En la
esquina que conforman las calles de Doria y Heroico Colegio Militar, se
encontraba un anexo de la Iglesia de la Tercer Orden, en el cual se
instaló la Santa Inquisición.
Lógicamente, por aquella
época el lugar inspiraba temor y respeto, además de que se le
relacionaba con los tormentos propios de la misma. Posteriormente, este
lugar fue transformado en seminario y convento y, al paso del tiempo, se
convirtió en un cuartel militar.
La tradición oral de alguna
manera ha mezclado todos estos datos, a partir de los cuales se dice que
el cuartel militar y el convento estaban juntos y que los soldados
golpeaban y maltrataban a las monjas; incluso llegaban a matarlas o a
torturarlas atándolas con cadenas o colgándolas de los árboles y cuando
algún soldado moría, las obligaban a cavar con sus propias manos la
tumba de aquel.
Se dice que las ánimas de
las monjas muertas aún andan penando por el lugar. Por eso, algunas
veces por la noche, al pasar por ahí, se oyen voces, quejidos que
parecen como si vinieran de muy lejos, o bien acompañadas de ruidos
extraños como cadenas.
Se rumora que una persona
que vivía cerca de ahí, en una ocasión escuchó llorar a un niño; cuando
se asomó por la ventana sólo vio a un gato negro que enseguida
desapareció. Luego, se oyeron llantos y voces muy extrañas, risas y
quejidos. Nuevamente el silencio invadió la atmósfera y más tarde se
escuchó como si estuvieran velando a un muerto.
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