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CHIHUAHUA…
DE MIS RECUERDOS
parte
2
por Román
Corral Sandoval
Del
Cerro Grande a la Sierra Tarahumara
El Cerro Grande me preparó física y anímicamente para caminar por la
Ciudad de Chihuahua y sus alrededores, por el abrupto relieve de la
Barranca de Batopilas y por las extensas llanuras de Namiquipa, pero
sobre todo por el sendero desconocido de la vida y tal vez por la senda
de la eternidad. Las carencias y sufrimientos que viví en la Colonia
Dale de la Ciudad de Chihuahua durante mi infancia y adolescencia
carecen de importancia en comparación con la brutal marginación social y
rezagos notorios que observé en Batopilas en 1970, considerado en el
2006 como el municipio más pobre del estado de Chihuahua y en el 2008
como el segundo municipio con mayor marginación en el país.
Permanecí en la Sierra Tarahumara, trabajando como maestro rural
hasta 1977, año en que llegué a Ciudad Juárez, el cuatro de noviembre.
Antes de iniciar el descenso del Cerro Grande mis amigos y yo, como
dije, procurábamos caminar hacia la cueva que existía detrás del Cerro
Grande a poca distancia de la cima donde se encontraba un ojo de agua,
pequeño manantial para saciar nuestra sed con su fresco y transparente
líquido. A la mitad de este pequeño trayecto de cuesta abajo existía una
frase escrita con pintura roja en una gran piedra plana, que preguntaba
a los caminantes de este elevado y solitario lugar: “¿En dónde pasará
Usted la Eternidad?”
Desde la cima del Cerro Grande se observaba panorámicamente la
Ciudad de Chihuahua y en la década de los 50 y 60, no era tan extensa
como ahora; en diferentes ocasiones mis amigos y yo la cruzamos
caminando varias horas y en todas direcciones, por ejemplo, hasta las
Quintas Carolinas, en Nombre de Dios, en la parte norte de la ciudad,
obra arquitectónica del porfiriato que era una de las tantas haciendas
que poseía el terrateniente don Luis Terrazas; en otras ocasiones
optábamos por caminar, sobre todo los fines de semana en otra dirección,
si nos dirigíamos hacia el oeste llegábamos a las Presas “El Rejón”,
“Chuvíscar” y “Chihuahua”, en las cuales se observaban a varias personas
pescando mojarras: por cierto mi hermano Ramón era diestro para esta
actividad y seguido traía hasta treinta ejemplares de esta especie de
peces ensartados en un alambre.
Mis amigos, primos, hermanos y yo teníamos espíritu aventurero;
caminamos tanto durante nuestra infancia y adolescencia que ya adultos
transitábamos cualquier distancia, sin importar la hora o condiciones
climatológicas extremas, además no había otra alternativa debido a que
el servicio público de transportes urbanos entró a la Colonia Dale a
mediados de los 60. Caminábamos, cuando no contábamos con dinero para
pagar el pasaje, por la calle Justiniani rumbo al poniente, luego
cruzábamos las vías del ferrocarril para llegar a la avenida Ocampo,
crucero donde era parada obligatoria de los camiones urbanos. En la
intersección de estas calles estaba la cervecería “Álamos Tecate”, donde
se podía abordar un camión urbano que llegaba hasta el centro de la
ciudad; por cierto que, era muy común que de esta cervecería, sobre todo
los fines de semana, al atardecer o casi al anochecer llegaban a varias
viviendas de la Colonia Dale algunas notas musicales de los mariachis
que amenizaban las parrandas de alegres parroquianos.
Narciso Corral Sandoval,
hermano mayor (1944); Primo-hermano Ramón Torres Sandoval (1950);
Hermano Ramón Corral Sandoval (1946); Hermano Trinidad
Corral Sandoval (1949) y Román Corral Sandoval (1951) niño
sentado. Chihuahua, Chih. A finales de 1952.
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