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Poetas mexicanos contemporáneos

por José Antonio Durand

 

Más de Brenda Reyes Mayo

 
 

26.Mar.13

   
 

 

 
 

 

CON LOS OJOS CERRADOS

 

 

A veces me gusta escribir pensándote,

cuando el mundo se ha vuelto todo cenizas

y la esperanza se escabulle a ratos por la atarjea,

mientras una botella vacía sus historias

en la garganta de esta trovadora de lunas y olvidos.

     

Escribo pensándote sin saber tu nombre

qué eres, qué haces, a dónde estás,

te busco entre el eco de mis pasos, en las sombras,

en las calles de nombres olvidados

repletas de ladrones y mercenarios de lágrimas.

 

Estás ahí,

en el viento,

en mis desvaríos,

en el tráfico de las siete,

en la soledad de mis eternas madrugadas,

en el vagabundo trotar de mi pluma,

en las voces de mis fantasmas,

en los ojos del destino,

en el aliento abrasador del desatino,

en las estrellas extintas a falta de soñadores,

en el correo olvidado del poeta,

en la nostalgia de los desilusionados.

 

De ti no sé más de lo que me ha confesado el otoño.

Eres la pieza negra, absurda, de multicolor rompecabezas,

brújula que señala hacia el sur,

donde emigra cada invierno mi alma,

el mapa detallado de mis laberínticos anhelos,

el verso malogrado que acaricio,

la copa, llave hacia mi delirio,
la colilla que con temor oculto,

última ficha que aposté al todo o nada.

 

Y sin saber quién eres vivo pensándote,

sintiendo tu presencia

en mis letras,

en un par de canciones,

adjudicándote apodos: un nombre masculino,

o, “amor”, “inspiración”, “pobre poesía”.

 

Tan sólo queda clara una nota de este pentagrama,

y es que habré de buscarte en mi delirio

expuesta a no encontrarte

si así lo ha dispuesto el irónico autor

de esta comedia que perturba hasta mi último atisbo de cordura.

 

 

COINCIDIR CONTIGO

 

 

Pienso en el milagro de coincidir contigo

y el tiempo se cristaliza

con tus melodías forjadoras de palabras, ilusiones

que hacen eco sobre el pavimento,

confunden espejismos, lunas, desiertos, deseos…

 

Te fundes en la tinta,

manchas mi alma,

eres obsesión, veneno,

brújula incuestionable en mis laberintos

que me desvía hacia tu imagen.

 

Impones a la ansiedad

sólo saciada con tu presencia,

delirio de insomnios

por la soledad patrullados,

hipnótico desacierto

que transforma mi voluntad en utopía.

 

Tu voz esclaviza mis pasos,

se adueña de cada gota de paz,

construye puentes, sustituye mis murallas,

se proyecta en crepúsculos etéreos,

siembra locura en las cenizas

de mil sueños.

 

Agonizan versos ante tus ojos,

se suicidan en su abismo,

reparan sus alas con tu luz,

luchan contra el tiempo

para penetrar en el paraíso de tu esencia,

sin traspasar el velo.

 

 

 

 
   

Brenda Reyes Mayo: Una precoz poeta veracruzana

 

 

 

 

 

 

UNA CANCIÓN ME RECUERDA

 

Brenda Reyes Mayo

 

Escucho una canción triste y pienso en ti,

recuerdo tu mirada, esos ojos tan profundos

que atraviesan el corazón

con sólo voltear a verme

y se vuelven indescifrables, cual acertijo, para mí.

 

Recuerdo tu sonrisa, tu alegría incondicional,

el guiño que acompañas con una risa, una broma,

la inexistencia de tu seriedad,

tu forma de ver la vida

siempre a la deriva, sin rumbo fijo, radiante.

 

Recuerdo tu voz, suave, despreocupada,

las cosas que dices, tus conversaciones preferidas,

las pausas, los silencios, los arrebatos,

los rápidos cambios de ritmo, el sentido oculto

de todo cuanto declaras con un tono especial.

 

Recuerdo tus manos, tu piel, tu perfume,

la sensación que me embarga cuando me tocas,

el estremecimiento delator que nunca detectas,

tus gestos marcados, espontáneos, impredecibles,

la forma como te mueves,

tus pasos despreocupados.

 

Recuerdo también, nostálgica,

que no te veré por dos meses

cinco días a la semana,  no te tendré a mi lado

diez minutos por hora para conversar de todo,

de nada,

entre bromas y verdades lanzadas al azar,

 

no retrasaré mil veces mis despedidas

sin importar la prisa,

ni me sentiré como en un sueño dichoso,

extrañándote con el alma,

anhelándote en la distancia.

 

El peor recuerdo, sin embargo, es la certeza

de que ignoras mi febril locura

de amarte

con cada gesto, palabra, mensaje, respiro,

con los ojos en ti puestos,

 y en la melancólica luna,

consagrándote cada suspiro, cada aliento

sin importar el resto del mundo si estás a mi lado.

 

Escribiendo versos frenéticos

que muero por entregarte,

mas llena de repentina cobardía

en el momento clave

lo postergo siempre, y no has de leerlos,

al menos no consciente de que, como mi alma,

te pertenecen.

 

Qué cosas me haces decir, hacer,

sin darte cuenta,

cuántas melodías, poemas, canciones, me torturan

a causa de este frenesí sin límites

al que me encadenas…

y es inútil resistirse,

nunca podré dejarte en el olvido

o sacarte de mis pensamientos,

ni lo quiero.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
             

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