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3.Ene.20

 
 

Más sobre Eco Lógico... de un lamento

 

 

 

más de Roberto López Moreno

 

 

 

 

Cristina de la Concha 

 

 

 

 

 

 

Sobre el eco lógico de un lamento

por Ángel Corral Romero               

   

 

________________________________

 

En el transcurso de la historia humana y natural, resulta lógico e ineludible lamentarnos  por la pérdida del 60% de las especies animales en un periodo aproximado de cuarenta años. Entre ellas cuentan aves, mamíferos, peces y reptiles de todo el planeta. Sobre todo nos lamentamos por la irredenta responsabilidad de la especie humana y de la caza furtiva, como causa principal de esta extinción masiva y sin precedentes. No conforme a ello, tendríamos que agregar la existencia de una isla de deshechos plásticos que rebasa el tamaño de casi la mitad del continente europeo. Además de la tala e incendio de las áreas verdes que hasta ahora han cobrado una ingente cantidad de hectáreas, y que por ello, representan un daño catastrófico no sólo para el medio ambiente, sino para la vida de toda la biosfera.

En el poemario que ahora nos congrega, Eco lógico de un lamento, la autora Cristina de la Concha inscribe en su dedicatoria una manera interesante de situarse en el mundo: un padre que transmite el conocimiento necesario para poder reconocer los puntos cardinales y los tiempos de siembra y de cosecha; más allá, la autora abraza la esperanza de que su hija y su generación puedan ser capaces de vivir en armonía con la naturaleza circundante. Así, el pasado cifra en el presente la esperanza de una posibilidad para el futuro.

Al discurrir por las páginas y versos de Eco lógico de un lamento, se percibe la belleza, el encanto y la gravedad de una elegía admonitoria, que nos remonta a aquel pasaje del Génesis en que Noé exhortaba a los desmedidos dar freno a sus actos antes de una consecuencia terrible: el Diluvio universal tan aclamado y buscado por ellos mismos.

Posterior a aquella voz pre-diluviana, hallamos la resonancia de la religión eleusina de la Antigua Grecia, la cual rendía culto a las diosas Deméter y Perséfone, y que a su vez, nos hacen adoptar un modo arbóreo de mirar las cosas. En esta parte, la poeta observa los colores, percibe las fragancias y toca las texturas que dan forma a la corteza del árbol. Testigo milenario de sombra hirsuta que se yergue contra el viento de la tempestad y el fuego del relámpago. Al mismo tiempo, observamos la fauna que crece y habita en el interior de las maderas preciosas; pero también, se oye una voz que agradece y comulga con la naturaleza.

 

¨eres maderas finas que perfuman

hermosas figuras labradas de ti

ostentando civilizada vida¨.     

¿Puede acaso la naturaleza darnos lecciones de civilidad? Desde luego. De hecho, a través de una isotopía en la que la voz dialoga con las arboledas, los ramajes, las frondas y las forestas, aparece un contracanto  en el que la vida hace retroceder la aridez y desolación de la tierra. Enseguida, se hace manifiesto el elogio hacia el portento de la naturaleza y la gratitud, por el resguardo que ella nos proporciona. Los árboles alejan el frío con el calor de las fogatas; protegen de la intemperie con las casas que se construyen; y brindan comodidad con el hogar y los muebles que sus maderas posibilitan.

 

¨desafían al frío tus leños al fuego

a la intemperie tus maderos interpuestos

a los rayos del sol y de las tormentas

a los soplidos que arrastran y empujan

y en mi casa con ellos me acomodo

como los navíos en la mar

cuánto has dado a esta humana vivencia

que no podamos hacer por ti

 

Madera que creces y habitas 

Nuestras vidas

¿cuánto hemos de darte

por todo esto recibido de ti?

 

¿Es menester recordarlo

para detener la masacre 

que te amenaza?¨

Después aparecen dos intermedios: el primero de ellos es el juego de un calambur o una ruptura silábica del morfema Amazonia, dicha ruptura abre una variedad de significados posibles: ¨Ama a Zonia¨, ¨Ama zoo nía¨, ¨Ama Zonia¨. El segundo es un cuento breve en el que se recrea el origen de la flora y la fauna del mundo. Más adelante, se retoma el encomio de la naturaleza, pero esta vez dirigiéndose a los hielos perpetuos que dan equilibrio a la vida, y que a la vez, nos protegen de la excesiva toxicidad del dióxido de carbono y del metano.

 

¨Hielo nieve de Ártico y del sur

de los polos de nuestro globo

del Antártico y del norte,

tu blanca textura ata a la Madre Tierra

tu suavidad y resistencia

tu transparencia y fragilidad

en copa amplia contiene a la mar

en roturas peligras la existencia

con añicos que hieren fundiéndose,

la mar que crecida intimida¨

La poeta se dirige al hielo sólido para pedirle que detenga el paso del tiempo y el fatal ascenso de las aguas. Consecuencia ineludible del calentamiento global, como bien lo ejemplifica la reciente inundación de Venecia (noviembre de 2019). Después de elogiar a los árboles, a los hielos del Norte y del Sur, el canto tercero será dedicado a las aguas sublimadas en lo alto del cielo y la atmósfera, es decir, a las nubes. Luego de estos encomios y de la ulterior desaparición de las especies, la poeta imprecará con el eco del responso a aquellos indolentes que con alevosía han perjudicado a la naturaleza, incluyendo aquellos fatuos que con su vanidad han buscado emular en su falaz indumentaria su colorido exótico. Finalmente, llegaremos a la reflexión sustancial de todo el poemario: ¨¿Y cómo dentro de esta crisis rescatarnos de ella?¨. La incertidumbre que mana de esta cuestión no linda sólo en el ámbito de la ecología y de la bioética, sino en el trasfondo filosófico de la especie humana como rapaz depredadora de sí misma y de otras especies. ¿Qué valor tiene para nosotros la vida en esta esfera que gira en el Sistema solar, a la orilla de la Vía Láctea, en algún lugar del Universo? La respuesta que se deriva de estas páginas yace en nuestra conciencia y sólo podrá descifrarse a la sombra de nuestros actos y del futuro, si acaso cada día construimos la esperanza de tener uno. Amable lector o lectora, le invito a adentrarse a este paisaje en el umbral de la extinción y del colapso climático, pero sobre todo a reflexionar con la belleza de estos versos, la alternativa de un mañana posible para nosotros y los seres vivos que aún prevalecen.

 

 
       

Ángel Corral Romero, poeta y ensayista, autor del libro Bajo la sombra del eclipse y de la plaquette Réquiem a un ángel desleal, cofundador del Ojo de Faetón, actualmente estudia la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Cofundador de La Espiral y la Rosa, octavilla literaria próxima a presentarse.

 

 

 

Libro artesanal impreso en sobrantes de papel.

     
 

     
   
 
 
     
   
     
 

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