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Alguna vez,
cierto psiquiatra me dijo que todos
tenemos derecho a ocupar algo así como
el diez por ciento de nuestros actos,
como máximo, en el terreno de las
manías. El especialista se refería con
“tener derecho”, a que todo aquél que
acumule manías en más del citado
porcentaje de sus actos, no se ajusta a
lo que estos facultativos consideran “lo
normal”. Los humanos tenemos manías,
esos actos en los que nuestro
inconsciente nos pone a funcionar en
automático mientras la mente despega de
este mundo y “la loca de la casa”, la
imaginación busca o inventa universos
mejores que éste. Hay manías muy
curiosas. Además de hacer vibrar los
pies sacudiéndolos compulsiva,
permanentemente, morderse los labios,
jalarse o mesarse los bigotes o el
cabello, hacer gestos existen manías
dolorosas. Conocí a cierto individuo de
luenga cabellera que jalaba uno a uno de
sus extendidos apéndices pilosos para
llevarlos a la boca, mordisquearlos,
arrancarlos del cuero cabelludo y
finalmente desecharlos mediante sendos
escupitajos. “Tricotilomanía” me informó
el especialista sobre esta extraña
compulsión. En fin, la variedad es muy
amplia. Existen casos extremos, dignos
de la más vasta enciclopedia de
patologías humanas, entre éstos se
incluyen las manías perversas que
consisten, como la mencionada, en
dañarse el cuerpo. Pero existen también
curiosas manías con un cariz netamente
intelectual. Una más o menos
inconsciente actitud por encontrar un
orden en este mundo que frecuentemente
nos parece caótico. Sé de gente que
cuenta todo aquello que aparece ante sus
ojos. Alguno me ha confesado que, con
las letras que componen las placas de
los autos procura formar palabras
agregando vocales o consonantes. Hay
quienes creen encontrar indicios
propiciatorios al toparse con ciertos
números o arreglos de letras. Entre
estos últimos están los maniáticos de la
palindromía. Esas frases que, como el
título de este texto, pueden leerse (y
tener sentido) tanto de izquierda a
derecha como de derecha a izquierda. |
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En efecto, hay personas que, por
extrañas razones, adquieren la manía de
leer al derecho y al revés. Casi siempre
con resultados muy frustrantes por lo
que acaban por maldecir su manía que, en
casos graves, puede llegar a provocar
que no se entienda lo que se lee. Sin
embargo, no siempre es estéril ésta tan
aparentemente absurda manía cuando desde
la confusión emergemos embriagados de
dicha al descubrir que: |
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Satán apapacha papanatas |
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Es una hermosa sorpresa que el lenguaje
nos depara compensando así una manía en
apariencia inútil. Porque los
palindromas no se inventan, se descubren
y, tras una búsqueda generalmente larga
y ardua, aunque a veces la fortuna nos
sonríe y la búsqueda es inconsciente, se
nos regalan junto con un momento de una
dicha más o menos pueril. Pero, como
toda dicha, no despreciable. Pero los
caminos de la palindromía suelen ser
insólitos cuando resulta que aparecen
recomendaciones relativas a ciertos
placeres orales: |
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A la pucha, chúpala |
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Sabrosón es, seno sorbas |
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Así, el periplo a través de las
palabras, puede ser fatigoso, pero vale
la pena cuando se llega a una
interrogación acaso enigmática: |
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¿Osa casero derrocar a corredores
acaso? |
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O puede que arribemos a una frase,
¿consuelo o sevicia?, si pensamos en
extremos, según quien la pronuncie, un
desconocido solidario o un torturador: |
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Amigo, no gima |
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La travesía puede conducir hasta un
resentido emplazamiento |
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Si tu cutis a él adula, Malú, dale
así tu cutis |
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Los extraños lugares a que nos conduce
la búsqueda, el azar pueden ser como el
siguiente encargo rencoroso: |
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El amargor prográmale |
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Y hablando de amarguras, de amargar, y
de un aspecto más general que el
palindroma en el ámbito de los juegos de
palabras como serían los anagramas,
incluyamos que: |
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Amargan al anagrama |
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Y también, ¿por qué no?, puesto que
insertos en el caprichoso terreno de la
suerte, llegaríamos a un aserto quizá
freudiano: |
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La mamá ama mal |
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O bien dos afirmaciones, presuntuosa
una, equívoca la otra: |
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Allí va ramera, haré maravilla |
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Allí va la ramera a remar a la Villa |
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Porque bien sabemos que a La Villa, como
los mexicanos conocemos a La Basílica de
Guadalupe, nadie asiste a remar. Ahora
lleguemos a un apotegma lingüístico y, a
la vez, falso teorema: |
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La i virtual, la u trivial
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La siguiente es una invitación al divino
marqués que pudiera ser alarmante, pues
Donatien Alphonse Francoise difícilmente
otorgará algo sin recibir placer (o
dolor) a cambio: |
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Sade, no me dé monedas |
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Un postulado que denota afán
aristocrático es igualmente producto de
la laboriosa búsqueda: |
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He oído a la bruta turba, la odio
¿eh? |
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Por cierto, hace años, el 20 de febrero
de 2002, se presentó un instante, a las
20:02, que representó una cifra de
palindromía milenaria: 20:02, 20-02,
2002. Aleluya. |
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Bien, el espacio es finito, pero los
vientos del azar favorables, así surge
una afirmación que alcanza estatura
filosófica: |
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Odiar es reconocerse raído |
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La incursión es productiva. Por más que
algún especialista acuse al adicto a la
pesquisa palindrómica como víctima de
una disfunción mental: esquizoide es la
prescripción que me hizo conocer. Pero
el diletante de la palindromía desprecia
el preocupante decreto y generalmente
porfía en la búsqueda. En lo personal,
para empeñarme en semejante afición
osé corporar raro proceso. |
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