De: Cuando
languidece la sombra, 2008
Suspendidas mis ansias,
una
muerte a pausas sobreviene,
se va
apagando lenta mi vitalidad
cuando te ciegas a mi presencia.
Atrapados tus aromas
entre
sábanas vacías,
envuelven mi sintonía
cual
mortaja cada noche;
moderno Tántalo me vuelvo,
la
noche interminable
navega sutiles mares de espuma
tras
singladuras de besos ausentes
o ya
perdidos.
Andan
vagando los dioses, me avisan,
recorriendo límites que palpitan
anunciando nuevos puntos cardinales,
volviéndolo todo incierto;
quieren ubicar las dimensiones del verano,
latitudes ajenas al planeta
donde
desaparecen las personas,
pentágono de las Bermudas le llaman.
Me
aparto de su recorrido
dibujando cruces en el aire
con
actitud hipnótica,
esculpiendo una estatua al viento,
mientras éste bosteza aburrido
luego
de meses de insomnio.
Dormidas mis manos
dan
luz a retazos
desde
el centro de la celda,
como
si acariciaran sueños furtivos
a
latigazos.
Una
ventana abierta a mi infancia
estremece mi garganta
resucitando antiguos dolores,
castigos medievales;
eran
tiempos de voz baja,
silencio era la orden sagrada,
infinita represión
que
ahora disuelvo con paciencia,
con
el devenir de los años
el
discurso se vuelve justo.
Hoy
por hoy,
helados besos en la conciencia
avisan que el invierno
refleja su pasada,
nos
vuelve metales
o
bruñidos espejos parpadeantes,
Más
allá todo en movimiento
trata
de ganar espacios,
volver desde la muerte es el lema
con
miradas solemnes.
Enmudece el silencio,
la
caída de la nieve detrás de la puerta
pone
su afilado dedo
sobre
los labios,
haciendo huir las palabras
en
todas direcciones,
ladrones sorprendidos
en
plena faena.
Oraciones y frases se enmascaran
en
evasivo discurso,
emergen rompiendo su pacto
a la
hora precisa en que el diálogo
“requiescat in pace”.
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