15.Dic.2024
Ofrenda poética:
A mis muertos.
RETRATO DE FAMILIA
El obturador de la tarde nos alcanza
sentados en el patio de la casa.
Lienzos de luz nos cubren de sol.
Cítricas extremidades acarician
con azahar aroma al patio.
-Mi madre- desprende un astro cítrico.
Cuidadosamente le retira la envoltura.
Un dulce sol aparece entre sus manos,
lo separa en gajos.
Nos obsequia, equitativamente,
una fracción de sol.
Yo, leo un poema en voz alta.
En tanto, -un colibrí- se mira en el espejo.
Reconoce su plumaje,
sabe que existe, vuelve a la flor.
Mi padre, sirve generoso, un trago.
Ardiente agua de los cañaverales.
Hierve la sangre desde el primer sorbo.
-Mamá- ha olvidado que día es hoy.
Ha olvidado si puso sal al mole.
Si agregó levadura al pan.
A mamá le gustan los huapangos,
aflora el zapateado al ritmo del son.
Rememora a la bisabuela con sus palabras.
¡Parece que no voy a morir!
Mientras en la radio escucha
una pieza de Nicandro.
Mi padre sostiene un libro entre las manos.
Detrás de sus pupilas, la poesía,
emerge de sus labios.
Papá es un poeta, un sabio.
Papá no tomó cátedra.
Los poetas y los sabios
no se forjan en prestigiadas universidades.
Ellos beben de las doradas fuentes colmenares, las heridas
del camino real.
-Mamá- va y viene del patio a la cocina,
pendiente de todo. Ama su cocina.
Custodia el fuego.
Riega el jardín.
Consiente sus flores.
-Mamá- un sol que dora las espigas,
amasa, amorosa, la vida.
Sus manos son de maíz.
Las tortillas no faltan a la mesa.
-Mamá- vuelve de la cocina
con una jarra de café.
Ha olvidado que ya lo había servido.
La atmósfera del patio
se ha inundado del aroma a café
recién tostado.
En tanto, las sombras de la tarde escurren
hasta inundar los últimos matices del ocaso.
Tan puntual, como la llama al candil,
-mamá- sirve la cena.
Celebra con espumoso chocolate.
-Mi padre- mira al cielo,
alza su bastón,
enciende las estrellas.
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