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Sergio Alarcón
Hidalgo
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7.Sept.2019
La bella voz
Por Freddy Secundino S.
Este libro se “evidencia” con su nombre. Se trasluce, se
desnuda, se entrega incondicionalmente redondo, amplio,
luminoso, entero, fuerte, invasivo… y a la vez dulce, meloso,
chorreando bella voz, néctar en los labios. Como una bandera de
agua tibia envolviendo, un mástil de miel que es a la vez faro
de sonrisas… o algo parecido a lo sobresaliente, a lo que obliga
a voltear a ver y dejar los ojos allí al menos un rato.
Sole mío (Editorial Letras de Barro, México, 2019), del
hidalguense Sergio Alarcón Beltrán, remite a la cordialidad, a
la calidez, a compartir buena onda, humanidad… o como se le
llame a todo eso que tanto escasea ahora en el mundo. Se intuye
un bálsamo buscado para el alma en tiempos de perversión,
egoísmo e intolerancia. Se ve su portada y se piensa en lo que
es y se antoja ver qué explosiones, qué remolinos, qué
corrientes abrasadoras, qué lava corre dentro de él.
Cerrado, provoca ver poesía… o una intensa y arrebatadora (por
sus pocas páginas) novela de amor no correspondido o
exageradamente correspondido y fugaz (Sole mío es también el
nombre de una famosa y romántica canción italiana de hace unos ayeres)… Es como el astro rey en eclipse total: todos sabemos
que atrás de la negrura está la verdad, la luz inapagable.
Es una caudalosa tormenta de versos amorosos, una rauda
corriente piroclástica de palabras dirigida a quien se tiene en
el corazón, en la mente y en todo el cuerpo, por dentro y por
fuera. Un ser que da vida, que rejuvenece, que duele si se le
quiere mucho, tanto como si no se le pudiera querer.
Sole mío son “poemínimos”, otros cortos y de extensión mediana.
Todos con la temperatura candente y el ritmo humeante. Y aunque
forman una sola corriente sobre un (al parecer) angosto cauce,
son independientes uno del otro y a la vez clones que se
encadenan entre sí en eslabones que el propio vuelo de lectura
moldea y amarra: como los “tumbos” del río crecido, esas jorobas
que se persiguen ansiosas y se hacen una hasta que llegan adonde
su nombre cambia a Mar (así, con mayúscula).
Da la impresión de que cada lector lo podrá ver distinto. Cual
metáfora, al ir leyéndolo, al ir entrando entre sus ventarrones
de fuego y aire melosamente “infernal”, se nos presenta como
agua tierna a veces y otras ruda y arenosa, pero siempre río que
se convierte de pronto o a ratos en un océano huracanado.
Sole mío es de canícula. De cambio climático. Es la palabra miel
sin amarguras polizones… Capitán de la nave, Sergio Alarcón hace
con ellas lo que quiere (aunque a veces parezca pedirles
permiso)… y lo que quiere es envolver con calidez a quien las
lea, atrapar más de lo que hace a la intemperie el astro rey que
le presta su nombre y al que le “roba” cualidades, para
espejearlas en el ser querido a quien le escribe con metáforas
que provocan una sonrisa amable y sacan el ladrón que todos
tenemos dentro porque las hacemos nuestras, por sencillas,
claras y profundas, dueñas del verso y la voz libres.
Sergio Alarcón tiene su propia editorial (Sepia Ediciones, en la
que se ha publicado y a más poetas). Esta vez sella su libro con
otra marca. Sole mío parece una plaquette. Pero en su sencillez
está su grandeza: si Coco Chanel dijo que los buenos perfumes
vienen en frascos pequeños, él le hace honor a tal sentencia y
comprime a su sol y distribuye sus rayos en 33 brillantes
páginas.
Alarcón Beltrán es autor de varios libros y solidario promotor
cultural. Sus poemas se han traducido y publicado en inglés,
portugués, francés y catalán. Es incansable e incluyente creador
y director de un formidable evento artístico que ya se está
haciendo costumbre, a pesar de tan joven: “La tertulia de La
Bauhaus” (un café de la Ciudad de México donde cada jueves se
hermanan poesía y otras artes).
A quienes lo conocemos y hemos escuchado y/o leído su poesía no
nos sorprende y poco de lo que incluye Sole mío es novedoso para
nosotros. Pero mientras más se leen, más frescos parecen estos
poemas. Leerlos uno tras otro es como caminar una mañana en un
campo de yerba verde bañada de libidinoso rocío, con los rayos
del sol cual velo envolviéndonos.
El poema inicial aquí (Retrato de sangre) no está en el libro.
Lo incluyo en exclusiva, con permiso del autor: si bien Sole mío
es por y para la mujer amada, cada palabra y cada verso de este
poema se adaptan sin cuestionamientos. Ninguna luz inspirará
mejor, que la de unos padres que se admiran y se toman siempre
como ejemplo.
No me cabe la menor duda de que los padres de Sergio le
heredaron lo que él tiene de poeta, aunque no hayan publicado
nada parecido: le inyectaron la sensibilidad para ello (genes,
les llaman). Basta con leer los primeros versos de este poema,
para conocerlos más allá de la fotografía que él nos presume
orgulloso y entender el por qué su hijo escribe así: él les
reconoce aquí su sangre, su tormenta solar, su mar poética.
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