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Sucede
Cristina de la Concha
Un día, cometí un error. ¿Un
día? muchos. Pero ese día en particular, se me olvidó. ¿Ese día en
particular? Y todavía peor: no le di importancia. Dije, ah, ok, luego...
orita. Pasó un año. Alguien lo señaló, lo corregí. En realidad, no lo
leí, sólo lo corregí en mi plana de Word y se publicó en el boletín
conmemorativo de la ULatE, abril 2013. Meses después, en un brevísimo
rayo de luz recordé que estaba en internet y no lo había corregido.
Dije, sí, orita. Pasaron otros meses, otro rayo de luz, un poco más
intenso, y dije: orita mismo lo quito de internet y luego lo leo porque
orita no tengo tiempo. Ya ni me acordaba qué había puesto... pero si
sólo era de quitar esa palabra que nada tenía que ver, que carecía de
sentido, que estaba ahí por un error anterior. Yo lo había escrito años
antes porque estaba trabajando otro texto que nunca terminé y tomé
fragmentos de allí para este último, fragmentos que creí leer con
atención, que iluminé, corté y pegué.
Cuando no se revisa el trabajo, sucede. Cuando se hacen cinco cosas
distintas al mismo tiempo, sucede. Cuando se quiere terminar a toda
prisa, sucede. Cuando cosas que se creen más importantes rondan la
cabeza, sucede. Cuando uno se confía, sucede. Y me sucedió, y no es la
única ocasión pero, en otras, he tenido la suerte de revisar con la
mente más concentrada. Los errores se cometen, sí, y más comunes son en
la escritura, me parece, porque algo hace que se vea “sin” ver, pero
este error fue, además de olvido, de descuido en lo que pretendo como
oficio y esto lo vuelve muy grave. ¿En qué estaba pensando para
ignorarlo y después olvidarlo? ¿Habrá sido “la Nada” de la que estaba
hablando en ese texto? pero “la Nada” se apoderó de ese texto durante
¡tres años! hasta ahora que un rayo intenso de luz alumbró el recuerdo,
fue una madrugada hace unos días que desperté con él, como si lo hubiera
estado soñando toda la noche, obsesivo, y, de nuevo, le resté
importancia y lo puse en el olvido porque ¡andaba muuuy ocupada!!!
Mea culpa, no quise revisar, no quise volver a leer el texto, no
quise revisar cuando me lo señalaron, no quise releerlo, no quise
detenerme a revisar, no quise verlo, simplemente no quise, porque sí
estaba ocupada, muy ocupada, mi mente estaba ocupada, siempre estoy
ocupada, sí, pero si quiero, busco, pretendo ser escritora, debo tener
el tiempo necesario. Quizás en el fondo de mí no quiero y “la Nada”
ayudó. La palabra
inminente se coló dándole un sentido extraño a otra frase que
desaparecí, o... ¿no estuvo nunca? ¡ay, nanita!... y así nomás, allí
quedó (“Nuestra aventura ULatE 2012”)... ups. Mis sentidas disculpas a
mis lectores.
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Los vendidos y los infiltrados
Declaración
...
el
fondo que tocamos... |
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