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En
el
día del amor y la amistad:
Collag a mi querida
Romance en
veliche, la lengua de Chiloé, Chile
Dos poemas de la tabasqueña Rocío
Jiménez, desde su Paraíso en la costa del golfo
Más de
Cristina de la Concha
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Dificultades
amorosas
por
Cristina de la Concha
Hablar
de amor es difícil, es un tema en el que con facilidad se cae en la
cursilería, la repetición, la afectación y el fingimiento
o se incurre en frases que dan estas ideas de fingimiento, de hipocresía,
como una fata morgana el tema puede ofrecernos
imágenes milagrosas o repugnantes por su falaz osadía.
Y,
hoy día, es difícil creer en la fuerza del amor cuando vemos tantos
muertos, tantos intereses económicos y políticos en el mundo, cuando
vemos fanatismos y orgullos pisoteados,
banalidades erguidas en
rascacielos, la tremenda pobreza, el caos de la sociedad que se desangra
y despedaza en conveniencias por sobrevivir y pensamos entonces en el
humano como depredador. Luego, por sustraernos de la cursilería, negamos
el amor y sentimos una falsa seguridad,
la falsedad de fata morgana.
¿Son estos tiempos para mostrarnos la falacia del amor, que el amor es
un espejismo?, ¿realmente el dinero y el poder nos
están
demostrando
a desgarros
que son ellos lo verdaderamente valioso, los que sostienen al mundo, su
eje? lo cual estamos viendo cada día, a cada minuto, a cada muerto
desgajado, a cada desaparecido, a cada secuestro, a cada punto
inflacionario, a cada residuo en la basura, a cada boca de hambre,
escenarios que nos ponen
de frente a Hobbes contundente y su Leviatán.
¿Y es, pues, el día del amor y la amistad un día para engañar o para
reforzar el engaño? ¿Y así los días de Navidad y otros festejos? ¿Meros
engaños para hacer creer a los que están lejos del poder que sí existe
el amor y de esa forma se estén tranquilos a la vez que los de arriba
incrementan el consumismo para sumar descomunales dividendos? ¿O el amor
como fe realmente mueve montañas? Si fuera así, ¿por qué la violencia va
en aumento, por qué
las muertes son cada vez más monstruosas, por qué los actos de maldad
van siendo gradualmente más escalofriantes retando a la legalidad y la
justicia y a la sociedad que reclama? ¿Dónde está el amor, decía Hugo
Barbero, en su libro? si bien sé que para estos grados de criminalidad,
barbarie que estamos viendo a diario confluyen muchos y diversos
aspectos, ahora le hago eco. No soy partidaria de los libros de
superación personal ni lo he sido, nunca, de llamamientos a la moral, de
moralinas y frases moralistas, sin embargo, la corriente que lleva la
violencia desde hace unos años, arrastrando cuanto está a su paso,
levantándose en tornados y huracanes, no deja espacio más que para
frases que quisiéramos que llegaran a quienes la provocan, creyendo
ingenuamente que alguna fibra les ha de tocar, deseando que por un
segundo por lo menos se miren a sí mismos.
Pero el egotismo exacerbado, el orgullo mal concebido, la soberbia, la
envidia, la avaricia conjugados, no atienden al razonamiento. Con su
bandera de “sólo yo existo, sólo yo soy importante” navegan creyendo que
su lema calma sus penas, sin percatarse de que orgullo, soberbia,
avaricia, egoísmo no son más que dolor puro y que no sanan por dejarlos
fluir libremente sino, todo lo contrario, crecen con desmedida, ergo,
aumentan ese dolor. No se dan cuenta cuando la misma ciencia ya lo
comprobó: estas pasiones provocan acidez, la acidez es caldo de cultivo
de enfermedades. El amor y los sentimientos amorosos como la humildad,
la bondad, la generosidad, la paciencia, la tolerancia, el perdón
generan lo contrario –alcalinidad–, la que permite sanar, a la vez,
enfermedades.
Los orgullosos, egoístas, soberbios, envidiosos, avaros, ambiciosos, al
perpetrar los actos a través de los cuales
su subconsciente
cree dar salida a sus sentimientos, actos como la venganza, la trampa,
el engaño, la seducción, el robo, el secuestro, el asesinato, la
violación, el abuso, están gestando para sí mismos enfermedades
pues desde la misma concepción de sus planes ya se está produciendo en
sus organismos la acidez necesaria para un mal como el cáncer, la
diabetes y sinfín de trastornos de la salud. El Dalai Lama nos dice “si
no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo”, redundo: para
evitarte a ti mismo mayores penas.
De ahí que cuestione que pese más el deseo de dinero y poder que el
deseo de amar y perdonar. Ciertamente, el hambre puede llegar a tener el
poder suficiente para hacer a un lado todo instinto amoroso, cuando ya
no hay nada que perder, pero y ¿aquellos, muchos, que no padecen hambre
sino lo contrario, exceso de satisfacción de los apetitos?, ¿cuál es la
excusa?,
o ¿simplemente la de aquellos que viven bien y nada les molesta más que
sus pensamientos?, existen otros que por no concretar sus aspiraciones
deciden irse por
"la
mala"
y quizás éstos son los peores pues aducen que por
"la
buena"
han sido fallidos sus esfuerzos, que la rectitud y la moral no sirven,
por lo tanto, el amor tampoco, y se sienten plenamente justificados y
enarbolan su lema con su orgullo, su soberbia, su avaricia, su rencor,
sus ansias de abrazarse con monedas, lujos y comodidades,
y, así, un ácido caldo de cultivo que para cuando tengan ya hecha la
anhelada riqueza, ésta no sirve para curar sus males.
Aunque, claro,
en este caso
el argumento es que de cualquier modo se van a morir... y el intento se
hace obsoleto.
Sabemos
que el amor y los sentimientos amorosos como la humildad, la bondad, la
generosidad, la paciencia, la tolerancia, el perdón nos brindan, además,
momentos agradables, paz y armonía con los demás, en el hogar, en la
familia, y alegría plena donde las lágrimas son de gusto, ese
especial
lagrimeo
que
escasamente
se logra. Imaginemos
que
un día
cesa
la envidia
mutua de
unas jovencitas que
se
mantienen
mentalmente criticándose una a la otra, y la actitud cambia, están
pensando ahora pero qué bien se le ve ese vestido, qué bonito y lo
estarán disfrutando de verlo porque si lo trajeran puesto no
podrían verlo, ¡ésa es la diferencia! Lo mismo en el arte
y en cualquier ámbito,
es gozoso contemplar o escuchar una obra realizada por otro porque nos
alumbra matices desconocidos que de haberla realizado nosotros mismos no
podríamos apreciar o los matices serían distintos pues las personas
somos distintas. Es tan simple. No, no lo es cuando la aceptación de
nosotros mismos nos lo impide. Esos sentimientos amorosos aplicados a
nosotros mismos hacen que sea posible, es difícil pero posible.
Así el panorama, son muchas las dificultades para generar y dar amor y
demasiados los motivos de la maldad, y, entonces, ¿ realmente estos
tiempos que vivimos nos están demostrando la insustentabilidad –digo,
para hablar en términos
"modernos"–
del amor?
No pretendo dictar ‘moralinas’ ni cursilerías, ni soy nadie para
“dictar”, sólo sé que existe una urgencia real de amor, que en este
momento el amor verdadero puede hacer que el país y otras regiones
consigan la sanación a tanta pena, el amor que reubica al ser en su
auténtica noción. Amor que dé convicciones claras, fuertes, certeras.
Amor que se traduciría en un trabajo desprendido por los demás, por
nosotros, por todos en conjunto, no yo por mí o tú por ti,
como individuos, sino por todos y por lo que les dejaremos a las
siguientes generaciones.
Y... quizás
incluso logremos
hablar
de
amor
con
fluidez.
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