantes museos.
En
el siglo XIX, floreció en estos lugares la escultura y el Art Nouveau. Hermosas
figuras, esculpidas en mármol de Carrara, adornaban los sepulcros así como los
frontones de las capillas: querubines, arcángeles, flores, esculpidas columnas
jónicas y dóricas y que, junto a bellos jardines, los convierte actualmente en
sitios muy agradables dignos de ser visitados.
El
Panteón del Huerto en el centro de la ciudad de Tula, Hidalgo, es pequeño aunque
posee pocos monumentos históricos y artísticos es un sitio atractivo. Junto a
una pequeña iglesia, está cercado con una bella barda perimetral de piedra.
Actualmente resulta un espacio atractivo de visitar sobre todo por el orden y la
limpieza, posee contenedores de basura y señalamientos que permiten hallar
fácilmente y mantener limpias las tumbas. Aunque no se encuentra exento de los
males que aquejan a la mayoría de los panteones del Estado de Hidalgo, como son
el hacinamiento, el vandalismo y el robo. El Huerto conserva su identidad y en
su tierra pueden hallarse pequeños fragmentos de vasijas de cerámica azteca y
chichimeca así como objetos de obsidiana.
Pero
no para todas las personas, ni para los directores de panteones del municipio
tienen el mismo significado, para estos es únicamente el sitio en que se
administran las sepulturas, para las autoridades municipales de Hidalgo la
saturación de los panteones y el patrimonio cultural de los cementerios son
temas poco importantes, por lo tanto muchos panteones se convierten en lugares
desagradables, sucios, desordenados, donde se tienen arrumbadas tumbas de valor
artístico e histórico y que han sido sustituidas por otras de poca calidad. El
camposanto se convierte en el laberinto donde es una aventura encontrar la tumba
de los seres queridos. Para muchos dolientes es un lugar pavoroso al que se
tiene que llegar inevitablemente.
Este
es el caso del panteón de San Miguel que en el pasado fue un lugar respetable,
actualmente presenta un triste panorama, las tumbas de distinguidos personajes
como: el Doctor Luis Ponce y del Licenciado José María Lezama han sido removidas
de su lugar original y arrinconadas, hermosas esculturas de mármol presentan las
huellas del descuido, del abandono, de los hongos. La alineación de las tumbas
se ha perdido, lo mismo se abren nuevas fosas en lo que fueron pasillos y si se
puede entre sepulcro y sepulcro, total que este espacio es un caos. Mejor
repasemos un poco de la historia del Cementerio de San Miguel:
“El
Cementerio de San Miguel fue establecido en 1842 por don José Miguel Soto cuando
fue Alcalde, y en recuerdo suyo se le dio el nombre de su santo. En 1873, casi
no había fosas disponibles y el señor mi padre, como Presidente Municipal, lo
amplió en toda la extensión que tiene hoy,” (1939) Tulancingo, Esbozo Histórico.
José L. Cossío y Soto.
El
panteón era un punto de referencia del antiguo barrio de Zapotlán, también es
motivo de historias y leyendas.
Es
muy conocida la leyenda de Pánfilo García, un hacendado cruel, dueño de 100
haciendas entre ellas el Nido y Esquitlán, este desalmado mató a uno de sus
hijos y, además, mandaba matar a sus trabajadores si no le hacían bien el
trabajo. Al morir y ser sepultado en el panteón, se dice que al siguiente día
apareció el cuerpo fuera del sepulcro y así por varios días, cansados de esta
situación los vecinos decidieron enterrarlo en el Yolo.
Los cementerios son el lugar y última morada de los muertos, además son parte de
nuestro patrimonio cultural y deben ser restaurados.
Hasta la próxima.
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