Tulancingo cultural

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Tulancingo, Hidalgo, México

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Semana Internacional de la Lectura – 4º Encuentro Latinoamericano de Escritores Hidalgo 2012 – 5ª Reunión Estatal de Bibliotecarios de Escs. Secundarias

 
 

20 - 29 de abril

 
     
   
     
     
  Nuestra aventura ULatE 2012  
     
     
 

coordinación, apoyos y patrocinios

 
     
 

Los escritores y artistas participantes

 

 
     
     
  De la chilena María Teresa Torres Mora  
  poemas de Desde la sangre  
     
 

De la poesía de Pedro Reygadas

 
     
     
 

Del INFORME

 
 

Lo recibido y pagado por Cristina de la Concha, resumen

 
     
     
     
 

CRÓNICA DE UNA SUERTE ANUNCIADA

 
 

por Alicia Flores

 
     
   

 

 

 
 

7.Sept.12

 
 

 

 
     
 

 

De mi visita a Acaxochitlán, Queta Navagómez

 

Llegué a Tulancingo Hidalgo para participar en el  4º Encuentro Latinoamericano  de Escritores. En el recibidor del Hotel Colonial, donde se me había reservado hospedaje, encontré a María Eugenia Rodríguez Gaitán  y María Elena Solórzano, apreciadas amigas y compañeras del club de La Pluma del Ganso. Ellas iban a Acaxochitlán y me invitaron a sumarme al grupo, porque debido a un paro de transportistas, los escritores que asistirían a ese lugar, no habían podido llegar. Dejé mi maleta y bajé de prisa. Ya nos esperaba una camioneta. Se nos sumó el pintor Felipe Gaytán Gaytán 

Abril resplandecía. Al dejar atrás las soleadas calles de Tulancingo, la carretera nos mostró zonas muy áridas, montes con poca vegetación, plantas que se aferraban al suelo seco en su intento por sobrevivir. Me dan tristeza los paisajes áridos. Recordé las escenas de sequía en el norte de nuestro país que en días anteriores había visto en la televisión, la angustia de los ganaderos  al ver la muerte lenta de su ganado, la desesperación de los campesinos ante una siembra que se marchita.

Poco a poco, manchones de pinos y ocotes empezaron a verse a uno y otro lado de la carretera. Un alegre color verde fue sustituyendo al color cenizo de la tierra sedienta. Nos gustó ver huertas en que árboles de manzana con el verde tierno de sus hojas. El conductor nos dijo que así era Acaxochitlán, un lugar fresco, agradable y mágico, rodeado de árboles y flores. Calles adelante la camioneta se detuvo y bajamos en la escuela secundaria número treinta y dos.

Un maestro salió a recibirnos y nos llevó con el director de la secundaria. Me sorprendió agradablemente esa escuela con muchos jardincitos rodeados de pequeños arbustos a manera de valla, con rosas, con árboles. Sombra y más sombra bajo los árboles de manzana, de durazno, de pera. Patios en desnivel enmarcados por flores y al fin el auditorio en que ya nos esperaban los alumnos del tercer año. Recordé aquellos tiempos en que siendo alumna de secundaria me encontré en la biblioteca un libro que leí deslumbrada, ”El llano en llamas”, de Juan Rulfo. El primer libro que leí completo, y que marcó mi rumbo como narradora.

Ahora me tocaba estar frente a los a los muchachos, compartiendo la mesa con María Elena Solórzano excelente poeta y cronista, con María Eugenia Rodríguez poeta de versos claros y brillantes como las copas de cristal, con Felipe Gaytán Gaytán, pintor muy dispuesto a mostrar su obra, que había mandado hacer un soporte especial para colgar su pintura. En su cuadro, una mujer se maquillaba tranquilamente sin notar que atrás de ella había surgido un dinosaurio. De los muchachos, algunos se notaban aburridos, otros resignados y los demás expectantes. Seguramente los habían obligado a asistir. Estaban ahí esperando nuestras palabras.

Felipe Gaytán Gaytán empezó a hablar de su cuadro, de la mujer que no sabe que al maquillarse convoca a los dinosaurios; de cómo unos crayones le abrieron el camino a lo que sería su vocación. Mientras él hablaba el ambiente cambió, los muchachos de verdad se interesaron en lo que decía y querían saber más del que siendo niño una vez se encontró unos crayones y empezó a dibujar.

Siguió María Eugenia con sus poemas, con su concepción del amor y de la belleza simple de lo cotidiano, con sus delicadas metáforas. Los muchachos guardaron  un silencio respetuoso que rompieron al aplaudirle.

María Elena Solórzano habló de sus crónicas, de su infancia en un barrio citadino, en cómo las pequeñas noticias se sufrían o festejaban e hizo que los muchachos rieran al contarles anécdotas familiares.

Yo escogí mis cuentos de humor, buscando divertirlos, quería que se dieran cuenta que la literatura no es aburrida. Dos rondas de  de 10 minutos cada uno y al finalizar la primera el interés de los muchachos pedía más cuentos, más poemas, más plática.

En la segunda ronda las tres nos metimos a la poesía y Felipe siguió hablando de pintura. Nos los ganamos por nocaut. Se quedaban pensativos ante un poema triste o amoroso. Su espíritu iba de una a otra emoción.

Inició la sesión de preguntas y respuestas y decidimos ser sinceros. La cordialidad y el interés estaban sentados en las butacas. Se levantaron muchas manos y todas querían indagar sobre nosotros, sobre cómo es que empezamos a escribir o a pintar. Llevábamos como objetivo interesarlos en la lectura, en las letras, en la palabra, en el arte, y el objetivo se cumplió.

En esos momentos me sentía plena, pero faltaba lo mejor. Una chica, quizá de dieciocho años, se puso de pie y nos dijo que hacía tres años ella era alumna de esa secundaria cuando, como parte del Primer Encuentro de Escritores, visitaron la escuela unos poetas. Los escuchó y algo removieron en ella, su sensibilización fue tanta que empezó a escribir. Llevaba tres años haciéndolo y ahora estaba ahí porque quería leernos lo que había escrito inspirada en la lectura de una novela. Nos regaló una prosa matizada de imágenes brillantes en que las metáforas se abrían como flores. Su voz y su emoción nos cautivaron.

Cuando Moraima Guadalupe Sánchez Palma terminó de leer, queríamos tender los brazos y arropar a la que iniciaba un largo viaje por las letras. Le hicimos ver que la escritura es un don que brinda la vida y la manera de agradecer ese don, es cultivándolo. Moraima Guadalupe subió al foro y todos la abrazamos.

Salí de Acaxochitlán satisfecha, convencida de que los encuentros de escritores son necesarios. Se parecen a las faenas compartidas de siembra en que cada cuento, cada poema es una semilla  que cae en el alma de alguno de los oyentes y allí se guarda. En algunos germina, crece, forma pétalos. Los poetas que fueron hace tres años a Acaxochitlán, no saben que una de sus semillas ha florecido. Nosotros no sabemos si alguna de nuestras semillas tendrá la suerte de caer en terreno fértil.

 
     
     
 
         

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