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Cristina de la Concha
Cuento Caligráfico
Culturalcingo A.C.: Mexico.
2012. 44 pp.
Luis Alberto Ambroggio
Academia Norteamericana de la
Lengua Española
La caligrafía juega con la
historia encerrando y
provocándonos con sus rasgos y
su estilo a descubrir un
asombro. Ingeniosamente la
escritora, poeta, promotora
cultural, Cristina de la Concha,
bajo la rebelde inocencia de una
narración infantil, con el
embrujo del conflicto, en
Cuento caligráfico
(Cultualcingo, A.C., 2012) nos
enfrenta ante esta fascinante
realidad.
Si la definición etimológica de
caligrafía es “el arte de
escribir bello” con
manifestaciones que van desde
un documento rutinario hasta
expresiones artísticas
abstractas, comprometiendo toda
clase de habilidades técnicas,
estilos, velocidades de
ejecución, referentes históricos
o de épocas, autores, espacios,
la belleza y complejidad de su
realización es motivo del arte
del embeleso. Siempre me ha
cautivado la expresividad
gráfica de la caligrafía china,
hasta ver la casa en el trazado
escrito de la palabra “casa”, o
la japonesa, o la medieval
monastic; anteriormente la
escritura cuneiforme o la
escritura mexica, en fin, tantas
bellezas expresivas. Obras de
arte verdaderamente divinas,
como lo es la belleza en sí, lo
bello en el ser humano y su
expresión, la divinidad de la
naturaleza de los que somos
parte y que nos inunda en
nuestro ser y expresión
individual.
Por eso también me cautiva en
cada persona la pasión que se
expresa, en este caso por el
afecto a la caligrafía; una
pasión desde la inocencia
infantil de la autora que
perdura hasta producir
asombrosamente esta hermosa obra
de arte con múltiples
dimensiones: visual, literaria,
histórica, cultural, entre
otras. La riqueza del cuento
consiste en la presencia
juguetona de un conflicto en el
que se mueve, actúa y describe
la protagonista, Caligrafía,
literal y figurativamente, a lo
largo de su vida, su historia,
surgiendo feliz, “en plumas de
aves o en manguillas”,
superando pruebas como la del
“cincelado”, pero siempre
gozando como brote
resplandeciente de tinta o gota,
solicitada por amigos que hacía
en el transcurso de su vida
(sobretodo, Cupido), para
encontrarse luego con sombras de
futuras realidades amenazantes,
la imprenta, la máquina de
escribir, el internet. Es
curioso que después de las
contiendas y posibles sustos de
exterminio, se llegase a la
síntesis, el acuerdo, la firma
del tratado de paz, en el que la
ordenadora, con su avanzada
tecnología, la adopta en la
multitud de tipos de letra que
ofrece, y la Caligrafía se
resigna a no “molestar a las
máquinas” y así como los niños
de antaño escribían “recaditos
secretos” a sus amigos “sin que
los adultos pudieran
entenderlos”, así lo harán
ahora. La aventura de la vida y
la Caligrafía sigue desde
aquellos inicios en las grafias
de pinturas rupestres hasta hoy
y el futuro casi inimaginables
que estamos configurando. Es la
belleza del juego y la
comunicación que nos toca a
través de todos los sentidos más
allá del perfeccionismo
pretendido y de la interminable
sorpresa de la imperfección
humana. Y cada letra, cada
texto, cada capítulo abarcador
en su brevedad, plasmado,
esculpido, hecho cuidadosamente
a mano, con amor y dedicación
vivificante de artista, de
creadora, de madre, por la
autora
Como lo catalogaron en sus
reseñas Luis Holgado y luego
Pterocles Arenarius (a quien
cito literalmente): “éste es un
libro precioso que ha sido hecho
como los antiquísimos libros
medievales, totalmente dibujado
a mano, incluyendo cada una de
sus letras, viñetas y dibujos,
aunque reproducido por los
medios tecnológicos modernos,
como toda obra de arte, afirma,
es un acto de amor y una
demostración de un indoblegable
afán perfeccionista de su
autora”. Me resulta
emocionante, como lector y
admirador de la criatura que la
gestó por un período de 12 años,
desde aquel inicio en el 2000
hasta el 2012, gestación de un
regalo para otra belleza de
Cristina que vio la luz, su hija
que –como establece en la
presentación- se lo “pidió
cuando muy pequeñita”; y que,
como una palabra, un beso
renacido, como la Caligrafía, a
su vez, la iluminó “en la
penumbra” para mostrarle “lo
que es la vida”. La trama de
este cuento dibujado en
CaligrafÏa, con la gama del
abecedario, en capitulares y
diferentes estilos, nos comunica
precisamente eso: la vida
personalizada desde sus brotes
sonrientes, con la hermosura de
la inocencia, expresividad y
rebeldía del comienzo, los
encuentros, asombros y desafíos
de su desarrollo hasta los
arreglos de paz de una madurez y
casi final que, como la síntesis
filosófica o las hojas de
Whitman, son el hoy de un nuevo
comienzo, un nuevo futuro del
que somos parte.
La belleza se da cita en este
libro no solo por lo que cuenta
sino cómo lo cuenta, la
travesura y expresividad de las
letras que se salen de la
monotonía y brincan con la
imaginación asombrante de niños
ante el deleite de los ojos de
los adultos que con amor los
obeservan. Y más allá de las
palabras de John Keats “la
belleza de la verdad, la
verdadera belleza” o de John
Donne de “belleza es verdad,
verdad es belleza. Nada más es
necesario”, Cuento
Caligráfico es sangre de un
corazón que toca y anima el
corazón de todos, sueño y
fantasía del diálogo entre seres
humanos y del autor con el
lector.
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