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Eroticum, de
Cristina de la Concha
... El nombre,
por supuesto, parece aludir a los vademecum farmacéuticos, libros en
los que se incluía todo el saber de la especialidad para llevar a
cabo las mezclas que curarían a los enfermos. En este pequeño libro,
como se podrá comprobar, no se condensa toda la sabiduría del
erotismo para uso personal del lector, sino catorce breves relatos
en los que éste se desarrolla, pero en una clave irónica que les da
humor o, en ocasiones, los reconvierte en una situación opuesta a la
sensualidad.
Precisemos un
poco más este ángulo irónico que desarrolla Cristina. En sus
cuentos, De la Concha gusta de los finales sorpresivos, los que dan
un torzón tan severo a las ficciones que las reconstruyen,
resignifican, por completo desde la primera línea. Tal es el caso
destacado de los cuentos “Sin duda”, “Al pie de la letra”, “Brillo
acuoso”. Este recurso, incluso, nos lleva a transitar por escenas de
alta tensión sexual que desembocan después, tras la revelación
final, en actos que, para un no iniciado en las artes de las
brujería, podrían parecer sencillamente asquerosos.
Bajo este
paradigma irónico, la autora revierte las tradicionales aventuras
amorosas, aventuras de alcoba, para regalarnos también momentos de
puro y duro humor en los “divertimentos” que se mezclan con
naturalidad entre las narraciones. Aunque también tiene sus momentos
de reflexión, con la inclusión de un texto de ensayo del que me
gustaría rescatar una cita, para mayor entendimiento del concepto de
erotismo que maneja Cristina de la Concha: “Nuestros cuerpos, que
son acreedores de amor, cuidados, protección, respeto, son estos
recipientes de huesos y carne que reflejan nuestro estar, nuestro
bienestar, nuestra salud mental y espiritual, porque no sólo somos
cuerpos y el erotismo no emana de los cuerpos. Su emanación
espiritual y mental se sirve del cuerpo como vehículo, y, a la vez,
la naturaleza, majestuosa, ha hecho que estos vehículos, nuestros
cuerpos, se sirvan de mente y espíritu para procrear y subsistir,
subsistir por encima del dolor inherente a esta vida de breves
momentos de goce...” Es decir, que el erotismo no depende
exclusivamente de las sensaciones epidérmicas, sino principalmente
de la mente y el espíritu. Y esta verdad la puede comprobar
cualquier persona que haya intentado desplegar las artes de Eros (o,
más cercana a nuestra geografía, de Xochiquetzal) con una mente
turbada por las preocupaciones, la ansiedad o la culpa. Las buenas
prácticas sexuales proceden, por lo que nos dice Cristina, de
nuestra salud espiritual y mental. Y en esa buena salud cabe incluso
la renuncia, como en el cuento “Encenderlo”, en el que esto también
se convierte en la mejor manera de mantener la paz y la seguridad.
Por otra parte, no podemos soslayar que por momentos, en la obra la
ironía se ausenta para darle paso a otra voz poética, cachondona,
que nos habla al oído y, sin dejar de narrar, de hacer de ello una
narración, abre ese espacio en que la palabra (y la sensación
provocada por esta) nos muestran otras maneras de reordenar el
mundo, como en el viaje alpinista-sexual que se desenvuelve en
“Aventur eros”. Por último, se hallan aquellos cuentos en que los
que entran en juego los espacios distantes que los amantes salvan o
que entidades, aéreas emanaciones, usan para aprovecharse de
víctimas propicias a sus calenturas ultramundanas.
Para finalizar
esta breve presentación, les deseo que tengan la sensibilidad de
aquel personaje de Cristina que, invitado a una presentación de
lecturas eróticas, las siente de tal forma que… ¿pero para qué
contar los finales de esta historia? Disfruten de la narrativa de
Cristina de la Concha, que es irónica, fantástica, poética, por
momentos fuera de la realidad en sus textos más realistas y
completamente realista en las imágenes que la poeta que toma su
pluma no puede dejar de reflejar.
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