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En Glocalia.com
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México: El regreso de
Lucía
Morett |
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por Carlos Fazio |
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http://www.glocalia.com/ detalle_noticia.php?id=2008121214031405ba279 1ba82c7f81d09c46e4adfe78b |
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Fata
Morgana |
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La confianza y “papelito habla” |
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por Cristina de la Concha |
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En
México,
carta del
poeta Félix Pacheco |
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Desde
Argentina, carta |
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de agradecimiento
general y abarcativo a la comunidad toda de la
localidad de Tulancingo, Hidalgo |
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de María Encarnación Anadón
y
Franco
Gariboldi, participantes del |
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2o
Encuentro Latinoamericano de Escritores |
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en
Tulancingo, Hgo., México
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Y de
Valdivia, Chile
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su continuación |
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Desde Argentina,
reseñan |
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Valentín Romano, alias "Gaucho", |
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aquí
"comentario final", |
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en las
escuelas |
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y |
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Ana Cuevas
Unamuno
en: |
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tejiendocuentos.blogspot.com |
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www.artnovelablog.com/
Tejiendocuentos |
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Desde Costa Rica |
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Carlos Villalobos |
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nos envía fotos del Encuentro: |
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http://www.nayangroup.net/gallery
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con un clic donde dice Chile |
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organizado por el Colectivo Paratopia |
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http://colectivoparatopia.blogspot.com/ |
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Se presentó |
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el
Archivo Histórico
Digital |
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del Ex Convento
Francisco y Parroquia del Sagrario de Tulancingo |
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más con un clic
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www.artelista.com |
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Receta para
fabricar un mito |
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Hay gente que
alimenta su cuerpo con cosas (pues no
debiera llamárseles alimentos) que son
ineficientes para lo que se destina a
los nutrientes: restituir al cuerpo del
desgaste físico, dotarlo de la necesaria
energía que le permita realizar las
actividades necesarias y mantenerlo en
buenas condiciones de salud. Hay gente
que, por ignorancia o bien por vicio,
alimenta su cuerpo con lo que se ha dado
en llamar alimentos chatarra; muy otro
caso de quien se alimenta con
deficiencia por pobreza. |
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Quien incurre en el consumo excesivo de
alimentos chatarra sólo consigue
obesidad y desnutrición simultáneas. Es
decir torpeza, dificultades para manejar
el propio cuerpo y a la vez debilidad,
incompetencia para cualquier esfuerzo
físico. La contraparte son los que se
alimentan de manera equilibrada y con
moderación para conservar un cuerpo
esbelto, fuerte y sano, más o menos ― por
añadidura pues ya depende de muchos
otros factores― bello. |
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Ahora pensemos en otro ámbito de la
condición humana, el intelecto. A esta
parte de la persona también podría
considerársele un cuerpo, aunque no
tenga las cualidades físicas de masa,
volumen ni solidez física. Veamos, de
igual manera que al cuerpo
constantemente al intelecto le exigimos
resultados en los hechos, trabajos que
dan productos, se supone que se piensa
cada uno de los actos que realizamos.
Pero en las decisiones importantes del
día o de la vida, tenemos que pensar con
detenimiento para decidir. Y una larga
época de la vida ― se
supone― está dedicada a ejercitar el
pensamiento, a fortalecer el intelecto.
Porque, es cierto, una mente bien
entrenada, sometida con frecuencia a la
resolución de problemas intelectuales,
nos vuelve cada vez más inteligentes,
logra que nuestro pensamiento sea más
refinado, que logremos mayor destreza
para resolver los problemas que se nos
presentan en las cotidianas labores. Esa
larga época dedicada a adiestrar el
pensamiento es la infancia y la primera
juventud, el lugar es la escuela. Ahora
bien, puesto que hemos considerado que
el intelecto es un cuerpo ¿con qué
alimentamos al intelecto? |
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Al igual que las ofertas más tentadoras
para alimentar el cuerpo con delicias
(inútiles), el mercado, insaciable de
ganancias y ausente de la ética ofrece
para alimentar al intelecto productos
tan chatarra al menos como los así
llamados alimentos. La televisión ofrece
ejemplos ad náuseam y es común
que la misma televisión sea el gran
escaparate de estos seudoalimentos. |
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Por cierto y ya que hicimos el parangón
entre el cuerpo físico y el intelectual,
es clara la relación entre ambos, su
interdependencia. Aunque tenemos que
admitir que el cuerpo físico pocas veces
es capaz de obtener resultados
plausibles sin el concurso del
pensamiento consciente; de hecho, en
algunas circunstancias nos asombra, nos
asusta que protagonicemos un suceso en
el que hayamos actuado sin pensar, sin
consciencia, “en automático”, decimos.
Por otra parte, el intelecto sí es capaz
de realizar logros con el mínimo
concurso del cuerpo físico. La relación
entre el cuerpo y el intelecto es tan
intrínseca como la que hay entre ― en
términos cibernéticos― el hardware,
el cuerpo y el software, el
intelecto. |
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Ahora bien, un intelecto alimentado con
los productos chatarra de la televisión
y los tristes, tontos cómics
comerciales, provoca que quien tal
consumo realice se convierta en un
obeso, un torpe, es decir, casi un
incapacitado intelectual. Así como los
productos “intelectuales” de la
televisión ofenden a la inteligencia,
los alimentos chatarra dañan al cuerpo
físico cuando se consumen no como un
bocadillo, como un pecado menor, como un
desliz, sino como una costumbre
pervertida, como un vicio. Giovanni
Sartori, el teórico italiano, ha dicho
y, creo, con razón, que la televisión
causa daños graves a las facultades
intelectuales (los que hayan ejercido el
oficio de enseñar lo habrán notado: los
niños, los jóvenes tienen una casi nula
capacidad de fijar la atención, uno de
los más claros y referidos síntomas de
los niños teleadictos). Pero Sartori
asegura además que los daños de la
teleadicción son también físicos. La
televisión, un instrumento formidable de
comunicación, lastimosamente en manos de
personas que sólo ven al espectador como
un signo de pesos y que cancela las
posibilidades incalculables de este
medio como difusor de cultura, de
conocimiento, de civilización. |
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Pero la circunstancia humana no se queda
en lo que he mencionado. Existe el
ámbito de los sentimientos que es no
menos importante, pues en gran medida
determina el comportamiento inmediato de
las personas, con gran frecuencia por
encima incluso del pensamiento. ¿De qué
alimenta el mercado nuestros
sentimientos? De la mezquindad
telenovelesca, de uno de los anzuelos
favoritos de la televisión, la
concupiscencia, que no llega a erotismo
(pues el erotismo es un arte, aunque el
sublime ejercicio de tal arte no sea
público); la concupiscencia castrada,
escandalosa pero por estúpida y además
hipócrita de los cómics, otro
tóxico es el de la insensibilidad animal
con que se permiten presentar matanzas
humanas por decenas o cientos en un solo
programa o en una película y que
pretendan que somos tan imbéciles que
nuestra inteligencia, nuestra razón
aceptarán sus historias. Así, intelecto
y sentimientos bien alimentados jamás
aceptarían productos tan embusteros y
perniciosos. La televisión es el
alimento chatarra para los cuerpos
intelectual y sentimental de los seres
humanos. A propósito, una de las más
espantosas enfermedades es el llamado
mal de Alzheimer, el que según dicen,
está relacionado con dos de los vicios
modernos, la mala alimentación causada
por el consumo de alimentos empacados
que contienen colorantes, saborizantes y
conservadores artificiales. Y la otra es
la falta de ejercicio mental, pues la
inteligencia, como cualquier músculo se
atrofia con la falta de uso. |
|
|
Basta. No hablemos más de esa
corruptora, de esa difusora de la
estulticia, de esa engañadora, de esa
puta emputecedora, la televisión. |
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Vamos a la salvación, al contraejemplo,
a la antítesis de lo anterior. ¿Cómo
alimentar al intelecto y a los
sentimientos? |
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Creo que la cumbre en estos ámbitos
humanos la consigue el arte, las artes.
Y, en particular, como dice Octavio Paz,
la poesía en su sentido más amplio, la
que aparece en toda obra de arte cuando
ésta consigue tal estatura, la de obra
de arte. |
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|
En ninguna otra de las empresas humanas
aparecen mejor empleados en
simultaneidad los atributos humanos de
intelecto y sentimientos que en el arte.
Ahora bien, con salvedades, creo que la
obra de arte más accesible es la
literatura. En este instante vale la
pena preguntarnos ¿Para qué sirve la
poesía? |
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|
La literatura, que tiene como fuente y
como esencia a la poesía; la obra de
arte que se hace con las mismas palabras
que empleamos a cada momento para
comunicarnos. La literatura que es, como
casi ninguna otra actividad humana, un
ejercicio intelectual pero que contiene
los más profundos y sublimes
sentimientos que en algún momento han
brotado del corazón humano. Profundos
pero no necesariamente, diríamos,
positivos. También los perversos y aun
los criminales. De igual manera que, se
ha anotado, los sublimes. Por eso es
plena de sabiduría la afirmación del
esplendoroso Jorge Luis Borges (ahora
hay que escribir su nombre completo
siempre, para combatir la confusión que
a este respecto introdujo cierto
personaje otrora investido de gran
poder, pero recubierto de asombrosa
ignorancia), Borges, cito de memoria,
dijo que “gracias a la literatura en
esta vida he vivido varias vidas”. Ya lo
creo. La literatura excita de tal manera
a la imaginación, convoca con tal fuerza
a los sentimientos pero a la vez
estimula a la inigualable agudeza de la
inteligencia que, no tengo la menor
duda, es el más nutritivo, el más
poderoso alimento no sólo para el
espíritu sino para los sentimientos. Y
es por semejantes impresiones que, en
efecto, se cumple la sentencia borgiana;
no es necesario presenciar ni cometer un
asesinato, Dostoyevski nos pone a vivir
(y a sufrir) tan espantoso trance con
lujo de detalles, con inigualable dolor
y con bárbara brutalidad. ¿Qué impresión
quieres vivir? ¿El erotismo desaforado,
orgiástico, libérrimo o libertino hasta
la enfermedad? Ahí está el divino
Marqués de Sade o Guillaume Apollinaire
o Leopold Von Sacher Masoch. ¿Qué
impresión quieres vivir? La literatura
no tiene límite. Por la poesía, llegamos
sin duda a la asunción de la máxima
latina clásica: Hombre soy y nada de
lo humano me es ajeno. |
|
|
La literatura, la poesía en su condición
más amplia, nos feminiza en el mejor
sentido de esta palabra, es decir, nos
hace detonar las mejores cualidades
femeninas: la compasión, la
sensibilidad, la delicadeza. La poesía
nos hace tolerantes porque nos otorga la
inmensa virtud de sentir lo que otros
sienten, imaginarlo, conmovernos y por
ese camino llegar a uno de los mejores
sentimientos humanos: la compasión
(compartir la pasión del prójimo, el
próximo) compartir con quien se ama la
pasión, con todo lo que implica. La
pasión es lo que a alguien le pasa (a
veces por encima, arrasándolo). |
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|
Gracias a la literatura, a la poesía en
su manifestación más amplia, entendemos
todo lo humano. Y gracias a ella, ya lo
dijo el poeta, “Hay plumajes que cruzan
el pantano y no se manchan/Mi plumaje es
de esos”. Porque lo leído, lo vivido (lo
bailado, pues, ni Dios lo quita). Ah,
pero gracias a la literatura tiene usted
la libertad de elegir el mencionado
verso del volcánico bardo veracruzano, y
proclamar (y vivir diciendo) “Mi pantano
es de esos”. La literatura es el plumaje
que nos permite entrar en el pantano y,
si queremos, permanecer inmaculados
aunque, ciertamente, no inocentes. Pero
además da la oportunidad de descubrir,
de valorar, el propio pantano. Esto es,
el conocimiento más invaluable de
cuantos conocimientos existen, el
conocimiento de sí mismo. |
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|
Tan sólo lo anotado justificaría con
creces a la poesía, a la literatura.
Pero la literatura, la poesía, pues, es
capaz de llevarnos más allá. |
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He hablado de la compasión; de los
sublimes sentimientos, del poderoso
intelecto inmejorablemente nutridos por
la poesía, cuya amplitud nos lleva más
allá todavía. Los grandes poetas sufren
de un hambre de infinito que con
frecuencia los hace despreciar al hambre
de comida, qué vulgaridad. La gran
literatura siempre va la los extremos.
Así, no es tan extraño que los poetas
alcancen el vislumbre, el
deslumbramiento de la divinidad. Sé de
ateos recalcitrantes que a través de la
poesía han debido admitir que el
universo no es sólo material o al menos
que, ya lo dijo, otra vez, Borges (no
José Luis, no Borgues) “¿Pero hay algo
que no sea sagrado?”; la divinidad que
reside en cuanto existe. Por otro
camino, la compasión en su último
extremo no es otra que el sacrificio
crístico, que nada tiene que ver con
jerarquías eclesiásticas de cardenales y
obispos gordos que “dirigen” a la
cristiandad (no pocos de los cuales
practican la pederastia, lets
remember Marcial Maciel y sus
legionarios del billete). Pero mejor que
esos hablemos de La noche oscura del
alma, de San Juan de la Cruz, del “no
sé qué que queda balbuciendo”, o de
la (...) sombra de mi bien esquivo/
imagen del hechizo que más quiero/ bella
ilusión por quien alegre muero/ dulce
ficción por quien penosa vivo. La
poesía mística; la que lleva a los
poetas a vislumbrar un más allá en el
que las delicias de los gozos divinos
los hacen decir que Vivo sin vivir en
mí/ Y tan alta vida espero/ que muero
porque no muero. Como a Santa Teresa
de Jesús. |
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|
Ver un mundo en un grano de arena/ y
el cielo en una flor silvestre/ hace que
el infinito quepa en la palma de la
mano/ y la eternidad en una hora .
Es la pasmosa idea que William Blake, en
un estado del espíritu, con la
consciencia alterada quién lo duda, fue
capaz de decirnos, para que, a través de
la poesía nos comunique tan
incomunicables sensaciones, estados de
la mente, del espíritu. En efecto,
porque la poesía, la literatura en
general nos permite vivir lo que no
viviríamos por más intensa y variada de
estímulos que fuera nuestra existencia.
En tal sentido, la poesía nos puede
llevar a una existencia, que sería
nuestra elección angélica como dice
Borges que dijo Emanuel Swedenborg:
buenos sentimientos, buenos
pensamientos, buenas acciones, lo que no
es otra cosa que el ser bueno y ser (por
eso) bello, el areté griego. La
frónesis, la prudencia en la
vida, derivada de la sabiduría. El
culmen espiritual. |
|
|
Hay un filósofo ruso, creo, medio
empírico, medio iluminado, medio
esotérico, quizá masón, Piotr
Demianovich Ouspensky que, sin embargo,
sostiene una idea que no deja de ser
interesante, habla de que el estado
ideal del hombre es el equilibrio entre
el cuerpo físico, el intelectual y el
espiritual. Bendito es aquél que en
algún momento de su vida haya llegado a
semejante equilibrio: el vigor físico,
el poderío intelectual y el oro del
espíritu, la percepción de la divinidad. |
|
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Y sólo hasta ahora podemos responder a
la pregunta planteada, ¿para qué sirve
la poesía? En realidad no sirve para
cosa alguna de las que se consideran
valiosas en este mundo materialista y
hoy globalizado. Pero la poesía sirve
para ejercer la libertad más allá de
toda moral y conveniencia material. Para
algo que no es material ha de servir
puesto que los mejores humanos se han
interesado y han gozado de la poesía, en
efecto, hay un gran prestigio de la
poesía a pesar de que “no sirve para
nada”. Y agreguemos que la poesía es un
medio que nos permite el Conocerse a sí
mismo que es una respuesta a una de las
más terribles preguntas que cualquier
humano puede plantearse: ¿para qué
estamos en esta vida? |
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La poesía es salvación. La civilización
que llamamos occidental está gravemente
enferma. Cada vez se animaliza, huérfana
de espiritualidad, gracias a sus
prodigios tecnológicos que han terminado
siendo algo así como profanaciones de
cuanto tocan. La civilización occidental
ha olvidado la poesía. Es decir, la
salvación. |
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Lo dijo Paz en El arco y la lira,
“si la poesía está olvidada no es que la
poesía esté enferma, en decadencia, la
enfermedad radica en la sociedad”. O
algo así. |
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Nadie vaya a creerme. Nadie intente
realizar experimentos como los que aquí
se anotan sin la supervisión de un
adulto (entiéndase un gurú, un experto,
un chamán, un iluminado) o que cada cual
haga como dijo Françoise Rabelais que se
estilaba en el monasterio de Theleme,
cuyo reglamento era regido por un
precepto único: Haz lo que quieras.
Que cada uno haga lo que quiera. Al fin
que existe la poesía. |
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Por
último. Acerca del cuerpo, bueno, basta
con que consumamos carne, pescados y
mariscos, leche, huevos, frutas y
verduras. Excepcionalmente, ¿por qué
no?, alguna porquería de ésas, un
alimento chatarra, como cuando accedemos
a la debilidad de ceder a un exceso,
aplicarnos una mediana borrachera o
cometer un pecadillo contra nosotros
mismos.
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