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CON LOS OJOS CERRADOS
A veces me gusta
escribir pensándote,
cuando el mundo se
ha vuelto todo cenizas
y la esperanza se
escabulle a ratos por la atarjea,
mientras una
botella vacía sus historias
en la garganta de
esta trovadora de lunas y olvidos.
Escribo pensándote
sin saber tu nombre
qué eres, qué
haces, a dónde estás,
te busco entre el
eco de mis pasos, en las sombras,
en las calles de
nombres olvidados
repletas de
ladrones y mercenarios de lágrimas.
Estás ahí,
en el viento,
en mis desvaríos,
en el tráfico de
las siete,
en la soledad de
mis eternas madrugadas,
en el vagabundo
trotar de mi pluma,
en las voces de
mis fantasmas,
en los ojos del
destino,
en el aliento
abrasador del desatino,
en las estrellas
extintas a falta de soñadores,
en el correo
olvidado del poeta,
en la nostalgia de
los desilusionados.
De ti no sé más de
lo que me ha confesado el otoño.
Eres la pieza
negra, absurda, de multicolor rompecabezas,
brújula que señala
hacia el sur,
donde emigra cada
invierno mi alma,
el mapa detallado
de mis laberínticos anhelos,
el verso malogrado
que acaricio,
la copa, llave
hacia mi delirio,
la colilla que con temor oculto,
última ficha que
aposté al todo o nada.
Y sin saber quién
eres vivo pensándote,
sintiendo tu
presencia
en mis letras,
en un par de
canciones,
adjudicándote
apodos: un nombre masculino,
o, “amor”,
“inspiración”, “pobre poesía”.
Tan sólo queda
clara una nota de este pentagrama,
y es que habré de
buscarte en mi delirio
expuesta a no
encontrarte
si así lo ha
dispuesto el irónico autor
de esta comedia
que perturba hasta mi último atisbo de cordura.
COINCIDIR CONTIGO
Pienso en el
milagro de coincidir contigo
y el tiempo se
cristaliza
con tus melodías
forjadoras de palabras, ilusiones
que hacen eco
sobre el pavimento,
confunden
espejismos, lunas, desiertos, deseos…
Te fundes en la
tinta,
manchas mi alma,
eres obsesión,
veneno,
brújula
incuestionable en mis laberintos
que me desvía
hacia tu imagen.
Impones a la
ansiedad
sólo saciada con
tu presencia,
delirio de
insomnios
por la soledad
patrullados,
hipnótico
desacierto
que transforma mi
voluntad en utopía.
Tu voz esclaviza
mis pasos,
se adueña de cada
gota de paz,
construye puentes,
sustituye mis murallas,
se proyecta en
crepúsculos etéreos,
siembra locura en
las cenizas
de mil sueños.
Agonizan versos
ante tus ojos,
se suicidan en su
abismo,
reparan sus alas
con tu luz,
luchan contra el
tiempo
para penetrar en
el paraíso de tu esencia,
sin traspasar el
velo.
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Brenda Reyes Mayo:
Una precoz poeta
veracruzana
UNA CANCIÓN ME RECUERDA
Brenda Reyes Mayo
Escucho una canción
triste y pienso en ti,
recuerdo tu mirada,
esos ojos tan profundos
que atraviesan el
corazón
con sólo voltear a
verme
y se vuelven
indescifrables, cual acertijo, para mí.
Recuerdo tu sonrisa,
tu alegría incondicional,
el guiño que acompañas
con una risa, una broma,
la inexistencia de tu
seriedad,
tu forma de ver la
vida
siempre a la deriva,
sin rumbo fijo, radiante.
Recuerdo tu voz,
suave, despreocupada,
las cosas que dices,
tus conversaciones preferidas,
las pausas, los
silencios, los arrebatos,
los rápidos cambios de
ritmo, el sentido oculto
de todo cuanto
declaras con un tono especial.
Recuerdo tus manos, tu
piel, tu perfume,
la sensación que me
embarga cuando me tocas,
el estremecimiento
delator que nunca detectas,
tus gestos marcados,
espontáneos, impredecibles,
la forma como te
mueves,
tus pasos
despreocupados.
Recuerdo también,
nostálgica,
que no te veré por dos
meses
cinco días a la
semana, no te tendré a mi lado
diez minutos por hora
para conversar de todo,
de nada,
entre bromas y
verdades lanzadas al azar,
no retrasaré mil veces
mis despedidas
sin importar la prisa,
ni me sentiré como en
un sueño dichoso,
extrañándote con el
alma,
anhelándote en la
distancia.
El peor recuerdo, sin
embargo, es la certeza
de que ignoras mi
febril locura
de amarte
con cada gesto,
palabra, mensaje, respiro,
con los ojos en ti
puestos,
y en la melancólica
luna,
consagrándote cada
suspiro, cada aliento
sin importar el resto
del mundo si estás a mi lado.
Escribiendo versos
frenéticos
que muero por
entregarte,
mas llena de repentina
cobardía
en el momento clave
lo postergo siempre, y
no has de leerlos,
al menos no consciente
de que, como mi alma,
te pertenecen.
Qué cosas me haces
decir, hacer,
sin darte cuenta,
cuántas melodías,
poemas, canciones, me torturan
a causa de este
frenesí sin límites
al que me encadenas…
y es inútil
resistirse,
nunca podré dejarte en
el olvido
o sacarte de mis
pensamientos,
ni lo quiero.
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