Lovecraft
y sus consecuencias
cuento
Leyó con voracidad la obra completa de Lovecraft y releyó
ciertos cuentos. Los revisó de nuevo. Llegó a la conclusión de
que debía ser verdad, que debía ser posible si Howard Phillips
Lovecraft lo escribió tanto, solo tenía que encontrar el método
y se dio a la tarea, el análisis de esos cuentos le fueron de
ayuda e indagó en algunos lugares de fama, mercados de elevada
vendimia de fetiches, amuletos y pociones, habló con curanderos
y chamanes sin importar los onerosos gastos de tal investigación
hasta que por fin halló la fórmula.
En la penumbra de su estudio, realizó los ritos correspondientes
con toda esa parafernalia recomendada, eligió a quien sería su
víctima, la persona a quien le robaría la vida para fortalecer
la suya y alargarla. Pasó largas noches concentrado en su
víctima y sus malvados deseos, por primero lograr fortalecerse
de la energía que en la oscuridad de la noche sustraía de ella
para, con el transcurso del tiempo, apoderarse poco a poco de
cada elemento de su cuerpo, osamenta, órganos, uñas, cabello
hasta abarcarla toda.
Después de unos meses, se dio cuenta de que no percibía nada
diferente, que se sentía igual, se suponía que en algún tiempo
no muy extenso, medio año quizás, él estaría cambiado y la
víctima también, probablemente con alguna enfermedad a falta de
aquello que la hacía vivir. Decidió entonces buscar otra
persona, inteligente, sana, fuerte, de buen aspecto, incluso
atractiva, y de buen porvenir, consideró que si la primera
terminaba funcionando, sería afortunado con dos almas, dos
vidas, para no enfermar nunca y detener su envejecimiento.
Pero el tiempo no le dio muestras de avances en sus planes, su
estado físico no se fortalecía y la víctima lucía bien.
Obsesionado, buscó otra persona y otra y otra, enloquecido
practicaba los ritos, revisó cada paso, se entrevistaba con
chamanes para verificar y los resultados seguían siendo los
mismos.
Con lo que él no contaba era con que la literatura de H. P.
Lovecraft se había difundido tanto desde su fallecimiento, en
1937, que había sido leída a lo largo, ancho y en todas sus
cuadraturas alrededor completo del globo, y sus lectores, de los
que la mayoría optó por la misma decisión que él –atrapar
víctimas–, a su vez, se habían protegido contra estos malos
oficios, pero incluso los que no creyeron en sus cuentos se
protegieron, aun los conscientes de que se trataba solo de
literatura de ficción, únicamente por si las dudas. Así, los
maloficiantes, todos, fallaron en su afán.
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