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Querido Dinko
por Pterocles Arenarius
Para María
Dinko Pavlov, un hermoso hombretón, barbudo, eslavo pero chileno pero
eslavo, poeta, grandioso bebedor, izquierdoso, formidable y divertido
para la conversación. Un lindo sujeto. Nos encontramos por primera (y
última) vez en nuestras vidas en Tulancingo, Hidalgo, precisamente en el
I Encuentro Latinoamericano de Escritores que organizara la asociación
civil Culturalcingo que dirige Cristina de la Concha.
Dinko, un excelente poeta y no menos notable narrador,
fue una de las estrellas de aquel inolvidable encuentro de escritores.
Pero además de dignísimo exponente de su país, era un maravilloso,
simpatiquísimo conversador y, para completar las muy gratas veladas en
su compañía, Pavlov era además un formidable tenor que fácilmente
hubiera podido ganarse la vida cantando.
Entre sus grandes amigos chilenos que nos acompañaron
en aquel encuentro, nos contaron que en alguna vez en que compartían
habitación, dejaron afuera al “Ruso” Pavlov. Cuando éste llegó comenzó a
entonar el nombre del interfecto con su privilegiada voz de tenor dando,
digamos, un do subido de tal manera que toda la vecindad se alarmó con
las extraordinarias entonaciones del entrañable ruso. Los que estaban
adentro se apresuraban siempre a abrirle o a tenerlo bien dotado de
llaves para que no los llamara entonando con su potentísima voz y con
ello se enterara el vecindario en tres kilómetros a la redonda.
Hoy Dinko ha muerto.
Cuando un gran amigo, un gran hombre, se muere, nos
consolamos (¿hasta qué punto con razón?) con ideas metafísicas,
espirituales, con pensamientos de vidas “mejores”. Pero lo único que nos
queda es la soledad y un vacío enorme. De alguna manera nos damos cuenta
que nuestro mundo se ha empobrecido. Pero además, objetivamente, cuando
muere un poeta, el mundo se ha vuelto un poco peor que antes.
Otra manera mucho mejor de consolarnos es leyéndolo. Es
el gran homenaje, es la manera en que recuperamos a nuestro querido
amigo y mediante la cual encontramos que si desapareció de este mundo,
algo, más bien mucho de él queda en este mundo: sus versos, sus cuentos,
sus novelas. Los poetas, lo dijo Manuel Gutiérrez Nájera, no mueren del
todo.
Leamos a Dinko Pavlov.
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